Domínguez Bécquer, Joaquín

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megaurbanismo
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Domínguez Bécquer, Joaquín

Mensaje por megaurbanismo » Lun, 27 Dic 2021, 09:09

Este trabajo está dedicado al pintor costumbrista andaluz Joaquín Domínguez Bécquer. Fue el tío del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y del pintor Valeriano Domínguez Bécquer así como primo del también pintor costumbrista José Domínguez Bécquer, con quién colaboró en muchas obras.


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Joaquín Domínguez Bécquer, (Sevilla, 1817 - 26 de julio de 1879). Pintor español.

Formado en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, institución de la que llegó a ser catedrático, director y académico (1847) Profesor de dibujo de los hijos de los duques de Montpensier, en 1850 fue nombrado pintor honorario de Cámara gracias a los magníficos trabajos de restauración que realizó en el Alcázar sevillano, trabajos encargados por la corte de Isabel II. Su certero y suelto dibujo y el acertado dominio del color serán sus mejores virtudes artísticas, que podemos comprobar en sus escenas costumbristas. También se dedicó al retrato y realizó alguna incursión en la pintura de historia.

Máximo exponenente de la pintura costumbrista sevillana entre su producción pictórica destacan sus obras con tema sevillano como "La Plaza de la Maestranza de Sevilla", la "Vista de Sevilla desde la Cruz del Campo" y "La Feria de Sevilla". También realizó retratos y obras con temática histórica pero de mucho menos nivel artístico. Su obra se encuentra representada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Sus mejores obras pertenecen a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, cedidas por la baronesa en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen de Málaga.


ESCUELA SEVILLANA

En el reinado de Fernando VII se advierte en Sevilla la actividad de un modesto grupo de pintores neoclásicos, entre los cuales destaca Juan de Hermida (al que se cita, pero no he encontrado obra), no precisamente por su clasicismo sino por ser el primero que, con discreta técnica practicó una pintura de carácter costumbrista. Además también se pueden incluir a los siguientes, con obras importantes:

• Antonio Cabral Bejarano (1798-1861). Figura dominante en el panorama de la pintura romántica sevillana. En su taller de pintura se formaron numerosos pintores, como sus propios hijos: Francisco Cabral y Aguado Bejarano y Manuel Cabral y Aguado Bejarano, los hermanos Gustavo Adolfo Bécquer y Valeriano Bécquer o Manuel Barrón, entre otros.

• José Domínguez Bécquer (1805-1841). Representó diferentes escenas de carácter popular, también practicó el retrato, la pintura religiosa, el dibujo y la acuarela. Fue padre del célebre poeta Gustavo Adolfo Bécquer y el pintor Valeriano Domínguez Bécquer y también primo Joaquín Domínguez Bécquer reconocido pintor costumbrista.

• Joaquín Domínguez Bécquer (1811-1871), pintor costumbrista. Fue el tío del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y del pintor Valeriano Domínguez Bécquer así como primo del también pintor costumbrista José Domínguez Bécquer, con quién colaboró en muchas obras.

• Valeriano Domínguez Bécquer (1833-1870). Pintó escenas costumbristas y retratos. Estudió con su tío el pintor Joaquín Domínguez Bécquer. Pese a su escasa obra, es uno de los pintores más característicos del costumbrismo romántico. Fue hijo del pintor José Domínguez Bécquer, sobrino del también pintor Joaquín Domínguez Bécquer y hermano del famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer. También pintó notables retratos y caricaturas e ilustraciones junto a su hermano Gustavo Adolfo que también hizo sus pinitos en la pintura.

• José Roldán y Martínez (1808-1871), es considerado uno de los pintores más representativos del romanticismo sevillano. Su obra está dedica principalmente a la realización de retratos y a la pintura de temas costumbristas. Su arte estuvo muy influenciado por la figura de Murillo, tanto en la selección de temas como en la técnica pictórica y el colorido. Representó con frecuencia en sus lienzos niños de la calle, mendigos y pilluelos, tal como ocurría en la pintura española del siglo XVII.

• Andrés Cortés y Aguilar (1815-1879), pintor fundamentalmente costumbrista. Fue alumno de la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal y perteneció a la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Fue un pintor versátil en todo, su obra abarca desde el paisaje al bodegón, desde el retrato al paisaje de género. A pesar de ser un trabajador incansable, actualmente es poco conocido a nivel popular.

• José María Romero y López (1815-1880), fue un pintor romántico que desarrolló su actividad artística en la ciudad de Sevilla, en la que se cree que nació y murió, aunque no existe constancia documental. Destacó como retratista, especialmente de niños, aunque también realizó obras de temática religiosa, campo en el que se le considera un continuador de Murillo.

• Manuel Barrón y Carrillo (1814-1884). Máximo exponente y, posiblemente, mejor representante del paisajismo romántico andaluz y sevillano. Sus destacables paisajes le dieron notoria fama. Por ellos Barrón ostenta un importante reconocimiento, siendo considerado por tanto un excelente paisajista. Famosos son aquellos que dedica a los entornos urbanos, paisajes en los que pinta figuras humanas dando a estas obras un toque escenográfico y costumbrista.

• Francisco Cabral y Aguado Bejarano (1824-1890). Su producción artística está compuesta principalmente por temas costumbristas andaluces, retratos, temas religiosos y copias de las obras de Murillo. Hijo del pintor Antonio Cabral Bejarano y hermano del también pintor Manuel Cabral y Aguado Bejarano.

• Manuel Cabral y Aguado Bejarano (1827-1891). Es uno de los mejores representantes del costumbrismo andaluz dentro del romanticismo español. Hijo del pintor Antonio Cabral Bejarano y hermano del también pintor Francisco Cabral y Aguado Bejarano.

• José Jiménez Aranda (Sevilla 1837-1903). Es uno de los más destacados representantes de la pintura andaluza del siglo XIX. Sus escena costumbristas y retratos son de verdadero mérito. Su formación transcurre en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y sus primeras creaciones se identifican con el costumbrismo de la época, aunque pronto destaca por sus cualidades como dibujante. En 1871 se instaló en Roma, donde conoció a Fortuny. Fue amigo de Joaquín Sorolla, al que influyó en su obra.

• Luis Jiménez y Aranda (1845-1928). Pintor costumbrista, hermano de los también pintores artísticos José y Manuel Jiménez Aranda, este último poco conocido. Se especializó en la pintura histórica, aunque también cultivó la costumbrista, ambas con un estilo verista y de gran acento dibujístico que revela la gran influencia de su hermano José.

• José Villegas Cordero (1848-1921). Se dedicó a la pintura de historia, costumbrista y de casacones. Formado primero en el taller sevillano del pintor José María Romero, y en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, completó su aprendizaje junto a Eduardo Cano de la Peña. Una vez concluidos sus estudios, el joven artista viajó a Madrid, donde conoció personalmente a Fortuny, lo que le hizo interesarse por la pintura de género.

• José García Ramos, (1852-1912). Se trata de un pintor costumbrista perteneciente a la escuela decimonónica sevillana y uno de sus máximos exponentes. Su dibujo es grácil y su pincelada colorista. La mayoría de sus obras reflejan la vida diaria de la Sevilla de finales del siglo XIX. Fue discípulo de José Jiménez Aranda. También influyo en su obra Fortuny.

• Gonzalo Bilbao Martínez (1860-1938), considerado como uno de los mejores pintores impresionistas sevillanos, también practicó durante años el costumbrismo y la la temática de historia principalmente. Se inicia desde niño en el dibujo alentado por José Jiménez Aranda. Fue maestro de Alfonso Grosso Sánchez.

Espero os resulte interesante la recopilación de este pintor sevillano, sea de vuestro interés y contribuya para divulgar su obra.




Algunas obras


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Autorretrato. Autor: Joaquín Domínguez Becquer. 1860 h. Colección Particular. Óleo sobre lienzo. Joaquín Domínguez Bécquer también se dedicó intensamente al retrato, siendo uno de los mejores ejemplos este autorretrato que contemplamos. El pintor aparece vestido de cazador, en actitud de descansar, acompañado de dos perros. Mantiene su estilo de pintor costumbrista, aunque aquí se supera e incluso muestra influencias velazqueñas. A destacar el magnífico dibujo, el interés por la descripción de los detalles, la gama cromática empleada -ocres, marrones y sienas- y los efectos lumínicos, especialmente en la puesta de sol del fondo, iluminación que también baña el primer plano. Nos encontramos, por lo tanto, ante un retrato de elevada calidad.


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La plaza de la Real Maestranza. Autor: Joaquín Domínguez Becquer. 1855. Museo de San Telmo (San Sebastián). Óleo sobre lienzo. Joaquín Domínguez Bécquer nos presenta una vista panorámica de la plaza de toros sevillana en un día de corrida. En el centro del ruedo podemos contemplar el desfile de las cuadrillas ante la Presidencia mientras los monosabios terminan de alisar la arena y el subalterno espera la señal del presidente para abrir la puerta de toriles. En las gradas los espectadores se acomodan y jalean a sus ídolos con pañuelos y sombreros. Tras la plaza se aprecia la imponente silueta de la Catedral con sus arbotantes y la imprescindible Giralda. Es ésta una de las vistas urbanas más afortunadas salida de los pinceles de Domínguez Bécquer, conteniendo los elementos identificativos de la ciudad de Sevilla. Como podemos apreciar, el dibujo exhibido por el maestro es muy seguro y firme, demostrando sus virtudes a la hora de realizar detalles, su dominio del color y de la luz, especialmente en los efectos de luces y sombras. Las nubes también son un elemento de interés en la escena al crear sensación de movimiento. La Real maestranza se construyó hacia 1707, durante el reinado de Felipe V, sufriendo sucesivas remodelaciones y demoliciones, especialmente en el siglo XIX cuando se sustituyeron los elementos de madera por otros de piedra.


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Día de Carnaval al pie de la Lonja. Autor: Joaquín Domínguez Becquer. Fecha: 1860 h. Museo Romántico de Madrid. Óleo sobre lienzo. Las virtudes artísticas de Domínguez Bécquer se fundamentan en la posesión un dibujo suelto y cierto al tiempo que su dominio del color le permitió obtener tonos brillantes y luminosos, describiendo en sus lienzos acontecimientos o circunstancias festivas como en esta escena.


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Escena en un mesón. Autor: Joaquín Domínguez Becquer. Fecha: 1860 h. Colección Particular. Óleo sobre lienzo. Las escenas costumbristas sevillanas se dividen en asuntos festivos digamos "oficiales" -ferias, procesiones, desfiles- y escenas populares como esta composición en la que observamos el interior de una taberna sevillana de la época, donde encontramos un cuadro de baile -a la izquierda- y una partida de cartas -a la derecha-. En esta ocasión, el dibujo no es tan difuminado, aunque Domínguez retrata de una forma magistral la clase popular sevillana y sus diversiones. A pesar de esa difuminación, Domínguez consigue unos excelentes detalles como observamos en los vestidos, las cartas o el mantel, demostrando su habilidad para coordinar los gestos y las actitudes de todos los personajes. Gracias a planos alternantes de luz y sombra, el pintor consigue en la escena una interesante profundidad espacial que remata con una vista de las típicas casas populares andaluzas, con una parra y una pareja flirteando.


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Vista de Sevilla desde la Cruz del Campo. Autor: Joaquín Domínguez Becquer. Fecha: 1854. Museo de San Telmo (San Sebastián). Óleo sobre lienzo. En esta escena Domínguez Bécquer nos muestra una vista panorámica de la ciudad de Sevilla desde la Cruz del Campo, destacando al fondo las siluetas de la Giralda y de la Catedral. Nos llama la atención la minuciosidad dibujística a la hora de colocar tantos personajes, todos y cada uno en actitudes cotidianas. El pintor juega muy bien con la iluminación, subrayando el atardecer con la luz muy difusa, casi amarillenta, que deja en sombra la zona de la izquierda. El colorido empleado tiene unas tonalidades brillantes y luminosas.


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Escena andaluza. 1849, Óleo sobre lienzo de 52 x 74 cm. Realizado por el pintor costumbrista andaluz Joaquín Domínguez Bécquer


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Anciana y un niño bailando. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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Primavera en la ermita. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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Escena con árabes y camellos. 1877. Óleo sobre linzo, 32 x 42,5 cm. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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La Plaza de San Francisco durante el desfile de luna cofradía en la Semana Santa sevillana. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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Retrato de Alberto Lista y Aragón. Litografía De La Revista Medica. Cádiz. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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Sorianos danzando. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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Escena de Baile Andaluz, obra de Joaquín Domínguez Bécquer


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"La paz de Wad-Ras" Ayuntamiento de Sevilla. Obra de Joaquín Domínguz Bécquer


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Procesión religiosa en Sevilla. Cuadro de Joaquín Domínguez Bécquer, tío del inmortal poeta, donde se representa la procesión de la cofradía de Pasión alrededor del año 1853.



Joaquín Domínguez Bécquer en el Museo Carmen Thyssen de Málaga


Joaquín Domínguez Bécquer (Sevilla, 1817 - Sevilla, 1883).

Nace en Sevilla el 25 de septiembre de 1817. Tras sus estudios primarios, asiste a la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal y al estudio de su primo José Domínguez Bécquer (1805-1841), en donde se especializó en pintura costumbrista y con el que colaboró en cuadros de asuntos populares vendidos en su mayor parte a ¬forasteros. Participó en exposiciones que organizaban en la ciudad instituciones como el Liceo Sevillano (1838, 1840...). Con fama bien ganada, en 1845 figuró como director de las obras de restauración de los Reales Alcázares de Sevilla, lo que le valió que cinco años después fuese nombrado pintor de cámara de la reina Isabel II. Tales méritos propician su elección como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, de la que en 1847 es profesor, director de dibujo y académico de honor. Nueve años después se le concede el primer premio y medalla de oro en la exposición celebrada en el museo por la citada corporación. En 1866 es elegido académico de la Real de San Fernando de Madrid.

Joaquín Domínguez Bécquer estuvo muy vinculado a los duques de Montpensier, en cuyo palacio de San Telmo ejerció como preceptor de dibujo de sus hijos y pintó para ellos, sobre todo retratos.

Sus cuadros costumbristas figuraron en importantes colecciones de la época y se exhibieron en la Exposition Universelle de París en 1855 y al año siguiente en la primera Nacional de Bellas Artes de Madrid. También fue un fecundo pintor de historia, lo que corrobora el hecho de que en 1860 el Ayuntamiento de Sevilla le encargase La paz de Wad-Ras, cuadro conmemorativo de la guerra de Marruecos de 1859-1860, realizando para documentarse un viaje al país, a cuyo regreso recibió la Cruz de Carlos III.

Murió en Sevilla el 26 de julio de 1879.


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Joaquín Domínguez Bécquer - Cita de paseo. 1841. Óleo sobre lienzo, 69 x 47 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Por una estrecha callejuela pasean dos mozas envueltas en sus mantillas negras, seguidas de su encorvada y vieja dueña. A su paso por una confitería, cuyo letrero semiborrado puede leerse sobre la puerta, una pareja de majos embozados, apostados en la esquina contraria, les hacen una señal, indicando uno de ellos con la mano que requieren a las dos, seguramente para una cita posterior.

Pareja del lienzo que representa un Baile en un interior (cat. 35), ambos ilustran bien una de las modalidades más sencillas de las escenas populares andaluzas a las que dedicó su arte Joaquín Domínguez Bécquer, protagonizadas por pocas figuras, en formatos reducidos y casi siempre verticales, de pretensiones y tono más simple que las grandes vistas panorámicas repletas de figuras más celebradas de este artista, y de las que la colección de la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza guarda también destacados ejemplos.

Son en este caso pinturas muy tempranas de su producción, en las que queda de manifiesto el gusto de este pintor por una gama de color muy sobria, abundante de ocres y especialmente de negros, que caracterizarán buena parte de su obra, así como la importancia que concede al entorno escenográfico en que se desarrollan las escenas, especialmente elocuente en este caso, en el que Bécquer despliega una elaborada perspectiva arquitectónica de una calleja de una ciudad, seguramente Sevilla, algo forzada y empequeñecida por las proporciones de los personajes, que apenas tienen sitio para desenvolverse en el angosto espacio de la calle. En este sentido, es muy interesante técnicamente el tratamiento que el artista da a las fachadas de las casas, matizadas con transparencias coloreadas y betunes, que les conceden un aspecto avejentado, aumentando así su sabor pintoresco.



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Joaquín Domínguez Bécquer - Baile en un interior. 1841. Óleo sobre lienzo, 69 x 47 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.

Compañero del lienzo que representa una Cita de paseo (cuadro anterior), este tipo de pequeñas escenas populares, pintadas y vendidas casi siempre por parejas, en principio no tienen necesariamente que guardar relación argumental alguna, aunque en este caso pudiera intuirse una posible secuencia narrativa entre ambas.

En efecto, si en el cuadro compañero una pareja de majos citaba por señas a dos mozas para verse después, ésta podría ser la secuencia posterior, en la que, libres ya de la presencia incómoda y vigilante de la huraña dueña, los jóvenes se divierten bailando en el interior de una taberna o venta, concurrida por numeroso gentío. Una de las parejas está en pie, castañuelas en mano, comenzando a ejecutar pausadamente los primeros pasos de su baile, mientras los demás se agrupan en su entorno, aunque la mayoría de ellos distraídos en amena conversación.

En esta pintura queda aún más evidente la importancia que Bécquer concede al desarrollo escenográfico de las arquitecturas en que ambienta sus escenas, en este caso de muros desnudos y techumbres altas, que no permiten distinguir claramente la naturaleza del local, y que subrayan la verticalidad de la composición, enmarcando a las figuras en un espacio de gran amplitud, al contrario que en el lienzo compañero. Por lo demás, en ambas pinturas demuestra la evidente influencia de las pintorescas escenas andaluzas de idéntico formato pintadas por su primo José Domínguez Bécquer (1805-1841), de características formales muy semejantes, ya que incluso ambos artistas llegaron a pintar cuadros a medias, para satisfacer a la numerosa clientela –generalmente extranjera–, que demandaba con avidez este tipo de obras por su tipismo folclórico, especialmente apreciado por los viajeros ingleses que visitaron Sevilla en las décadas centrales del siglo XIX.

Por otra parte, el pintor demuestra igualmente su habilidad en el manejo de la luz que penetra por el ventanal lateral, marcando bruscos contraluces, que rasgan la penumbra del interior del local para destacar claramente la figura de la joven bailarina y la mujer que la contempla sentada en primer término –seguramente su acompañante del otro cuadro–, recortando con gran efectismo la silueta del mozo que se acoda en la pilastra del fondo, encaramado para contemplar mejor el baile.



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Joaquín Domínguez Bécquer - Maja y torero. 1838. Óleo sobre lienzo, 62 x 41,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Joaquín Domínguez Bécquer es uno de los más representativos pintores de la primera generación romántica sevillana y el más afortunado de la familia de artistas de este apellido, pues fue el que más vivió, sesenta y dos años, y el único que cosechó triunfos en vida.

El Quijote de los pintores, como le llamó el artista Mattoni por su carácter y por su figura, llegaría a gozar de la más alta estima e influencia en la sociedad sevillana de su tiempo como profesor, académico, preceptor de los hijos de los duques de Montpensier y conservador de los Reales Alcázares, entre otros cargos y prebendas. Mas, antes de su consagración como artista, debió abrirse paso en el difícil ambiente local practicando la pintura costumbrista junto a su primo José. En justa correspondencia, enseñaría después a su sobrino huérfano Valeriano. Ambos primos sentarían las bases del costumbrismo popular de claro acento sevillano en el que no faltaba la amabilidad murillesca, al tiempo que un dibujo definido y un entonado y suave colorido.

En 1838, Joaquín, que a la sazón contaba veintiún años de edad, ejecutaba esta obra y se convertía en el más caracterizado pintor sevillano del género costumbrista, pues tres años después moría su primo, a cuya práctica se había dedicado con fruición y monopolio. La seguridad en sí mismo y en su obra, le hizo presentarse entonces –¿con este cuadro?– a la primera exposición del flamante Liceo Sevillano. Sus cuadros comenzarían a cotizarse pronto cuantiosamente, pues, al año siguiente recibía la ingente cantidad de 1.200 reales por uno vendido al marqués de la Motilla.

La obra en cuestión recurre a una atractiva iconografía que presenta dos prototipos andaluces pintorescos: el torero y la maja, cuyo encuentro tiene lugar en un mesón iluminado alternativamente de luces y sombras. Él, fumando un habano y exhibiendo con aplomo una galana postura. Ella, con sonrisa insinuante y haciendo ademán de sacar una prenda para entregar al torero como talismán. Completa el conjunto la presencia de otras dos figuras en segundo plano que también forman pareja: el picador agitanado, sombrero en mano izquierda y pica en la diestra, y la criada. Completa el ambiente típico de la estancia, el cuadro mariano colgado en la pared.

El valor descriptivo de la obra viene abonado por la riqueza y el colorido de las indumentarias típicas, pudiéndosela considerar en rigor una pintura de trajes, mejor que de costumbres. La brillantez del traje de luces, el rosado capote, las zapatillas y montera negras y las medias blancas del torero; así como el traje blanco y la mantilla negra de terciopelo y los zapatos de charol de la maja.



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Joaquín Domínguez Bécquer - Baile en el exterior de una venta. 1867. Óleo sobre lienzo, 56,5 x 101 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Este lienzo, pareja del que representa La Feria de Sevilla (cat. 37), muestra un paisaje abierto, seguramente de los alrededores de esta misma ciudad, en el que varios personajes celebran una merienda campestre al atardecer, junto a una cruz de término. Al pie de la cruz de piedra que señala el cruce de caminos, un grupo de andaluces jalean con las palmas a una moza que baila haciendo sonar sus castañuelas. En el suelo puede verse el mantel con las sobras de la comida y, sentados a la sombra del pedestal descansa una pareja con su pequeño recién nacido, mientras unos pilluelos distraídos del grupo juegan tumbados en la hierba. Todos ellos son observados por un pastor de ovejas, que se apoya en su cayado al pie de unos pinos, en el extremo derecho.

Si el cuadro compañero es testimonio de la especial predilección de Joaquín Domínguez Bécquer por las escenas urbanas ambientadas en la ciudad de Sevilla –género en el que dejaría algunas de las obras más significativas de toda su producción–, este lienzo muestra por su parte la gran habilidad del artista en las panorámicas de amplios paisajes abiertos, de horizonte bajo y gran desarrollo de celaje, teñidas de una calma bucólica y aderezadas con pequeñas escenas costumbristas de sabor anecdótico, a las que nunca renunció.

En esta ocasión, el pintor demuestra una gran elegancia en la composición del paisaje, de marcado formato horizontal, desplazando los principales centros de atención hacia los extremos, y salpicando toda la campiña de elementos diversos que van conduciendo la mirada del espectador desde el primer término hasta la lejanía. Así, a partir del grupo principal, y siguiendo por la venta situada junto al camino, por el que transitan dos caminantes, las cabañas que se levantan más atrás flanqueando la calzada y el monasterio visible al fondo, tras la arboleda, los diferentes ingredientes del paisaje están tratados con una ejecución primorosa y atenta que no descuida, sin embargo, los elementos naturales de la campiña y, sobre todo, el amplio despliegue del cielo, surcado de nubes, que demuestran las indiscutibles facultades del pintor para este género, en el que destacó entre el resto de los pintores sevillanos del romanticismo tardío.


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Joaquín Domínguez Bécquer - La Feria de Sevilla.. 1867. Óleo sobre lienzo, 56,5 x 101 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Entre todos los festejos que se celebraban anualmente en la ciudad de Sevilla, fueron la Semana Santa y la Feria de Sevilla, más conocida como Feria de Abril, las que más llamaron la atención de los pintores costumbristas del siglo XIX, que plasmaron los aspectos más pintorescos de estas dos fiestas, que continúan siendo en la actualidad las más importantes de la capital andaluza, tanto por la vistosidad de ambas como por su singular poder de convocatoria.

La Feria de Sevilla fue una iniciativa de los industriales vascos José María Ybarra y Narciso Bonaplata quienes, el 25 de agosto de 1846, propusieron al Ayuntamiento instituir a partir del año siguiente una feria de ganado «vacuno, lanar y caballar», que además fuera motivo de festejo popular, debiendo instalarse con el «aparato y suntuosidad que tan preferente objeto merece»1. Así, desde su mismo nacimiento, el carácter mercantil de toda feria agrícola y ganadera quedó envuelto por el aire bullicioso, lúdico y exhibicionista de la fiesta popular, del que dejaron buen testimonio los artistas románticos, y que ha predominado hasta nuestros días.

Así, la Feria se extendía a lo largo del Prado de San Sebastián, extramuros de la ciudad, donde se levantaban las casetas de los feriantes y acudían las gentes de toda clase y condición a transitar por el paseo, saborear los productos de la tierra, cantar y bailar, como una verbena en la que, no obstante, quedaba bien patente el diferente rango social de sus visitantes.

De todo ello da muy bello testimonio este atractivo lienzo de Bécquer, en el que puede verse la puerta de San Fernando formando parte de la muralla, tras la que asoma la arboleda de los jardines de los Reales Alcázares y, al fondo, el caserío de la ciudad, sobre la que destaca, imponente y poderosa, la catedral con la Giralda.

A los pies de la muralla los feriantes instalan sus tiendas, casetas y entoldados. Entre ellos, varios caballeros y damas de la alta sociedad pasean a caballo o en coche, para no mezclarse con el gentío. En el extremo izquierdo, unos ganaderos se aprestan a comer de una olla común, a la sombra de un árbol. A su lado, otro exhibe para su venta un caballo árabe, pudiendo verse la hilera de casetas multicolores, ante las que una fríe y vende buñuelos y otros intentan vender un burro maltrecho a un inocente comprador.

En esta deliciosa escena festiva de la vida sevillana, Joaquín Domínguez Bécquer deja bien patente su maestría en la observación pintoresca de los diferentes tipos populares que acuden a la Feria, descritos con una minuciosidad colorista y anecdótica, de gran efecto narrativo, que consigue atraer irresistiblemente la atención del espectador.

Este mismo artista había pintado en 1855 otro aspecto de La Feria de Sevilla, tomada casi desde el mismo ángulo, aunque con distinto formato y composición, en la que tan sólo se repite la figura de la buñolera, siendo las más conocidas panorámicas de esta fiesta popular las pintadas por Andrés Cortés y Aguilar (1810-1879) y Manuel Rodríguez de Guzmán (1818-1867).

El cuadro ha de datarse el mismo año que su pareja, Baile en el exterior de una venta (cat. 36), de idéntico formato y carácter, firmado en 1867.

José Luis Díez y Gerardo Pérez Calero / carmenthyssenmalaga.org


Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado al al pintor costumbrista andaluz Joaquín Domínguez Bécquer. Fue el tío del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y del pintor Valeriano Domínguez Bécquer así como primo del también pintor costumbrista José Domínguez Bécquer, con quién colaboró en muchas obras.

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