A este pintor lo conocí en una exposición en 1998 en una galería madrileña que exponía algunas obras. También he visto algunos lienzos suyos en el Museo Naval de Madrid. Francamente es extraordinario, sabe plasmar como nadie los temas de la mar y en lo que a ella concierne, recreando grandes batallas y retratando barcos actuales. Sin duda se nota que como buen marino se ha criado en ese ambiente y lo entiende y ama como nadie. Por todo ello no podía faltar en nuestra ya poblada Galería de Arte.

Esteban Arriaga López de Vergara (Tenerife, 1922 - Málaga, 6 de Diciembre de 2009)) Pintor, especializado en temas de la mar y de todas las hazañas que se realizaron sobre ella durante siglos. Un ilusionista del agua, pintor de la sal y excelente retratista de las nubes. Un mago de la luz y un cronista, como no habrá, de la épica marina.
Nacido en Tenerife en el año 1922. Desde los catorce años de edad, estudia Bellas Artes en la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife.
Esteban Arriaga ingresa a los 20 años en la Escuela Naval Militar. Comienza a navegar como Oficial de la Armada en 1946. Durante los años 1948 a 1950 estuvo embarcado en el Buque Escuela español Juan Sebastián de Elcano, como profesor de Guardiamarinas, en el que dedicó su tiempo libre de las travesías, a pintar motivos relacionados con el mar.
Durante los años 1951 a 1955, estudia en Madrid la carrera de Ingeniero de la Armada y seguidamente se traslada a Estados Unidos para trabajar como Ingeniero en el Astillero de Brooklin en Nueva York, dedicando su tiempo libre a pintar para sus exposiciones.

Esteban Arriaga, joven
En 1982 realiza una vuelta al mundo para seguir por la ruta del estrecho de Magallanes pintando los lugares más interesantes del itinerario marinero del descubridor y a continuación, en Diciembre de 1983, expone estas obras en la Galería Kreisler de Madrid.
En ese año escribe por encargo de la Editorial Naval, su libro Singladuras en el que describe los acontecimientos artísticos de mayor interés de su carreta.

Veleros en la Gran Regata Colón 1992. Óleo 60 x 81 cm. Obra de Esteban Arriaga
En 1992, sigue detalladamente todas las singladuras, entradas y salidas de puerto de los veleros de la Gran Regata Colón'92 y escribe un libro en el que recoge ampliamente este acontecimiento, con las reproducciones de los seis cuadros más descriptivos.
Durante los años 1995 a 1997, realiza dos cuadros sobre la Derrota de la escuadra inglesa del Almirante Nelson en Santa Cruz de Tenerife, el 25 de julio de 1797, los dona a los museos Militar y Municipal Regional de Tenerife.
(Hasta aquí, la traducción de la biografía incluida en el Diccionary of sea painters, de H.H. Archibald, conservador del National Maritime Museum, Greenwitch- Londres. Editado en 1980 por Baron Publishingg. Wc.)
La obra de Esteban Arriaga tiene un alto reconocimiento por instituciones públicas y privadas. Con motivo del 50 aniversario de la creación del Consejo de Europa, el Gobierno Español eligió una obra de Esteban Arriaga, "El gran velero Europa", como regalo a dicha institución.
Durante las más de cinco décadas que Arriaga se dedica al arte, dilatado periodo en el que ha plasmado el mar atractivo y cambiante, además de recrear distintos episodios históricos, su obra ha recibido varios reconocimientos, entre los que destacan la insignia de la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, Cruz del Mérito Militar y Naval y Medalla de Honor de las Fuerzas Armadas de Alemania, además de ser miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y de la Real Sociedad de Artistas Marinistas de Londres.
Museos y galerías de todo el mundo se enorgullecen de poder exponer obras de Esteban Arriaga. Prestigiosas casas de subastas han intervenido en la venta por parte de propietarios particulares de obras de nuestro autor, alcanzando cotizaciones sorprendentemente altas.
Esteban Arriaga, cuya obra forma parte de colecciones de museos de numerosas ciudades (Estados Unidos, Chile, México, Tailandia, Japón, Alemania, Francia, etc.), además del Palacio de la Zarzuela, siempre ha sentido una atracción especial por la pintura de carácter histórico relacionado con el mar.

Desde 1977, un cuadro de Esteban Arriaga recibe a los visitantes en el antedespacho de S.M. el Rey Juan Carlos I, que en diversas ocasiones ha mostrado su aprecio personal por el autor y su obra, de la que tiene varias muestras en su colección particular.
Como decía el pintor, "en parte me siento notario de mi tiempo. Es increíble el volumen de información que encierran este tipo de pinturas, que exigen una ardua investigación documental previa. También me encantan las escenas en alta mar, sobre todo el movimiento del mar picado. Es todo un reto. Lo más difícil para mí es conseguir entonar el mar y el cielo, que se correspondan".

El Juan Sebastián El Cano -en el que el marino sirvió- arribando a Tenerife. 1997. Óleo 60 x 92 cm. Obra de Esteban Arriaga
Espero que os guste la recopilación que he conseguido de este pintor español, y en la medida de lo posible, contribuya en la divulgación de su excelente obra, dedicada a la mar.
Algunas obras
Serie Alta Mar

Alta Mar, 1954. Óleo sobre lienzo 130 x 79 cm. Decía el artista: "Cuadro de mi primera exposición en la Galería Vilches de Madrid, en mayo de 1954. No quise venderlo para regalárselo a mi novia, hoy día mi mujer". Obra de Esteban Arriaga

Alta mar. Óleo sobre lienzo 73 x 50 cm. Pintado a bordo de la fragata Vasco Núñez de Balboa. Colección del notario tinerfeño Marcos Guimera Peraza. Obra de Esteban Arriaga

Alta Mar (1964) Óleo 200 x 100 cm. Colección Cuartel General de la Armada. Obra de Esteban Arriaga

Alta Mar (1964) Óleo 200 x 100 cm. Colección Cuartel General de la Armada. Obra de Esteban Arriaga

Alta Mar (1964) Óleo 200 x 100 cm. Escuela Naval Militar de Marín, Pontevedra. Obra de Esteban Arriaga

Alta Mar (1964) Óleo 200 x 100 cm. Museo Naval de Madrid. Obra de Esteban Arriaga

Alta mar (1978) Óleo sobre lienzo 195 x 114 cm. Museo Marítimo de Barcelona. Obra de Esteban Arriaga

Alta mar. Óleo 100 x 73 cm. Colección del Autor. Obra de Esteban Arriaga

Alta Mar. Óleo sobre lienzo 81 x 65 cm. Obra de Esteban Arriaga

Alta mar. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Alta mar. Óleo sobre lienzo 116 x 73 cm. Colección Wissenschafliches Institut Fur Shiffohrts. Hamburg, Alemania. Obra de Esteban Arriaga

Alta mar. Óleo sobre lienzo, 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Atardecer en la mar. Óleo sobre lienzo 89 x 58 cm. Colección del Circulo de la Amistad XII de Enero. Obra de Esteban Arriaga

Atardecer en la mar. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Atardecer en la mar. Óleo sobre lienzo 128 x 80 cm. Obra de Esteban Arriaga

Bruma lejana. Óleo sobre lienzo 81 x 65 cm. Obra de Esteban Arriaga

Contraluz. Óleo sobre lienzo 73 x 54 cm. Obra de Esteban Arriaga

Espuma en las olas. Óleo sobre lienzo 81 x 65 cm. Obra de Esteban Arriaga

Gran oleaje. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Mar azul. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Mar muy gruesa. Óleo sobre lienzo, 139 x 87 cm. Obra de Esteban Arriaga

Marejada. Óleo sobre lienzo 73 x 60 cm. Obra de Esteban Arriaga

Reflejos del sol oculto. Óleo sobre lienzo 116 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Reflejos en la mar. Óleo sobre lienzo 89 x 58 cm. Colección de la Capitanía General de Canarias. Obra de Esteban Arriaga

Tiempo duro. Óleo 116 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga
Gran regata Colón 1992

Libro de Esteban Arriaga sobre la gran regata Colón '92

Cádiz. Obra de Esteban Arriaga. El día 3 de mayo de 1992, en la bahía de Cádiz, fue un acontecimiento realmente increíble. La mayor flota de veleros jamás reunida en la historia de la navegación mundial, salía en regata rumbo a Canarias hacia a América, para conmemorar el Quinto Aniversario de la salida de las tres pequeñas carabelas españolas de Colón, que fueron a descubrir un nuevo mundo.
La mayor batalla naval de la historia, Trafalgar, reunió en aguas de Cádiz a 73 navíos, 33 ingleses, 25 franceses y 15 españoles, pero este día, la flota reunida en misión de paz fue el doble. Un total de 141 veleros de más de 40 países. Ver a todas estas embarcaciones, algunas gigantes de hasta 60 metros de altura, como edificios de 20 pisos, navegar juntos sigilosamente hacia nosotros, sin más ruido que el de¡ roce del viento en su aparejo y el surcar de su casco en el agua, fue simplemente fantástico.
Estoy seguro de que si Cristóbal Colón hubiese podido ver este espectáculo, no lo habría resistido. Se hubiera muerto otra vez.La mitad de esta flota venía de Génova, donde habían estado desde el día 16 al 1 9 de abril y la otra mitad venía de Lisboa donde habían estado desde el día 23 al 25 de abril, arribando todos ellos a Cádiz el día 28 de ese mes.
Aquellos días previos a la regata fueron muy felices para los tripulantes de las embarcaciones que luego iban a realizar una travesía de 9.300 millas, en 97 días de mar, algunos en calma y otros tempestuosos, templando su aparejo de vela, para tratar de ganar la competición marinera que daba comienzo.
Los días y las noches se animaron sin interrupción. Con espectáculos teatrales, comidas, excursiones, murgas y orquestas gaditanas para los marinos y sus novias. Bailes con el sueño del amor, al calor de la despedida.
El pueblo de Cádiz y sus alrededores, como siempre, fueron gentiles y simpáticos con los tripulantes y muchos de ellos embarcaron en los veleros rusos, que debido a su situación económica, ofrecieron sus literas por módicos precios a hombres y mujeres aficionados para que hicieran la travesía a América.
La familia Real española, pasó revista a la flota y al Buque Escuela español Juan Sebastián de Elcano. Después embarcó en el patrullero Alsedo que con el portaaviones Príncipe de Asturias y varios navíos de la Armada les dieron el último adiós en la mar.
El autor fue invitado por el comandante para embarcar en la corbeta Vencedora, donde tomó los apuntes necesarios para el cuadro que se presenta con el escudo de armas de Cádiz.

La Gomera. Obra de Esteban Arriaga. El día 3 de mayo de 1992, en la bahía de Cádiz, fue un acontecimiento realmente increíble. La mayor flota de veleros jamás reunida en la historia de la navegación mundial, salía en regata rumbo a Canarias hacia a América, para conmemorar el Quinto Aniversario de la salida de las tres pequeñas carabelas españolas de Colón, que fueron a descubrir un nuevo mundo.
La mayor batalla naval de la historia, Trafalgar, reunió en aguas de Cádiz a 73 navíos, 33 ingleses, 25 franceses y 15 españoles, pero este día, la flota reunida en misión de paz fue el doble. Un total de 141 veleros de más de 40 países. Ver a todas estas embarcaciones, algunas gigantes de hasta 60 metros de altura, como edificios de 20 pisos, navegar juntos sigilosamente hacia nosotros, sin más ruido que el de¡ roce del viento en su aparejo y el surcar de su casco en el agua, fue simplemente fantástico.
Estoy seguro de que si Cristóbal Colón hubiese podido ver este espectáculo, no lo habría resistido. Se hubiera muerto otra vez.La mitad de esta flota venía de Génova, donde habían estado desde el día 16 al 1 9 de abril y la otra mitad venía de Lisboa donde habían estado desde el día 23 al 25 de abril, arribando todos ellos a Cádiz el día 28 de ese mes.
Aquellos días previos a la regata fueron muy felices para los tripulantes de las embarcaciones que luego iban a realizar una travesía de 9.300 millas, en 97 días de mar, algunos en calma y otros tempestuosos, templando su aparejo de vela, para tratar de ganar la competición marinera que daba comienzo.
Los días y las noches se animaron sin interrupción. Con espectáculos teatrales, comidas, excursiones, murgas y orquestas gaditanas para los marinos y sus novias. Bailes con el sueño del amor, al calor de la despedida.
El pueblo de Cádiz y sus alrededores, como siempre, fueron gentiles y simpáticos con los tripulantes y muchos de ellos embarcaron en los veleros rusos, que debido a su situación económica, ofrecieron sus literas por módicos precios a hombres y mujeres aficionados para que hicieran la travesía a América.
La familia Real española, pasó revista a la flota y al Buque Escuela español Juan Sebastián de Elcano. Después embarcó en el patrullero Alsedo que con el portaaviones Príncipe de Asturias y varios navíos de la Armada les dieron el último adiós en la mar.
El autor fue invitado por el comandante para embarcar en la corbeta Vencedora, donde tomó los apuntes necesarios para el cuadro que se presenta con el escudo de armas de Cádiz.

Puerto Rico. Obra de Esteban Arriaga. Puerto Rico, con su gloriosa historia, siempre unida cariñosamente a España y a su tradición marinera, desde hace quinientos años, recibió ahora el regalo más hermoso: toda una flota de 141 veleros que vino de Canarias para conmemorar el primer viaje de aquellas tres carabelas españolas al mando de Colón, más todos los veleros que se unieron para el viaje a New York.
Parecía increíble. ¡Dar atraque, servicios y hospitalidad a tan enorme flota!, pero ocurrió... Los organizadores y este alegre y amistoso pueblo caribeño, pueden estar muy orgullosos de que todo les saliera a la perfección.
Las autoridades portuarias dieron atraque a todos los veleros dentro de la bahía de San Juan entre La Puntilla y el Navy Pier Frontier. Las tripulaciones disfrutaron de multitud de espectáculos, excursiones, comidas, bailes populares, conciertos, fiestas y maravillosos fuegos artificiales en la bahía. Los muelles estuvieron repletos de visitantes día y noche, en los que hacían grandes colas para entrar a bordo.
No sería exagerado decir que los cuatro millones de habitantes de la isla, más todos los que fuimos a San Juan, estuvimos aquellos días apiñados codo a codo, atosigados por el tumulto, pero entusiasmados y felices por el espectáculo.
El día de la gran parada, el 14 de junio, no fue nada fácil salir a navegar para situarse en un punto donde seguir la regata desde ¡a mar. Todas las embarcaciones tenían que salir de madrugada para situarse dentro de una alineación muy próxima al litoral.
Gracias al Capitán de Fragata portugués Luis Biireiro, chairman de la Sail Training Asociation, que me consiguió embarcar en e¡ Coast Guard de los EE.UU. Reliance, para el control de la regata, pude hacer mi trabajo estupendamente. Allí tomé los datos necesarios para el cuadro que presento con el escudo de armas de Puerto Rico.
El orden de colocación de los veleros se estableció primero con el Danza, el velero oficial de Puerto Rico, después el Juan Sebastián de Elcano seguido del Américo Vespucci y por el orden en que aparecen en el cuadro con los de la clase A, seguidos por las clases B y C.
A las siete de la mañana largaron amarras todos los veleros que salieron a la mar para comenzar la parada desde Boca de Cangrejo. Navegando con viento en popa al rumbo 270º y a 6 nudos fueron por una franja cercana a la costa, desfilando por Isla Verde, Punta las Marías, Condado, Viejo San Juan y finalmente el Castillo del Morro, desde donde después, pusieron rumbo a Nueva York.

Nueva York. Obra de Esteban Arriaga. Nueva York, la ciudad de las mil lenguas, la Torre de Babel de la nueva era, la ciudad gigante que es capaz de acoger a 100 congresos en un día, sin que su vida se altere, esta vez se colapsó.
Los 289 veleros que vinieron en regata, más los cientos que vinieron a acompañarles junto al aluvión de visitantes, incontables aficionados al mar, contribuyeron a este primer colapso de su vida ciudadana. Pero eso sí, añadieron interés, alegría, colorido y emoción a un espectáculo en el Río Hudson jamás soñado.
Ahora Nueva York parecía un pueblo en feria... los muelles de South Street Sea Port, donde atracó el Eagle, y los muelles, desde el 86 al 92 donde atracó el Juan Sebastián de Elcano, con las tres carabelas, fueron "la pera en dulce" de la ciudad, pero había que ir a Brooklin y a Jersey City, para disfrutar de todo el conjunto.
No hace falta explicar cuánta fiesta se celebró en honor de las tripulaciones, porque sólo el hecho de estar en Nueva York fue ya una pura fiesta. Hubo un gran programa de visitas y atenciones que con los fuegos artificiales, y claro está con la gran parada de¡ día 4 de julio, el día más grande de los EE.UU., su fiesta de la independencia, hicieron nuestra delicia.
En la noche del día anterior yo estaba invitado a embarcar en el Juan Sebastián de Elcano. El fuerte temporal de lluvia y viento me lo impidió, me caló hasta los huesos y gracias al Harbor Manager, Mr. Carl Briseño, que me rescató de la lluvia en la madrugada y me embarcó en el buque Patrol-Vector lii, pude tomar los datos necesarios para hacer el cuadro que presento con el escudo de Nueva York.
Salimos a la mar a las seis de la mañana, para realizar el control de todas las embarcaciones de la flota que hizo la parada. Esta se dividió en 34 flotillas, comandadas por los veleros de la clase A. Y tal como se muestra en el mapa, los veleros salieron ordenadamente, desde su fondeadero en Sandy Hook. Pasaron bajo el puente Verrazano y río arriba cruzaron frente a la Estatua de la Libertad, saludando con salvas de cañón a la presidencia que estaba en la tribuna de la Isla de¡ Gobernador, a todo lo largo del río, hasta pasar bajo el puente Washington, virar en redondo y bajar el río para situarse en sus muelles respectivos.
La imaginación del lector, tendrá que suplir lo imposible de la descripción. La emoción que produce un espectáculo tan fabuloso como este, no se puede describir sólo con palabras.

Boston. Obra de Esteban Arriaga. Los organizadores de la Gran Regata'92, tuvieron el gran acierto de elegir los puertos de las ciudades de Boston y Liverpool para conmemorar este Quinto Centenario y para realizar la regata.
Sin lugar a dudas, son las dos ciudades de hoy día que más aman el mar, llevan doscientos años de permanente vinculación y tradición marinera ininterrumpida,
Son un ejemplo real para todo el mundo. Han demostrado que el camino del mar sigue siendo el camino de la vida, del entendimiento entre los pueblos, de la cultura, la cortesía, el comercio y la amistad. Es decir de todos los elementos que para un país son los pilares de la prosperidad. Las naciones que entienden esto son siempre las naciones triunfadoras. No hace falta poner ejemplos, están muy claros. Si te olvidas del mar... hacer más difícil tu camino.
Yo fui muy feliz aquí y también lo fui en Liverpool, simplemente porque también amo el mar.
Yo creo que las imágenes que presento en la colección de periódicos que compré en Boston y que reproduzco en este pequeño resumen, recopilado durante mi viaje, siguiendo a la gran flota, son una fiel expresión de aquel acontecimiento. Aquí es donde encaja muy bien la expresión de una imagen vale más que mil palabras.
Boston fue fabuloso... Autoridades, importantes sponsor y todo un pueblo entusiasta, nos hizo vivir las jornadas marineras más entrañables de nuestra vida.
Yo tuve la gran suerte de que mi buen amigo Bernard Heppner, Chairmar de la Opsail '92 me invitara a la tribuna donde estaba la presidencia de la Sail Training Operation para ver la parada, porque luego gracias a él, pude tomar todos los datos para pintar con la mayor fidelidad posible, el cuadro que presento con el escudo de armas de la Ciudad.
¡Qué jornada más emocionante!... 289 veleros levaron anclas y entraron en formación en el Charles River a las diez de la mañana, encabezados por el Eagle, el buque escuela Coast Guard de los EE.UU., mientras los cañones de la batería de costa instalada en nuestra tribuna, saludaba dando cañonazos al velero más antiguo de América, el Constitution, que también contestaba este saludo y una voz preciosa cantaba el himno nacional americano.
¡Boston!... Qué estampa más marinera; hay momentos en que el silencio dice más que las palabras. Por eso prefiero callar...

Liverpool. Obra de Esteban Arriaga. Lo que he dicho anteriormente sobre Boston, deseo repetirlo para Liverpool y Mersey Side, donde atracaron los veleros que llegaron en regata después de una tempestuosa travesía. El Comité Técnico Internacional tomó los tiempos, para clasificarlos y dar los premios.
Las embarcaciones más grandes atracaron en el muelle Victoria Birken- head, con algunos de los más pequeños. En los muelles Albert y Canning de Liverpool, atracaron los demás con los veleros visitantes. En los lugares próximos a estos muelles se celebraron tal cantidad de actividades para las tripulaciones, que lo pasaron fabuloso.
Y claro está, ¡cómo va a faltar la música en la tierra de los Beatles ... ! Fue estupendo oír a los gaiteros escoceses en sus clásicos vestidos, entonando sus alegres canciones mientras veíamos a los marineros subir a las jarcias para arranchar las velas. Hubo buenos conjuntos musicales como el de¡ Soren Larsen y el de¡ Balmoral, y también grupos vocales como el del muelle del Museo, que eran una delicia oírlos.
Pero la Gran Musical Fanfare for a New World, con la presencia de SS.MM. los Reyes de España y el HRH The Duke of York, patrocinada por el principal supporter Mersev Side Deveiopment Corporation y celebrada en un auditorio de 14.000 personas, fue absolutamente sensacional. La Roya¡ Liverpool Philarmonic Orquestra, presentada por Peter Ustinov y conducida por Sir Charles Mackerras, actuó con las grandes voces de nuestro tiempo: Montserrat Caballé y Alfredo Kraus, con Grace Bunbry, Julia Migenes, Rita Hunter, Hvorostovsky, Justino Díaz, Frangoulis y el conjunto de Paco Peña.
El concierto nos dejó entusiasmados, los himnos nacionales se mezclaron con los fuegos artificiales a un ritmo tan bello y de tal emoción, que los Reyes de España, fueron desde su palco al escenario a saludar con un abrazo a los grandes maestros-intérpretes.
Al día siguiente después de la entrega de premios presidida por SS.MM. los Reyes de España y a bordo del Juan Sebastián de Elcano, el almirante Poole Pérez-Pardo me llevó a saludar a S.M. el Rey para hablarle de mis cuadros sobre la Regata. El Comandante Vallejo invitó a almorzar a SS.MM. y les despidió, con las salvas y vítores de ordenanza.
Y el día 16 la despedida. La gran parada final presidida por el Juan Sebastián de Elcano, tras él, una formación de cinco flotillas ordenada por el director de la regata Mr. John Hamilton, con quien estuve a bordo del Balmoral, estudiando la formación de veleros que elegí para realizar el cuadro que presento con el escudo de armas de la ciudad de Liverpool.

Carta de felicitación del Rey de España Don Juan Carlos I a Esteban Arriaga sobre la interpretación arística que hizo sobre la Gran Regata Colón '92
Grandes tragedias en el mar

Incendio del Génova en Málaga. Diciembre 1892. Óleo 73 x 55 cm. Obra de Esteban Arriaga

Naufragio del Titanic. Óleo 81 x 54. Obra de Esteban Arriaga

Tragedia del gran velero alemán Gneisenau. Óleo 162 x 97 cm. Obra de Esteban Arriaga

Málaga socorre a los náufragos del Gneisenau. Óleo sobre lienzo 116 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

La ultima singladura del Pamir. Óleo sobre lienzo, 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

El Lady Elisabeth naufragado en Puerto Stanley, Islas Malvinas. Óleo sobre lienzo, 46 x 38 cm. Obra de Esteban Arriaga
Veleros del mundo

El patrullero chileno Castor en los ventisqueros de la Patagonia chilena. Óleo sobre lienzo 55 x 46 cm. Obra de Esteban Arriaga

Crucero Conde Venadito. Óleo sobre lienzo 55 x 38 cm. Obra de Esteban Arriaga

Amerigo Vespucci. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Grandes navíos en el puerto de Málaga, el Maasdam y el Libertad. Óleo sobre lienzo 116 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Amerigo Vespucci en Málaga. Óleo sobre lienzo 65 x 54 cm. Obra de Esteban Arriaga

El Mississippi Willow en el puerto deportivo de Benalmadena. Óleo sobre lienzo 116 x 73 cm. Colección Ayuntamiento de Benalmadena. Obra de Esteban Arriaga

Stad Amsterdam - Holanda. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

El buque escuela alemán Gneisenau. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

El buque escuela alemán Gorch Fock. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

El Juan Sebastián Elcano a la altura del roque Anaga-Tenerife. Óleo sobre lienzo 146 x 97 cm. Obra de Esteban Arriaga

Bergantín goleta Our Svanen. Óleo sobre lienzo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga

Buque escuela italiano Amerigo Vespucci. Óleo sobre lienzo 81 x 60 cm. Obra de Esteban Arriaga

La Bounty. Óleo sobre lienzo, 41 x 33 cm. Obra de Esteban Arriaga

Buque escuela U.S.A. Eagel en río Hudson. New York. Óleo 100 x 73 cm. Obra de Esteban Arriaga
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