Museo de Zaragoza

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megaurbanismo
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Museo de Zaragoza

Mensaje por megaurbanismo » Sab, 22 Oct 2022, 15:45

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Este trabajo recopilatorio está dedicado al Museo de Zaragoza, actualmente además de las bellas artes, alberga obras de arqueología, etnología y cerámica. Está situado en la Plaza de los Sitios n.º 6 de Zaragoza.
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Museo Provincial de Bellas Artes de Zaragoza (Foto: Fco. Javier Mendivil)
El Museo de Zaragoza es el más antiguo de la capital aragonesa y la sede principal (que alberga las secciones de bellas artes y arqueología) está ubicada en un edificio neorrenacentista construido para la Exposición Hispano-Francesa de 1908 por los arquitectos Ricardo Magdalena y Julio Bravo.
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Su diseño está inspirado en el Patio de la Infanta, de la que fue casa del rico comerciante y mecenas del renacimiento aragonés Gabriel Zaporta.
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Museo de Zaragoza. Sección de Etnología. Casa Ansotana. Esta sede abrió al público en Junio de 2010
Las otras sedes del actual Museo de Zaragoza son la Casa Ansotana y la Casa de Albarracín del Parque José Antonio Labordeta de la ciudad —que reproducen modelos típicos de la arquitectura popular de estas zonas— construidas por Alejandro Allanegui en 1956. Estos edificios albergan las secciones de etnología y cerámica respectivamente. Una ultima sección acoge los hallazgos del yacimiento arqueológico de Colonia Celsa y se encuentra situada en un edificio de arquitectura funcional de Velilla de Ebro.
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Museo de Zaragoza. Sección de Cerámica. Casa de Albarracín
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El Museo Provincial, hoy llamado de Zaragoza, fue levantado en conmemoración de los Sitios e instalado en un edificio de estilo renacentista que se construyó en 1908, con motivo de la exposición Hispano-Francesa que se celebró en ese año.
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Encierra salones dedicados a arqueología con capiteles y arcos árabes provenientes de la Aljafería, fragmentos románicos y góticos, monumentos sepulcrales, etc.
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Fíbulas de La Tène. Arcobriga (Monreal de Ariza, Zaragoza) Siglo II adC. Museo de Zaragoza
Dispone de una moderna instalación y posee importantes colecciones de prehistoria, de cultura prerromana, mosaicos romanos. El museo posee dos secciones más, ubicadas en el Parque Primo de Rivera: la Casa de Albarracín, que alberga la sección de Cerámica, cuyos fondos muestran la evolución estilística y funcional de la cerámica, así como un variado repertorio de los alfares populares aragoneses; y la Casa Ansotana, dedicada a la Etnología (trajes, aperos de labranza, y artes populares).
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Retablo de la Virgen, h. 1560. Museo de Zaragoza. Obra de Jerónimo Cósida
En la sección dedicada a las Bellas Artes Museo se exponen obras desde el siglo XII hasta el periodo contemporáneo. Hay un valioso tríptico de San Martín del siglo XV, provente del convento de Santo Domingo, de Daroca y una gran serie de primitivos aragoneses.
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En la Sala Goya retratos de Fernando VII y el duque de San Carlos entre otras obras. Hay numerosos cuadros de escuelas españolas del siglo XVI al siglo XIX, expone lienzos de Bayeu, Coello, López, Jordán, o Huguet, así como esculturas de Alonso Berruguete o Gil Morlanes.
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Museo de Zaragoza - Placa de la Real Academia de San Luis
El Museo de Zaragoza fue declarado Monumento Nacional en 1962. Espero que os guste la recopilación que he conseguido de este museo aragonés, y en la medida de lo posible contribuya en su divulgación.

MUSEO DE ZARAGOZA
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El Museo de Zaragoza es la sede de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, que es la fundadora del Museo, y alberga en las plantas segunda y tercera obras pictóricas y escultóricas que abarcan desde el siglo XII hasta el Arte Contemporáneo.
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El Museo de Zaragoza es bastante desconocido, incluso para muchos aragoneses. En la imagen tres obras de Goya
Destacan los lienzos de Francisco Bayeu y Goya; en especial, de este último, los retratos del Duque de San Carlos o el de Fernando VII con manto real.
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Una de las escenas de arte japonés que se exponen en el Museo de Zaragoza
Completan las colecciones una selección de pintura gótica, renacentista y barroca de ámbito aragonés, una sala de obra gráfica y otra de Arte Oriental procedente de la colección Torralba-Fortún.
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Profetas Jeremías, Joel y Miqueas (hacia 1481-1487) Óleo sobre tabla. Autores: Miguel Jiménez (doc. 1462 - 1505) y Martín Bernat (doc. 1454 - 1499)

Obras pictóricas destacadas del museo son el Retrato de Alfonso V de Aragón de Juan de Juanes, adquirido por compra del Gobierno de Aragón en 2006. Acoge también óleos de los principales pintores que desarrollaron su actividad en Aragón, entre los que destacan los de Jerónimo Cósida y Roland de Mois, para la época renacentista, los lienzos barrocos de Jusepe Martínez y Vicente Berdusán y los de los Bayeu, con Francisco a la cabeza, ya mencionado.
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Epifanía (h. 1589), Museo de Zaragoza. Autor: Roland de Mois
Entre la pintura decimonónica destaca la presencia de Francisco Pradilla de quien cabe señalar un Autorretrato de 1869 de gran energía.
En cuanto a la pintura del siglo XX el museo cuenta con lienzos de Joaquín Sorolla, Francisco Marín Bagüés o Natalio Bayo.
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Pere Johan. Ángel custodio, siglo XV. Museo de Zaragoza
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También el Museo de Zaragoza incluye escultura, y cuenta con ejemplos desde la medieval (un notable Ángel custodio de la ciudad de Zaragoza, de Pere Johan del siglo XV) hasta la contemporánea de Félix Burriel u Honorio García Condoy.
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Vista de la caja de la escalera del Museo de Zaragoza

Sección de Bellas Artes
Pintura Gótica aragonesa. Estilo italogótico
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Retablo de la Resurrección. Tabla del Juicio Final. Jaume Serra (1381-1382). Pintura al temple sobre tabla. Museo de Zaragoza.
Si la pintura mural y los frontales de altar sobre tabla predominan durante los periodos románico y gótico lineal, es en la segunda mitad del siglo XIV, con la implantación del estilo italogótico, cuando el retablo (retro-tabula, detrás del altar) se impone progresivamente como mueble litúrgico-devocional en edificios religiosos y capillas particulares, siendo el siglo XV un periodo de gran auge y esplendor del mismo.
La pintura mural, supeditada a la arquitectura como soporte, exigía de forma ineludible que los artistas, entonces considerados todavía socialmente como meros artesanos, se desplazaran al lugar de la obra para llevarla a cabo “in situ”; sin embargo la pintura sobre tabla permitió el surgimiento de talleres estables, sin la exigencia de itinerancia, en los principales núcleos urbanos de Aragón: Zaragoza, Calatayud, Tarazona, Daroca, Borja, Huesca, Barbastro, Teruel, Albarracín y otros. Los retablos se pintaban normalmente en los talleres y posteriormente se trasladaban a la ubicación de destino.
Sobre un sustrato pictórico de influencia europea se desarrollaron escuelas locales, autóctonas, con personalidad y rasgos propios como expresividad, dinamismo, tensión dramática, gusto por lo ornamental, profusión de oros y relieves, afán realista y retratístico, etc.
Los encargantes de retablos, también denominados donantes, mecenas, y comitentes, pertenecían a diversos sectores sociales, realeza, nobleza, autoridades eclesiásticas, cofradías y gremios de oficios, parroquias, concejos, burguesía y particulares poderosos. A menudo incluían su heráldica y se representaban como donantes en el retablo que financiaban.
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Retablo de la Resurrección. Tabla de la Resurrección de Cristo. Jaume Serra (1381-1382). Pintura al temple sobre tabla. Museo de Zaragoza.
Obsérvese la suavidad de la pintura italogótica, los fondos dorados, y la representación del donante de la obra fray Martín de Alpartil, cuya figura aparece también en la tabla del Juicio Final.
En la elaboración de los retablos intervenían diferentes oficios: los fusteros se encargaban de preparar la estructura de carpintería y las tablas idóneas, los mazoneros incorporaban al retablo bellas decoraciones lígneas talladas, (archetes, chambranas, tubas, doseles, lanternes o pináculos calados, pilares antorcha y trasfloridos, etc.) como aditamentos artísticos que servían también para ocultar las uniones de las diferentes tablas, los doradores aplicaban antes de la pintura ( en fondos, nimbos , adornos de vestiduras, mazonería, etc.) el pan de oro que los batifullas les proporcionaban, los pintores pintaban las escenas iconográficas y los escultores , en caso de retablos mixtos, realizaban las tallas o relieves requeridos.
Los talleres estaban dirigidos por un “maestro” pintor que habitualmente contaba con la ayuda de “aprendices” quienes a cambio de alojamiento en la propia casa del maestro, de comida, bebida, vestimenta, cuidados en la salud y en la enfermedad y enseñanza del oficio, estaban a su entera disposición. La existencia de varios aprendices manifestaba la importancia del maestro. Este era también ayudado por pintores “oficiales” que según su valía podían acceder con el tiempo a la categoría de “maestro”, difícil de lograr por su número limitado y por el control estricto que el gremio ejercía sobre sus integrantes y sus actividades.
No eran infrecuentes, por motivos laborales, los vínculos que se establecían entre maestro y yerno-pintor, o discípulo y viuda del maestro. Aunque gran parte de los modelos iconográficos eran comunes y repetitivos cada taller tenía su propio estilo y sus fórmulas técnicas peculiares. Los talleres de diferentes maestros solían formalizar ocasionalmente “contratos de compañía” (o de sociedad) para realizar en colaboración trabajos de cierta envergadura, cumplir fechas de entrega y conseguir pedidos en determinadas zonas que aseguraran su futuro profesional.
Las tablas de madera “bien seca” (para evitar alabeos por la humedad y los cambios de temperatura) se cubrían, antes de ser pintadas, con telas encoladas y varias capas de yeso cada vez más fino que se dejaban secar y se pulían para obtener una superficie adecuada que permitiera realizar la sinopia (dibujo de la composición), el dorado y el pintado al temple; el óleo no se usará en Aragón hasta el último cuarto del siglo XV.
El retablo es un espacio jerarquizado y se compone de sotabanco (no siempre), banco (o predela en nomenclatura italianizante) compuesto por un número impar de casas, cuerpo (estructurado horizontalmente en pisos y verticalmente en calles), coronamiento ( culminación de la calle central, también denominado ático o punta), y guardapolvo o polsera (elemento periférico en saledizo que lo enmarca y protege).
El número de calles del cuerpo es impar siendo la calle central la de mayor importancia jerárquica. En la tabla principal de ésta se representa habitualmente la advocación del retablo (Virgen entronizada con Niño, santos o santas universales o locales, Trinidad, Epifanía, Salvador, etc.). En las calles laterales suelen representarse de forma narrativa escenas referidas al titular del retablo.
En el banco se pintan con frecuencia efigies de santos, escenas de la Pasión de Cristo, y a veces escenas de la propia advocación principal o secundaria, flanqueando todas ellas a la casa central que suele mostrar con frecuencia a Cristo Varón de Dolores saliendo del sepulcro entre La Virgen María y San Juan Eangelista.
En el ático se representa habitualmente el Calvario de Cristo o Crucifixión, aunque si el retablo está dedicado a la Virgen María puede representarse su Coronación como Reina de los cielos. La evolución del retablo en Aragón a lo largo del siglo XV fue estudiada magistralmente por don José Galiay Sarañana.
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Esquema básico de un retablo. El ejemplo que vemos se compone de banco con cinco casas, cuerpo con tres calles y dos pisos, ático y guardapolvos. En la tabla central se representa la advocación principal del retablo; sobre ella el ático en el que habitualmente aparece el Calvario o Crucifixión de Cristo. En las calles laterales se representa con frecuencia escenas relacionadas con la advocación principal y en el banco es habitual representar escenas de la Pasión de Cristo. El número de calles y pisos es variable.
Cuando un comitente encarga un retablo contacta con el pintor escogido y formalizan, con la intervención de testigos y valedores, un contrato ante notario. Se conservan numerosas capitulaciones en los Archivos de Protocolos Notariales que manifiestan el detalle y la minuciosidad de sus claúsulas.
Se especifica habitualmente las obligaciones de cada parte, las medidas del retablo (en palmos, codos), las calidades y tonos de los colores y oros a aplicar , la iconografía a representar (imágenes, escenas) , la duración de la obra (generalmente se exige que esté terminada para la fiesta litúrgica del santo representado) , el precio y la forma de pago ( habitualmente en tres tandas, la primera en el momento de la firma del contrato , o a veces tras el trabajo de fusta y mazonería, la segunda cuando el retablo está enyesado y dibujado y la tercera al término e instalación del mismo tras el visto bueno de dos maestros fijados por las partes).
Se determina igualmente si el traslado del retablo a su ubicación definitiva es a cargo del comitente o del pintor, se especifican posibles penalizaciones en caso de incumplimientos, etc.
El comitente suele requerir a menudo que el retablo se haga como el realizado por ese u otro pintor en determinada iglesia o capilla (no era un demérito o desdoro la copia), puede aportar un modelo o boceto al que se ajuste el pintor (o puede aportarlo éste como muestra), puede exigir al pintor que el retablo, o parte de él, sea “de su propia mano”, pues la participación de otros colaboradores del taller implica con frecuencia diferencia de calidades.
Normalmente el maestro realiza la pintura de las carnaciones en último lugar, dejando que sus ayudantes hagan previamente los dorados y pinten las indumentarias de los personajes, los paisajes, etc. El maestro suele encargarse personalmente al menos de la tabla principal, quizás de las escenas del banco (las más visibles y próximas al espectador), y a veces otras.
Estilo italogótico. Algunas obras representativas aragonesas
Al estilo francogótico o gótico lineal, de influencia francesa, sucederá cronológicamente, a partir de mediados del siglo XIV, el denominado estilo italogótico que se caracteriza por la influencia de la pintura trecentista italiana, especialmente de las escuelas florentina (Giotto) y sienesa (Duccio, Simone Martini, Ambrosio y Pietro Lorenzetti, etc.), siendo ésta última la que mayor incidencia tendrá en la Corona de Aragón. La pintura florentina se ha considerado más fría y relacionada con el dibujo a diferencia de la sienesa más dulce y delicada, de línea rítmica y musical y más interesada por el color.
Las vías de transmisión de estas influencias, especialmente a través de tierras catalanas, serán múltiples: corte papal de Avignon (donde trabajarán pintores toscanos como Simone Martini) con la que Aragón tendrá estrechas relaciones, pintores italianos en Aragón ( Rómulo de Florencia documentado en 1367 en Zaragoza ; recibe encargo de los dominicos de Huesca ), pintores que acuden a Italia, obras que llegan a Aragón a través de los viajes de la corte, de la nobleza, vinculadas con Italia y el Mediterráneo).
Muchos encargos en tierras aragonesas se harán a pintores de origen catalán. Ferrer Basa, considerado el introductor del estilo italogótico en Cataluña y autor de las pinturas murales de la antigua capilla de San Miguel Arcángel del Monasterio de Pedralbes, en Barcelona, realizará dos retablos no conservados para el palacio de la Aljafería de Zaragoza por encargo del rey Pedro IV el Ceremonioso, quien también encargará al pintor Ramón Destorrens, y para el mismo lugar, un retablo desaparecido dedicado a los Siete Gozos de la Virgen.
Será sin embargo el taller barcelonés de los hermanos Serra (Joan, Francesc, Jaume, Pere) el que dominará el panorama pictórico italogótico con sus creaciones de dulce sabor sienés.
De Jaume Serra se conserva despiezado en el Museo de Bellas Artes de Zaragoza, y procedente del monasterio del Santo Sepulcro de dicha ciudad, el retablo de la Resurrección que pintó en 1381-82, según la documentación existente, para instalar frente a la sepultura de fray Martín de Alpartir (tesorero del arzobispo zaragozano don Lope Fernández de Luna) ubicada en la sala capitular del monasterio.
El insigne canónigo, encargante del retablo y mecenas del monasterio, será retratado con realismo y como donante en dos de sus tablas, con indumentaria de clérigo y tonsurado.
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Retablo de la Resurrección. Cristo desciende a los Infiernos. Jaume Serra (1381-1382). Pintura al temple sobre tabla. Museo de Zaragoza. Obsérvese la gran boca del monstruo Leviatán, representación del infierno, y el ahínco de los demonios por cerrar sus fauces mediante cadenas, para evitar que los condenados acompañen a Cristo.
Retablo Renacentista de la Virgen con el Niño de Jerónimo Cósida
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Retablo de la Virgen con el Niño, detalle superior
El Retablo de la Virgen con el Niño del Museo de Zaragoza, cuyas tablas fueron pintadas por Jerónimo Cósida entre 1569 y 1572, perteneció a la capilla de la cárcel de la Generalidad de Aragón y es de estilo renacentista, mazonería dorada y ornamentada con diseños de tradición plateresca, entre los que destacan tritones, centauros y putti. El diseño del retablo y de sus elementos decorativos pertenece también a Cósida.
Su cuerpo central acoge una imagen de la Virgen con el Niño bajo una hornacina de cubierta avenerada. A la derecha de la Virgen (izquierda del espectador) se halla el patrón histórico de Aragón, San Jorge a caballo matando al dragón, y a la derecha se representa a Santa Engracia con el clavo en la frente, atributo principal de su martirio vinculado con el de los Innumerables mártires de Zaragoza. En la parte superior se observan sendos tondos a los lados de la Virgen relacionados con la Anunciación y en el ático, un Calvario. En el banco o predela está ilustrado con escenas de Cristo, y el zócalo con una composición heráldica que representa al Reino de Aragón. Remata todo el retablo el Señal Real cuatribarrado dispuesto en un óvalo sostenido por dos tenentes.
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Retablo de la Virgen con el Niño, detalle inferior
En la casa central del banco aparece historiado el Ecce homo, probablemente inspirado en su composición en un grabado de Alberto Durero sobre el mismo asunto, que se corresponde en su significación con el Calvario del ático, y que volverá a utilizar Cósida en el Retablo de la Pasión de la Iglesia de Valtorres que culminará en 1578. La escena de la derecha del banco corresponde a Cristo y la mujer adúltera, y la de la izquierda del espectador, a Cristo aparecido a San Pedro con la cruz a cuestas.
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Santa Engracia en el encasamiento lateral derecha del primer piso. Representada con el clavo en la frente de su martirio.
La combinación armera del zócalo que representa en conjunto al Reino de Aragón y se compone del escudo con el emblema del rey de Aragón en el centro, timbrado de corona real abierta, flanqueado por otros dos blasones alusivos al reino privativo: la Cruz de Íñigo Arista y la Cruz de Alcoraz sostenidos por ángeles custodios. Esta representación repite la que existía labrada en el Palacio de la Generalidad. Los tondos alojan imágenes de María y el arcángel que corresponden a la escena de la Anunciación. El Calvario se constriñe a las tres figuras imprescindibles.
En las pinturas destaca el tratamiento de las figuras femeninas, especialmente la exquisita Santa Engracia, que posa en suave contrapposto. Se trata de una de las figuras más delicadas del pintor aragonés. Se toca con una redecilla que recoge su cabello y va vestida de época contemporánea al artista con alta gorguera y lechuguilla rizada y blanca en contraste con la oscuridad de su ropa, que cubre con un manto rosa suave dotado de ondulantes y dinámicos pliegues. De fondo, un agreste paisaje realizado con la técnica del sfumato que intensifica la lejanía y resalta el personaje.
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Retablo de la Virgen con el Niño, detalle central
En cuanto al San Jorge de la izquierda quizá fuera el que posteriormente siguió el frontispicio de las Ordinaciones del capítulo de la cofradía de San George de la ciudad de Çaragoça (Zaragoza, 1675). A diferencia de la indumentaria renacentista de Santa Engracia, San Jorge viste de soldado romano y en su casco aparece por cimera un dragoncillo. La princesa que espera ser rescatada se figura al fondo, sobre un promontorio del paisaje.
El cromatismo incide en los colores pastel usuales en Jerónimo Cósida. Muestra sus característicos tonos pastel ocres, azules, verdes, rosados y violáceos habituales de su paleta, así como el uso de esfumato en los paisajes y lo minucioso de ciertos detalles.
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Retablo de la Virgen con el Niño (h. 1570), de Jerónimo Cósida. Museo de Zaragoza
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Jerónimo Cósida - Tabla del Nacimiento de San Juan, h. 1580. Museo de Zaragoza. La «Tabla del nacimiento de San Juan el Bautista» del Retablo Mayor y Sagrario de la Cartuja de Nuestra Señora de Aula Dei, 1574-1585, óleo sobre tabla, 147 x 116,5 cm. De carácter manierista, figuras de canon estilizado e influida por Rafael Sanzio y Leonardo da Vinci, destaca en esta tabla la composición en el espacio de los personajes, así como los blancos de las telas, los contrastes cromáticos con el rojo y el verde, la escena de fondo con la Visitación abierta al paisaje, y una muchacha posiblemente gitana (con piel más oscura) que porta joyas minuciosamente pintadas.
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Jerónimo Cósida - «Santa Engracia», panel del Retablo de la Virgen con el Niño de la capilla de la cárcel de la Diputación General del Reino de Aragón, c. 1569-1572. Representada con el clavo en la frente con el que se la martirizó, es una de las figuras más delicadas del pintor aragonés. Destacan los plegados y el dinamismo de la pose en suave contrapposto.
Goya en el Museo de Zaragoza
Sobre la obra gráfica de Francisco de Goya y Lucientes; el Museo de Zaragoza posee fondos muy importantes. Goya utilizó con frecuencia las planchas metálicas en hueco (punta seca, aguafuerte, aguatinta y mezzotinta) y la litografía (plano sobre piedra calcárea).
Los Caprichos: 80 aguafuertes con aguatinta y efectos con bruñidor. Realizados entre 1792 y 1797.
Los Desastres de la Guerra: 82 estampas al aguafuerte-aguatinta. Realizados desde 1810 hasta 1820.
La Tauromaquia: técnica muy evolucionada, más rica y con más matices que las otras. Usa aguatinta y aguafuerte con punta seca o buril. Se hicieron dos tiradas en 1816 de 33 estampas y en 1876 de 8 estampas que corresponden a reversos de matrices.
Los Disparates o Proverbios: 22 piezas de aguafuerte-aguatinta, realizadas entre 1820 y 1823.
Los Toros de Burdeos: 4 originales para los que Goya se sirve de la litografia, inventada a finales del siglo XVII. Realizados en 1825, se publican en el mismo año.
En el Museo de Zaragoza podemos encontrar las siguientes obras de Goya:
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Carlos IV y María de Luisa de Parma, ambos óleos sobre lienzo de dimensiones 152 x 110 cm. y pintados en 1789, buen exponente de Goya como pintor de cámara de los reyes españoles.
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Goya. Retrato de Fernando VII con manto real del Canal Imperial de Aragón. 1815. Óleo sobre lienzo. 237 x 153 cm. Depósito en el Museo de Zaragoza
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Goya - Duque de San Carlos (Retrato de cuerpo entero de José Miguel de Carvajal y Vargas) 1815. Óleo sobre lienzo, 280 x 125 cm. La pincelada es corta y densa, y en ocasiones muy suelta, como en la faja. Es en obras como esta, por las que se considera a Goya precursor de corrientes posteriores.
En 1815 Goya recibió el encargo del Canal Imperial de Aragón para realizar sendos retratos de Fernando VII y del Duque de San Carlos, recibiendo 19.080 reales de vellón. Para no defraudar a una de las personas más poderosas de España, el maestro realizó un sensacional boceto de la cabeza para más tarde ponerse a trabajar en el retrato de cuerpo entero. Don José Miguel de Carvajal Vargas y Manrique era un incondicional de Fernando VII, participando en la Conspiración de El Escorial de 1807 y en el Motín de Aranjuez que costó el cargo a Godoy al año siguiente. Nombrado mayordomo mayor de palacio acompañó al rey al exilio y fue nombrado teniente general y Secretario de Estado en 1814. No era excesivamente atractivo ya que destacaba por su escasa estatura, su fealdad y su vista corta, pretexto empleado por el rey para destituirle. De este personaje Goya sacó buen partido, presentándolo en el salón de un palacio, vistiendo de etiqueta con casaca entorchada y calzón negro, apoyándose pretenciosamente en el bastón de mando. El Toisón de Oro y la banda de la Orden de Carlos III, además de otras insignias y condecoraciones, se convierten en centro de atención, al igual que el rojizo fajín. Pero la cabeza es lo que más impacta al espectador, llena de expresión, acompañada por las preciosistas condecoraciones efectuadas con toques rápidos y empastados, casi impresionistas.
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Goya. Retrato de Dama con Mantilla. Lienzo, 61 x 51 cm. Fue pintado en 1815-24. Se trata de un retrato de busto de una dama de aire majestuoso y profunda mirada. Museo de Zaragoza
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Goya. La letra con sangre entra o Escena de escuela. 1780 - 1785. Óleo sobre lienzo, 19,7 x 38,7 cm. Museo de Zaragoza
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Goya - Retrato de Ramon de Pignatelli de cuerpo entero, h. 1790. Óleo sobre lienzo. 219 x 137 cm. Museo de Zaragoza
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Goya. El sueño de San José. 1771. Óleo sobre lienzo. 129 x 93 cm. Museo de Zaragoza
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Goya. Muerte de san Francisco Javier. 1775-80. Lienzo, 78 x 52 cm. Fue pintado en 1775-80. Destaca el rostro moribundo, constituido con decididas pinceladas que lo dotan de poderosa expresividad, al igual que las manos enjarciadas sobre el crucifijo. Museo de Zaragoza
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Goya - Virgen del Pilar. 1775-80. Presenta una gloria de la Virgen rodeada de ángeles. Está rodeada de querubines voladores y en la parte baja tres ángeles la sujetan. Museo de Zaragoza
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Goya - San Luis Gonzaga meditando en su estudio ante un crucifijo. Óleo sobre lienzo, 261 x 160 cm. Fue pintado en 1781-85. En este cuadro se aúnan composición y simbolismo. El santo mira el Cristo que empuña, pero lo sostiene envolviéndolo en un blanco pañuelo que significa la pureza y la protección al tacto humano. Museo de Zaragoza
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Goya - Cabeza de hombre con sombrero. Hacia 1773. Óleo sobre lienzo, 31 x 42 cm. Esta obra sólo se adjudica a 'la Escuela Aragonesa', aunque esta tela ha sido repetidamente considerada como autorretrato de Goya. Museo de Zaragoza.
Este magnífico retrato de hombre joven sigue siendo un enigma para los estudiosos. La crítica no se pone de acuerdo en cuanto a su autoría ni a la identidad del modelo. Se han barajado varias posibilidades: que se trate de un autorretrato de Goya joven; que sea un retrato de Francisco Bayeu pintado por su cuñado Goya o el autorretrato de Francisco Bayeu.
La primera referencia documental que se tiene sobre esta obra es del año 1828, fecha de la publicación del Catálogo de las pinturas y esculturas de la Real Academia de San Luis de Zaragoza, redactado por N. Lalana y T. Llovet, en el que aparece con el número 22, que todavía es visible sobre el lienzo en el ángulo inferior derecho, e identificado como Retrato de Francisco Bayeu por su propia mano. En el catálogo de la exposición conmemorativa del primer centenario de la muerte de Goya, celebrada en el Museo de Zaragoza en 1928 aparece identificado como Autorretrato de don Francisco Bayeu y justifican que "para atribuir a D. Francisco Bayeu esta hermosa producción se funda la Academia en el catálogo razonado que de las obras de su Museo redactaron en 1828 profesores contemporáneos de Bayeu y de Goya". En esas fechas ya se había adjudicado la autoría de la obra a Goya por parte de algunos autores como Beruete y Mayer.
Lo cierto es que no conocemos la fuente de ingreso de esta pintura en los fondos de la Academia. Es razonable pensar que entró a través de una donación del entorno de los Bayeu y que, por consiguiente, se le atribuyera no sólo la propiedad sino también la autoría. Pero no olvidemos que, en el entorno familiar de los Bayeu, Goya está presente al menos desde 1763 y de sus primeras etapas el maestro conservaría algún trabajo considerado menor y por lo tanto anónimo.
Lalana y Llovet no esgrimen argumentos y hay que tener presente que en la redacción de su catálogo hay atribuciones confusas, incluso entre los que podemos considerar sus contemporáneos. Así pues el argumento documental, sin demasiada fuerza desde mi punto de vista, adjudica esta obra a la mano del suegro de Goya sin más justificación. Desde el punto de vista artístico, y al margen de las identificaciones, no cabe duda de la calidad excepcional de este retrato.
Se nos presenta como un estudio sin concluir en el que se observa un preciso dibujo y un estudiado efecto lumínico, con un claroscuro muy marcado. El gran sombrero oscuro deja en sombras parte del rostro, lo que no resta expresividad a la mirada y, sin embargo, realza el modelado de la zona iluminada, destacando el tratamiento de la boca, cuyo rictus y carnosidad concentra junto con la mirada toda la fuerza psicológica del personaje. Ironía o escepticismo parece reflejarse en este rostro de gran carga expresiva y naturalidad, que establece una fácil comunicación con el espectador y nos parece tan cercano.
Este sombrero, muy popular en la indumentaria dieciochesca, aparece de forma repetida en escenas en las que Goya refleja ambientes populares, La caza de la codorniz, El juego de pelota o Los zancos, por ejemplo. El recurso de la sombra del ala ocultando la mirada está presente en el personaje central de La caza de la codorniz, entre los majos de La maja y los embozados y este efecto lo desarrolla en la luz tamizada sobre el rostro femenino de El quitasol e incluso en la mujer con sombrero de La gallina ciega.
Sin embargo estamos ante un boceto, un estudio preliminar, como lo prueba el que quede a la vista la capa pictórica de preparación, la imprimación rojiza, tan característica de Goya pero también de la escuela aragonesa en la que se forma con Luzán y Bayeu. Es un boceto acabado. Algo similar a lo que realiza Mengs en sus estudios de cabezas, como la del papa Clemente XIII, la de María Luisa de Barbón, ambas en colecciones particulares, o las de apóstoles conservados en el Museo del Prado (N.I.2202/2203).
En un examen detallado de la obra pudo comprobarse que la tela era de buena calidad, gruesa y muy tupida, y que esa capa preparatoria de ocre rojo no la cubría en su totalidad, lo que no es de extrañar tratándose de un boceto. La exquisita soltura del pincel, los estratégicos empastes, los efectos de penumbra y claroscuro, la naturalidad expresiva del personaje y el efecto de lo inacabado dan a esta obra un toque de modernidad que encaja perfectamente en la trayectoria goyesca. (María Luisa Cancela Ramírez de Arellano. 1996)

Otras obras

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Francisco Bayeu. Coronación de espinas. 1757 h. Óleo sobre lienzo, 90 x 37 cm. Museo de Zaragoza
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Francisco Bayeu. Extasis de San Antonio Abad. 1753 h. Óleo sobre lienzo, 67 x 46 cm. Museo de Zaragoza.
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Francisco Bayeu. Sebastiana Merclein (su mujer). 1791 h. Óleo sobre lienzo, 45 x 37 cm. Museo de Zaragoza
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Francisco Bayeu. Feliciana Bayeu. 1789. Óleo sobre lienzo, 45 x 37 cm. Museo de Zaragoza
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Francisco Bayeu. Santo Tomás de Aquino venciendo a los herejes (h. 1760), Museo de Zaragoza
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Vicente Berdusán - San José con el Niño Jesús. 1672. Museo de Zaragoza
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Vicente Berdusán - Conversión del duque Guillermo de Aquitania por San Bernardo de Claraval. 1673. Cuadro perteneciente a una serie sobre la vida de San Bernardo destinada al Monasterio de Veruela (Zaragoza) y conservada en el Museo de Zaragoza
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José Luzán Martínez. San José y el niño Jesús, h. 1750. Museo de Zaragoza
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Cecilio Pla Gallardo. Cabeza de etíope. Óleo sobre lienzo. 55.5 x 44.5 cm. Museo de Zaragoza
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Federico Jiménez Nicanor - Episodio de la Desfensa de Zaragoza frente a los franceses. Museo de Zaragoza
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Francisco Ximénez Maza - Vulcano, siglo XVII. Museo de Zaragoza
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José Luzán - Sueño de José, hacia 1770. Museo de Zaragoza
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José Villegas Cordero. Aquí fue Troya. (Escena del Quijote). 1905. Óleo sobre lienzo. 60 x 80 cm. Museo de Zaragoza
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Juan de Juanes - Alfonso V el Magnánimo. Museo de Zaragoza
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Juan Felices de Cáceres - Huida a Egipto. Museo de Zaragoza
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Jusepe Martínez - San Pedro Nolasco. Museo de Zaragoza
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Jusepe Martínez Lurbe - Autorretrato pintando a su padre Daniel Martínez. Museo de Zaragoza
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Jusepe Martínez - Santa Cecilia. Museo de Zaragoza
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Maestro de Sijena - Cristo ante Herodes (Tabla del retablo mayor del monasterio de Sijena), 1519. Museo de Zaragoza
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Mateo González - Grabado de Santo Dominguito del Val (1793). Museo de Zaragoza
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Anónimo - San Vicente Ferrer (s. XIX). Museo de Zaragoza
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Pablo Rabiella - San Pedro y San Pablo. Museo de Zaragoza
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Pedro Pertús - Retrato ideal de Alfonso II de Aragón. Óleo sobre lienzo. Museo de Zaragoza
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Rafael Pertús - Nombramiento del general Alonso por Juan II de Aragón para la guerra con Castilla, siglo XVII. Museo de Zaragoza
Museo de Zaragoza. Sección de Arqueología
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En la sección de arqueología se encuentran materiales desde la edad prehistórica hasta la época musulmana entre los que destacan el bronce de Botorrita, la cabeza romana de Augusto en carneola (sardónice) hallada en Turiaso (Tarazona) o restos arqueológicos del Palacio de la Aljafería.
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Animal fantástico, siglo XI. Yeso moldeado y tallado con restos de policromía. Procede de la decoración del intradós de uno de los arcos del patio de Santa Isabel del Palacio de la Aljafería. Museo de Zaragoza
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Taller de la Aljafería, capitel de orden coríntio, siglo XII (?). Piedra arenisca tallada. Museo de Zaragoza, procede del Palacio de la Aljafería.
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Lauda sepulcral 1011 (402 de la Hégira), piedra caliza tallada. Hallado en la ermita de Azuara (Zaraoza). Museo de Zaragoza.
"Oh gentes! Las promesas de Dios son verdad: no os deslumbre la vida presente ni os ciegue en las cosas de Dios la ilusión; éste es el sepulcro de Nasar, hijo de Abd al-Rahman, Dios le haya perdonado: murió el día [...] del més de Muharram, año dos y cuatrocientos" (traducido al español por Francisco Cordera Zaidín)
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Plato de Celadón, taller chino (Yaozhou), dinastía Song del Norte, 960-1127. Porcelana verde celadón moldeada y esmaltada. Hallado en la excavación realizada en el palacio de la Aljafería. Museo de Zaragoza
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Fragmento de mango curvado de marfil con escenas mitológicas de amazonomaquia (siglo V ddC). Caesraugusta (Calle Espoz y Mina, Zaragoza). Museo de Zaragoza
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Pesa antropomorfa. Contrebia Belaiska (Botorrita, Zaragoza) Siglos II y I adC. Museo de Zaragoza
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Arca ferrata (siglo I ddC). Turiaso. Museo de Zaragoza
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Bronce de Botorrita I. Museo de Zaragoza
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Bronce de Botorrita II. Museo de Zaragoza
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Bronce epigráfico cortonense. Siglo I adC. Límite entre provincias Soria y Zaragoza. Museo de Zaragoza
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Crátera con decoración pintada. Cabezo de Alcalá (Azaila, Zaragoza) Siglo I adC. Museo de Zaragoza
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Crátera con decoración pintada. Contrebia Belaiska (Botorrita, Zaragoza) Siglos II y I adC. Museo de Zaragoza
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Cuenco con decoración pintada. Cabezo de Alcalá (Azaila, Zaragoza) Siglo I adC. Museo de Zaragoza
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Grafito falso turtibeirkakokeaos ocalakom sobre cerámica campaniense (siglo I adC). Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel). Museo de Zaragoza
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Kalathos ibérico decorado. Cueva del Cabuchico (Azuara, Zaragoza) Siglo I adC. Museo de Zaragoza
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Kalathos. Contrebia Belaiska (Botorrita, Zaragoza) Siglos II y I adC. Museo de Zaragoza
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Martillos de piedra, Primera Edad del Hierro. Cabezo de la Cruz, 750 a 500 adC. Museo de Zaragoza
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Deméter - Ceres (s. IV ddC). Villa de la Malena. Mármol de Carrara. Museo de Zaragoza
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Restos de la iglesia de Nuestra Señora del Portillo. Losa sepulcral de don Jerónimo Blancas (siglo XVI). Alabastro. Museo de Zaragoza
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Estatua varonil (siglo I adC). Marmol blanco. Museo de Zaragoza
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Apolo. Museo de Zaragoza
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Retrato del emperador Claudio (41 - 51 ddC). Bilbilis. Mármol de Lubrín (Almería). Museo de Zaragoza
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Retrato del Drusus Minor (4 ddC). Caesaraugusta. Mármol blanco. Museo de Zaragoza
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Retrato de Divus Augustus (98-103 ddC). Turiaso. Carneola. Museo de Zaragoza
 
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Cabeza celtibérica (siglo II adC). Durón de Belmonte (Zaragoza). Arenisca. Museo de Zaragoza
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Cabeza de sátiro (siglo I ddC). Caesaraugusta. Marmol blanco con restos de pintura original. Museo de Zaragoza
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Estela funeraria de Valpalmas,Tiña del Royo, Luna, Zaragoza (1250 a 750 adC). Piedra arenisca. Museo de Zaragoza
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Escudo de Zaragoza de la puerta de la Torre Nueva (hacia 1600). Alabastro. Museo de Zaragoza
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Escudos del Palacio la Diputación del Reino de Aragón. (Fachada del edificio hoy desaparecido, custodiados en el Museo de Zaragoza
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Fauno ebrio (siglo I ddC). Caesaraugusta. Mármol blanco. Museo de Zaragoza
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Restos de la iglesia de Nuestra Señora del Portillo. Sepulcro del Vicecanciller Antonio Agustín (hacia 1527). Alabastro. Museo de Zaragoza
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Restos del Palacio General del Reino (1539). Piedra arenisca. Museo de Zaragoza
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Sillar de la muralla romana. Caesaraugusta. Alabastro. Museo de Zaragoza
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Restos de la iglesia de Nuestra Señora del Portillo (hacia 1527 - 1529). Alabastro. Museo de Zaragoza
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Pintura Mural (114-138 ddC). Caesaraugusta (Calle San Agustín, Zaragoza). Museo de Zaragoza
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Calendario agrícola (segunda mitad s. IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Calendario agrícola (segunda mitad s. IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Calendario agrícola (segunda mitad s. IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Calendario agrícola (segunda mitad s. IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Eros y Pan (siglo II a III ddC). Caesaraugusta. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Eros y Psique (siglo IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Motivo geométrico (segunda mitad s. IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Motivo geométrico (siglo I a II ddC). Caesaraugusta. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Venus y Eros (segunda mitad s. IV ddC). Villa Fortunatus. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Orfeo (siglo II a III ddC). Caesaraugusta. Mosaico. Museo de Zaragoza
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Pavimento de suelo (siglo V d.C.). Villa romana en Estada (Huesca). Mosaico. Museo de Zaragoza
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Triclinio de la calle Añón (siglo I ddC). Caesaraugusta. Museo de Zaragoza
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Triclinio de la calle Añón (siglo I ddC). Caesaraugusta. Museo de Zaragoza
Colección de Arte Oriental Federico Torralba
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El Museo de Zaragoza ha reabierto la sala dedicada a la colección de Arte Oriental Federico Torralba. En ella se guarda una muestra de la colección Federico Torralba, compuesta por más de un millar de piezas entre esculturas, pinturas, estampas, grabados, objetos lacados, cerámicas y porcelanas de China, Japón, Corea, Tailandia, Tibet, Nepal y otros países, y una biblioteca especializada con 2000 obras que constituyen uno de los más significativos conjuntos ingresados en el Museo de Zaragoza.
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Pieza de la Colección de Arte Oriental del Museo de Zaragoza
La exposición de Arte Oriental se divide en tres grandes apartados. El primero está dedicado al arte búdico, cuyo conjunto mayoritario está formado por esculturas y cabezas de Buda (de Japón, China, Tailandia, Birmania, Tibet y Mongolia), destacando entre todas una cabeza en pizarra del siglo III d. C. procedente de la región de Gandhara.
El segundo, dedicado a China, con una selección de porcelanas y cerámicas de época Song, Yuan, Ming y República, a través de las cuales se puede apreciar la evolución a lo largo de tiempo. Destaca por la variedad y elegancia de sus formas la serie de porcelanas de color “sangre de buey” (siglos XVII-XIX), que ocupan el centro de la vitrina.
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Lirios japoneses. Colección de Arte Oriental Federico Torralba. Museo de Zaragoza
El tercer apartado se consagra a Japón, con múltiples cajas de madera lacadas para diferentes usos, destacando entre ellas los inros (cajitas de madera que se llevaban colgadas a la cintura para conservar medicinas, el sello…). Destacan también los ukiyo-e, estampas (xilografías japonesas en las que intervenían pintores, xilógrafos, grabadores y editores) inspiradas en la vida cotidiana de los barrios de la capital y en el teatro kabuki.
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Utagawa Yoshiiku. La belleza de las estaciones en el arte japonés. Colección Federico Torralba de Arte Oriental. Museo de Zaragoza
Se suma a la colección de Bellas Artes del Museo de Zaragoza la colección donada por Federico Torralba Soriano de Arte Oriental. La colección consta de varios centenares de piezas, entre esculturas, pinturas, cerámicas, grabados y objetos de uso cotidiano, como baúles, abanicos,muebles, etc.
Las piezas más representativas son los grabados japoneses (con obras de los principales autores: Hokusai, Utamaro, Hiroshige, etc), las cerámicas chinas y japonesas (Song, Ming,Quing) destacando la colección de cerámica "sangre de buey" y algunas obras búdicas de origen diverso, descollando la pieza más antigua de la colección, una cabeza grecobúdica proveniente de Gandhara, Pakistán.
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Fachada del Museo de Zaragoza.
Servicios. El museo de Zaragoza ofrece asimismo servicios de conservación y restauración, biblioteca, departamento de publicaciones, tienda y área de educación, comunicación y actividades culturales que ofrecen recursos didácticos.

Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado al al Museo de Zaragoza, un extenso museo que alberga grandes obras de arte y arquelogía.

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