Claudio Coello

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megaurbanismo
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Claudio Coello

Mensaje por megaurbanismo » Jue, 16 Dic 2021, 08:18

Este trabajo está dedicado al pintor madrileño Claudio Coello. Fue uno de los principales representantes de la escuela barroca madrileña. Pintó retratos y obras religiosas, siendo un extraordinario compositor de cuadros de altar. También destaca como pintor de frescos, técnica poco frecuente entre los pintores españoles de su tiempo. Fue admirador de Tiziano, Rubens y Velázquez, a los que estudió, de los cuales fue influenciado. Ocupó el puesto de pintor del rey a la muerte de Carreño de Miranda.
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Claudio Coello (Madrid, 1642 -Madrid, 20 de abril de 1693) fue un pintor barroco español. Influido por muchos otros artistas. Nació en Madrid en 1642, en una familia de origen portugués. Su padre, que era broncista, lo llevó al taller de Francisco Ricci, pintor de la escuela madrileña, para que le enseñara la técnica del dibujo y poder usarlo luego en su trabajo como broncista. Pero sus cualidades para la pintura hicieron que continuara su aprendizaje como pintor.
Con Ricci aprendió el lenguaje del barroco decorativo, basado en una concepción dinámica y escenográfica, con gran riqueza de color y una ejecución suelta y vibrante. Más tarde viajó a Italia, recibiendo el influjo de los pintores italianos de la época, como se percibe en su primer lienzo conocido, Jesús a la puerta del Templo.
La pintura de Coello -según los especialistas- presenta un espléndido colorismo, aprendido durante su estancia en Italia y a través del estudio de los venecianos. Recibió, además, la influencia de Rubens y de Velázquez, a quien debe su especial habilidad para captar la atmósfera y la perspectiva espacial. Sus composiciones se caracterizan por la presencia de un gran número de personajes.
En su producción destaca la pintura religiosa y las decoraciones murales y, a partir de 1683, cuando es nombrado pintor del Rey, realizará numerosos retratos, en especial de Carlos II.
Las obras más destacadas de de Claudio Coello son:
Retrato Carlos II. Se aprecia la influencia de Velázquez. La pincelada es rápida y empastada, destacando los toques de luz que aplica en la armadura. Resulta significativa la expresividad del rostro de don Carlos.
La Sagrada Forma, fue realizada para conmemorar el acto de arrepentimiento de Carlos II y su junta de gobierno ante la Sagrada Forma de Gorkum, en el altar de la sacristía de El Escorial en 1684.
Padre Cabanillas. El padre Cabanillas, amigo del pintor, aparece en un primer plano, con una sonrisa muy leve y mirada franca. El esquema compositivo es simple, basado en el triángulo formado por la figura del modelo, con el horizonte tras él y una masa arbórea a su izquierda para dar solidez a la estructura. No hay ningún efecto de luz, la gama cromática es sencilla, con variaciones de marrones y verdes.
Sagrada Familia. Es una escena de gran dinamismo. Están presentes la Virgen, San José, el Niño y la familia de San Juan Bautista, acompañados por el cordero que simboliza la Pasión. También hay un coro de ángeles adultos con instrumentos musicales. El rey francés, con gesto de arrodillarse ante el Niño, abandonada su corona y su cetro y ofrece su espada.
El protagonista de la escena es el Niño Jesús, ya que todos los personajes forman un círculo alrededor de él y aparece destacado por un foco de luz propio.
San Antonio de Papua. Claudio Coello muestra el momento en el que se le aparece la Virgen al santo, en su habitación, para entregarle al Niño Jesús. El santo está semiarrodillado sobre un escalón y sobre un libro que sostiene en sus manos se posa el Niño Jesús. La iluminación incide sobre ambas figuras, dejando el resto en penumbra. Los pliegues del hábito están perfectamente trazados, con un estilo minucioso y preciso, siguiendo a Rubens y la escuela veneciana.
San Francisco de Asís. El santo, con el hábito franciscano, sostiene un crucifijo sobre el que apoya la cabeza. A sus pies hay un libro cerrado y sobre él, una calavera. La figura del santo está tratada con gran monumentalidad escultórica y sus manos, el rostro y los pliegues de su vestimenta con naturalismo. La pincelada detallista demuestra la influencia de Rubens y de la escuela veneciana, que son una constante a lo largo de su trayectoria.
Triunfo de San Agustín. Es un cuadro de gran tamaño. En él se aprecian las características típicas del artista: un eje diagonal para ordenar las figuras y una escenografía teatral de arquitectura clásica que actúa como fondo en el cual tiene lugar la acción.
En las decoraciones murales Claudio Coello trabajó con dos artistas que se habían formado en Italia. Uno es Sebastián Muñoz, que le ayudó en la decoración de la iglesia de la Mantería de Zaragoza y el otro, es José Jiménez Donoso, que colabora en las decoraciones de la capilla del Sagrario de la catedral de Toledo.
Medallón dedicado al pintor Claudio Coello en la fachada del Museo del Prado. Madrid
En los últimos años de su vida, fue desplazado del gran proyecto decorativo para El Escorial por el italiano Luca Giordano, ya que durante el siglo XVIII, era habitual que los reyes encargaran estos trabajos a artistas extranjeros. Finalmente, murió en 1693.
Espero que la recopilación que he conseguido de este pintor madrileño os resulte interesante.
Resumen Biográfico
Claudio Coello (Madrid, 1642 -Madrid, 20 de abril de 1693) fue un pintor barroco español. Influido por muchos otros artistas, incluido Diego Velázquez quien también descendía de portugueses. Coello es considerado el último gran pintor español del siglo XVII.
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Susana y los viejos. 1664

Vida y obra
Afincado en Madrid, inició su educación artística en el taller de su padre, sin embargo su verdadera formación transcurre en el taller de Francisco Rizi. Más tarde viajó a Italia, pero no se sabe mucho de su estancia en aquellas tierras y sólo existe un dibujo de la casa de Rienzi en Roma hecho por Coello. El gusto por los motivos clásicos y la influencia de sus pintores, como la de Carlo Dolci, que se percibe en su primer lienzo conocido, Jesús a la puerta del Templo, firmado en 1660 y conservado en el Museo del Prado. Cuatro años más tarde realiza un obra importante: Triunfo de San Agustín, cuya aparatosa escenografía delata la influencia flamenca.
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Portrait Claudio Coello of a Carusian Bishop
Elementos barrocos en su pintura
El gusto por elementos decorativos como cortinajes, ángeles, flores, columnas, etc., son las principales características de su primer estilo. Lo mejor de este momento son las pinturas de los retablos del convento madrileño de San Plácido, en los que resalta la gigantesca Anunciación del altar mayor.
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El Misterio de la Encarnación, de Claudio Coello, lienzo que preside el retablo del Altar Mayor. Convento de las Benedictinas de San Plácido. Madrid. Este retablo sirve de marco al gran lienzo de siete metros.
Aún se percibe la influencia italiana en una pareja de lienzos conservados en el Prado, al modo de sacras conversaciones, una de ellas firmadas en 1669, demuestra la capacidad Claudio Coello para distribuir un gran número de figuras y objetos en un espacio notablemente reducido. Dentro de este estilo resalta la Virgen del Rosario con Santo Domingo, conservado en la Academia de San Fernando (Madrid). Por estos años también se dedica a la decoración mural en Toledo y Madrid, donde resaltan obras en el Vesturario de la catedral de Toledo, Casa de la Panadería en Madrid, etc.
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Carlos II
Desde 1675 su labor como pintor de temas religiosos es profusa, recibiendo un gran número de encargos, entre los que destacan los retablos de Torrejón de Ardoz (1667), San Martín Pinario en Santiago (1681) y Ciempozuelos (1687). Para este último realiza el bellísimo Éxtasis de la Magdalena, en el cual los colores cobran mayor viveza que en las obras anteriores. Pero donde alcanza uno de sus puntos culminantes la pintura de Coello es en la soberbia Santa Catalina, realizada en 1683. Este mismo año es nombrado "pintor del Rey" y comienza la decoración de la iglesia de la Manteria, en Zaragoza, concluida en 1686, donde pinta al fresco las paredes y bóvedas de la iglesia, contando con la colaboración de su antiguo discípulo Sebastián Muñoz, recientemente retornado de Italia.
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Retrato de una dama. c, 1642

Su afán retratista
Claudio Coello cultivó también el retrato, alcanzando en algunos casos una altura digna de sus mejores contemporáneos; por ejemplo el del caballero santiaguista don Juan de Alarcón tiene una vivacidad sólo comparable a los mejores de Juan Carreño de Miranda. El de Fernando de Valenzuela, aunque no logra en el la fuerza expresiva que el anterior, es un buen documento histórico. Pero los dos más íntimos son los de Nicolasa Manrique y el del padre Cabanillas, en los cuales se mantiene dentro de la tradición realista que iniciara Velázquez. Abundan también los retratos de la familia real como el de Carlos II, especialmente el conservado en el Instituto Staedel de Francfort, que es una muestra de su gran crudeza retratista al presentar al monarca con todos los síntomas de su degeneración. Por su despiadado realismo es sólo comparable al de la Adoración de la la Sagrada forma por Carlos II, de El Escorial. Este cuadro por lo que representa y por sus cualidades es el que ha hecho inmortal al pintor, si bien toda su obra se caracteriza por el alto nivel alcanzado.
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Saint Michael Triumphing over Evil
Últimos años
Claudio Coello en 1686 es nombrado pintor de cámara. Continuó realizando su obra para los carmelitas de la calle de Alcalá, en Madrid: un conjunto de cuadros hoy dispersos, entre los que destaca La última comunión de Santa Teresa, una de las pinturas más emotivas del barroco. Otras obras de esta especie pueden ser El milagro de San Pedro de Alcántara, La Visión de Santa Teresa y Sagrada Familia. Para los carmelitas de Salamanca pintó dos figuras de San Juan de Sahagún (1691) y Santo Tomás de Villanueva (1692). Pero su obra cumbre es El martirio de San Esteban, en el convento homónimo, que destaca por sus tonalidades y colores centellantes en el retablo churrigueresco. Es la obra póstuma de Claudio Coello, ya que moriría un año después en la ciudad de Madrid, dejando una herencia rica en bellas obras que, si bien marcan el cénit de la edad dorada de la pintura española, abren también las puertas al estilo del siglo XVIII.
La Casa de la Panadería
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La Casa de la Panadería es un edificio de cuatro alturas, con la planta baja porticada, estando rematado el último piso en forma de ático, y los laterales coronados por torres angulares. Está situada en el centro del lado norte de la Plaza Mayor de Madrid. Fue levantada durante la construcción de la Plaza Mayor, siendo Juan Gómez de Mora el encargado de su construcción, que terminó en 1619. Tras el segundo incendio de la plaza en 1670 fue reconstruida por Tomás Román, encargándose los pintores Claudio Coello y José Jiménez Donoso de la decoración interior y los frescos de la fachada. Tras el tercer incendio de la plaza en 1790, del que se libró la Casa de la Panadería, sirvió de referencia a Juan de Villanueva para la reconstrucción del caserío de la plaza.
Ha sufrido distintas remodelaciones desde entonces, entre las que destaca la llevada a cabo por Joaquín María de la Vega en 1880.
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Salón Real. Casa de la Panadería. Plaza Mayor de Madrid. Frescos de Claudio Coello y José Jiménez Donoso
En 1988, el Ayuntamiento de Madrid convocó un concurso público restringido para acometer la decoración de la fachada, debido al gran deterioro de las pinturas que había realizado el pintor y ceramista Enrique Guijo en 1914. A ese concurso fueron invitados los artistas Guillermo Pérez Villalta, Sigfrido Martín Begué y Carlos Franco, resultando ganador este último, con un proyecto basado en personajes mitológicos como Cibeles, Proserpina, Baco o Cupido, y otras inventadas por el artista, relacionadas con la historia de Madrid y de la Plaza Mayor. Los trabajos para pintar los frescos de Carlos Franco se llevaron a cabo en 1992.
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En un principio los usos de la Casa de la Panadería, albergaban en sus bajos la tahona principal de la Villa, estando desde 1732 los despachos del Peso Real y del Fiel Contraste. Entre 1745 y 1774 tuvo allí su sede la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y de 1774 a 1871 la Real Academia de la Historia. A finales del siglo XIX se hace cargo de la Casa de la Panadería el Ayuntamiento de Madrid, convirtiéndola en la segunda Casa Consistorial de la Villa. Más tarde pasó a ser la sede de la Biblioteca Municipal y del Archivo Municipal. Posteriormente, seguirá albergando algunas dependencias municipales, además de instituciones como el Centro Cultural Mesonero Romanos. Actualmente sus dependencias están ocupadas por el Patronato de Turismo Madrid, encontrándose en su planta inferior (intercolumnio) el Centro de Turismo de Madrid.
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Claudio Coello. Casa de la Panadería. Plaza Mayor de Madrid. Siglo XVII. Todo está pintado, y las formas arquitectónicas que vemos son simplemente pintura aplicada sobre un techo plano.
Para conseguir el efecto de realidad (el engaño óptico) se recurría al estudio de la perspectiva extrema o anamorfosis, utilizando una serie de proporciones calculadas matemáticamente que deformaban aparentemente las figuras (se realizaba por medio de cuadricular las figuras para luego, alargando los cuadrados internos, crear las imágenes deformadas). Sin embargo, y vistas desde un punto de vista concreto (por regla general de forma lateral) se consigue que estas imágenes tengan las proporciones correctas y creen efectos de perspectiva sumamente espectaculares
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Casa de la Panadería. Plaza Mayor de Madrid. Detalle Arquitecturas fingidas. Bóveda Salón Real. Frescos de Claudio Coello y José Jiménez Donoso (1672-74)
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Casa de la Panadería. Plaza Mayor de Madrid. Detalle de la fachada. Autores: Claudio Coello y José Jiménez Donoso (1672-74)

Algunas imágenes

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Carlos II. Autor: Claudio Coello. 1690-95. Óleo sobre lienzo, 66 x 56 cm. Museo del Prado. Estilo: Barroco Español. Nombrado pintor del Rey en 1683 y de Cámara tres años más tarde, Claudio Coello realizó numerosos retratos de Carlos II, su madre Mariana de Austria y su segunda esposa, Mariana de Neoburgo. En todos ellos sigue modelos inspirados en Carreño con el que mantuvo una excelente relación. En este caso podría tratarse de un lienzo sin acabar debido a su aire abocetado como apreciamos en el pañuelo o en el cabello del monarca. El aire velazqueño que adquiere el lienzo es significativo de la influencia que ejerció el sevillano en la generación de artistas que trabajaron en Madrid en el último tercio del siglo XVII. La pincelada empleada por Coello es rápida y empastada, destacando los toques de luz que aplica en la armadura. Resulta significativa la expresividad del rostro de don Carlos, quizá uno de los retratos que más se interesa por transmitir una faceta diferente del rey, a pesar de su fealdad. No en balde, durante su reinado se produjo una interesante recuperación económica y se procuró favorecer la industria, especialmente en Cataluña. Las artes florecieron, posiblemente debido a la afición del propio rey que continuó con la tradición familiar de proteger a los artistas. Por lo tanto, esa faceta de su reinado como colofón de la crisis que se inició ya con Felipe II debe ser eliminada de la historia popular.
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Padre Cabanillas. Autor: Claudio Coello. 1680-90. Óleo sobre lienzo, 76 x 62 cm. Museo del Prado. Estilo: Frente al recargamiento del Barroco en general, y de la obra de Coello en particular, este sencillo retrato destaca por la composición simple y los colores sobrios. El padre Cabanillas, amigo del pintor, aparece en un primer plano, tomado desde el busto, con una sonrisa muy leve y mirada franca. Ningún efecto de luz, ningún elemento de acompañamiento trata de ampliar la escena, que resulta muy agradable y tranquila. El esquema compositivo es simple, basado en el triángulo formado por la figura del modelo, con el horizonte tras él y una masa arbórea a su izquierda para dar solidez a la estructura. La gama cromática es asimismo de lo más sencilla, con variaciones armónicas de marrones y verdes. El rostro del personaje destaca por su claridad, resaltada por la luz crepuscular del fondo, que hace resplandecer la tez. Es toda una muestra de sobriedad para uno de los autores más desbordantes del Barroco madrileño.
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San Francisco de Asís. Autor: Claudio Coello. 1669 h. Óleo sobre lienzo, 159 x 89 cm. Depositado en el convento de San Pascual de Madrid. Museo del Prado. Estilo: Barroco Español. San Francisco nació en 1182, fundando tras su juventud la Orden mendicante de los Hermanos Menores. El día de la exaltación de la Cruz sufrió la visión de Cristo, de cuyas llagas surgieron rayos que provocaron similares estigmas en el santo. Murió en 1226 siendo canonizado dos años después. Claudio Coello nos presenta al santo con el hábito franciscano, sosteniendo un crucifijo sobre el que apoya la cabeza. A sus pies un libro cerrado sobre el que encontramos una calavera. El rústico cordón que sujeta el hábito muestra los tres nudos que significan los votos de castidad, pobreza y obediencia. La bella figura sobresale por su monumentalidad escultórica, el naturalismo de sus manos y rostro y la calidad de los pliegues de su hábito, creando una figura de gran delicadeza. La pincelada detallista caracteriza la obra del artista interesado en la minuciosa preparación de sus obras por lo que "por mejorar un contorno treinta vueltas (da) al natural". La influencia de Rubens y de la escuela veneciana es una constante en la producción de Coello, aunque en esta pareja de lienzos - véase San Antonio de Padua -se muestra algo más personal.
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San Antonio de Padua. Autor: Claudio Coello. 1669 h. Óleo sobre lienzo, 159 x 89 cm. Museo del Prado. Deposito Museo de Bellas Artes de La Coruña. Estilo: Barroco Español. San Antonio nació en Lisboa en 1195, ingresando en la Orden mendicante de los hermanos Menores fundada por san Francisco en 1220. Dedicado a la predicación , falleció en Padua en 1231. Durante un viaje a Francia, estando en su habitación se le apareció la Virgen para entregarle al Niño Jesús, momento en el que nos lo muestra Claudio Coello. El santo aparece semiarrodillado sobre un escalón - introduciendo así los elementos arquitectónicos que tanto gustaban al artista - sacando el pie en escorzo hacia el espectador. El ramo de azucenas - símbolo de pureza - tiene como objetivo crear perspectiva, una de las obsesiones del pintor. Sobre un libro que sostiene en sus manos se posa el Niño Jesús, siguiendo la iconografía infantil empleada por Coello al mostrar niños gorditos con miembros rotundos y cabezas grandes. La iluminación impacta en ambas figuras, dejando el resto en penumbra. Los pliegues del hábito del santo están perfectamente trazados, poniendo de manifiesto la calidad del maestro con un estilo minucioso y preciso, siguiendo a Rubens y la escuela veneciana. Debido a su postura enfrentada se supone que formaría pareja con San Francisco de Asís, destinados ambos a un desconocido retablo madrileño.
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La Sagrada Forma. Autor: Claudio Coello. 1685-90. Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Óleo sobre lienzo. En 1683 Carlos II nombra a Claudio Coello pintor del rey. En un principio no le hizo numerosos encargos hasta que, en 1685, el artista inicie este enorme lienzo para la sacristía de la Basílica de El Escorial. En tan magno encargo empleó cinco años, al estar firmado en 1690, siendo ese año expuesto por primera vez. La obra fue realizada para conmemorar el acto de arrepentimiento de Carlos II y su junta de gobierno ante la Sagrada Forma de Gorkum, en el altar de la sacristía de El Escorial en 1684. Fue Ricci quien realizó los primeros bocetos del encargo, sustituido por Coello al fallecer aquél. Dentro del artificio barroco, el artista ha prolongado la perspectiva de la sacristía en un espacio imaginario al emplear una serie de arcos en profundidad, siguiendo la misma decoración de la sala en la que se coloca el lienzo. Es decir, casi reproduce la sacristía a la que sirve de fondo, empleando como plano final una serie de cuadros. Pero la gran preocupación de Coello es representar la escena con el mayor realismo posible, realizando un magnífico conjunto de retratos, totalmente enérgicos, de la sociedad nobiliaria de la época. Así vemos a Carlos II arrodillado; el padre F. de los Santos, historiador del Monasterio, con la reliquia en las manos; el Duque de Medinaceli; el Duque de Pastrana; el Conde de Baños; el Marqués de Puebla o el propio pintor; el joven representado en primer término es el hijo de los Duques de Alba. Sólo se introducen algunos ángeles y figuras alegóricas para mitigar la veracidad de la composición. Al realismo de los rostros debemos añadir la veraz reproducción de los accesorios: los candelabros, las telas, los bordados, las alfombras, etc. La luz que se introduce por los lunetos ilumina perfectamente la escena, pero no produce la sensación atmosférica que había conseguido Velázquez con Las Meninas. Más bien, se aprecian ecos de Rubens y Van Dyck en las tonalidades brillantes empleadas. Quizá lo más curioso del cuadro sea que se trata de una pantalla o velo con el que se protege el camarín de la Sagrada Forma, que sólo será descubierto en ocasiones extraordinarias. Cuando esto ocurre, el cuadro desciende deslizándose por unos rieles y desaparece en su totalidad.
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La Sagrada Forma (La Adoración de la Sagrada Forma, detalle). Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El Escorial. Madrid
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Tránsito de la Magdalena. Autor: Claudio Coello. 1682 h. Óleo sobre lienzo, 190 x 120 cm. Museo del Prado. Estilo: Barroco Español. Nos encontramos ante una excelente copia realizada por un desconocido discípulo del gran lienzo que Claudio Coello realizó en 1682 para el retablo mayor de la iglesia parroquial del madrileño pueblo de Ciempozuelos. La santa se sitúa en el centro de la composición, elevando su mirada al cielo y llevándose las manos al pecho en actitud orante. Sus raídas ropas se envuelven en un pesado ropaje rojizo movido por el viento, creando así una marcada diagonal. Un grupo de querubines portan la nube con la que la santa era izada hacia el cielo diariamente para escuchar los oficios que celebraban los bienaventurados, en recompensa por su arrepentimiento y el abandono de su pecaminosa vida anterior. Algunos de estos angelitos portan los atributos de la santa como la calavera - aludiendo a la brevedad de la vida y a su eremitismo - y el tarro de los afeites con el que ungió los pies de Cristo, aludiendo además a la prostitución anteriormente ejercida. Un nutrido grupo de angelitos abre el camino de nubes que rodea la escena central. En la zona baja contemplamos un paisaje con un torreón y el mar, pudiendo tratarse de la ciudad de Marsella donde estaba la santa cuando se producía este milagroso viaje.Coello parece inspirarse en una obra con el mismo asunto realizada por José de Ribera que se encontraba en el siglo XVII en El Escorial, lo que motivaría el conocimiento de Coello. El pintor madrileño ha hecho una reinterpretación cargada de barroquismo en la que destaca el dinamismo de las figuras y el efecto de perspectiva creado, apreciándose cierto influjo de Francisco de Herrera "El Mozo". Las luces empleadas refuerzan el aspecto sobrenatural de la escena, resultando una obra de inolvidable belleza.
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Virgen con Niño (La Virgen y el Niño entre las virtudes teologales y santos) Autor: Claudio Coello. 1669. Óleo sobre lienzo, 232 x 273 cm. Museo del Prado. Como se puede ver en la Sagrada Familia del mismo autor, hay ciertos elementos que nunca abandonó y que resultaron ser una fórmula de éxito para todos sus encargos. Bajo un pórtico monumental de un edificio con arquerías, la Sagrada Familia al completo recibe a diversos personajes. Un dosel rojo los cobija, y están presentes el Niño Jesús, como protagonista y centro absoluto de la acción, su primo San Juanito, con el cordero de la Pasión, la Virgen y Santa Isabel, cuyos maridos están al fondo, en la penumbra, puesto que no tuvieron importancia en la infancia de los pequeños. Una lujosa alfombra cubre los peldaños y nos lleva hasta los visitantes. Por un lado tenemos a dos monjes franciscanos, que aluden con sus pies descalzos y sus hábitos toscos, a las virtudes de la pobreza y la castidad, enarbolada por uno de ellos como un ramo de flores blancas. Del otro, algunas virtudes teologales, como son la Eucaristía - con el Cáliz y la Hostia -, la Fe - con una espada que demuestra su fuerza - y la Caridad, una matrona rodeada de niños. Un coro de ángeles completa el grupo, que en su exuberancia y movimiento recuerda las composiciones de Rubens, aunque sin la sensualidad carnal de éste.
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Sagrada Familia (La Virgen y el Niño adorados por San Luis, rey de Francia) Autor: Claudio Coello. 1670 h. Óleo sobre lienzo, 229 x 249 cm. Museo del Prado. Esta completa composición recuerda la presencia constante de ciertos elementos en la pintura religiosa del Barroco madrileño, como puede compararse con el lienzo de Mateo Cerezo titulado Desposorios Místicos de Santa Catalina. En ambos aparece la misma estructura escenográfica, que pretende presentar al fiel un acto al que él asiste como espectador privilegiado en medio de un gran lujo. Se trata de una Sagrada Familia al completo, adorada por el rey de Francia, San Luis. Los personajes están en una entrada monumental, escalonada, bajo un dosel de pesada tela roja, sobre la cual revolotean angelotes. La escena está adornada con objetos y naturalezas muertas, que por sí mismos funcionan como bodegones y composiciones autónomas. La Sagrada Familia cuenta con la Virgen, San José, como siempre en la sombra, el Niño y la familia de San Juan Bautista, acompañado por el cordero que simboliza la Pasión; escoltando a la familia, un coro de ángeles adultos con instrumentos musicales. El rey francés, cuya presencia se explica como homenaje a la poderosa monarquía vecina, que en pocos años se implantará en España con los Borbones, ha iniciado un gesto de arrodillarse ante el Niño, abandonada su corona y su cetro, y ofreciendo su espada. Este movimiento inacabado en primer plano introduce gran sensación de dinamismo, de proceso que discurre ante nuestros ojos, puesto que el espectador automáticamente concluye la acción imaginándolo arrodillado, en una posición estable. Concluir esta acción nos lleva al protagonista de la escena, que además se encuentra casi en el centro de la composición, destacado por un foco de luz propio: el Niño Jesús. En realidad, todos los personajes forman un círculo alrededor de él. Es un típico efecto barroco, que el autor lleva a cabo con soltura y dominio técnico.
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Triunfo de San Agustín. Autor: Claudio Coello. 1664. Óleo sobre lienzo, 271 x 203 cm. Museo del Prado. Procedente del convento de los Recoletos agustinianos de Alcalá de Henares, este lienzo entró en el Museo del Prado procedente del Museo de la Trinidad en 1836. Su autor era de origen portugués y se convirtió en uno de los principales exponentes de la Escuela barroca madrileña del siglo XVII. Ostenta la influencia de Carreño de Miranda y la pintura flamenca. El cuadro, de gran tamaño, muestra las características típicas del artista: un eje diagonal para ordenar las figuras, que hace resaltar el movimiento del santo, así como una escenografía teatral de arquitectura clásica que actúa como fondo en el cual tiene lugar la acción. Los sensuales colores recuerdan a Rubens, que influyó a Coello a través de las colecciones reales, así como a Veronés, especialmente en las tonalidades frías y plateadas. El cuadro es deudor de otro gran lienzo, de Herrera el Mozo, titulado Triunfo de San Hermenegildo, puesto que el esquema de ascensión helicoidal está prácticamente copiado. Las diferencias estriban en la disminución en importancia del coro de ángeles, sustituidos por una dinámica escena de lucha, en la cual el arcángel San Miguel se enfrenta con espada de fuego a la bestia demoníaca que espanta al santo.
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Frescos de la iglesia de la Mantería, Zaragoza. Autor: Claudio Coello. Los frescos de la iglesia de la Mantería son víctima de una restauración maldita. Las humedades retrasan la intervención en las valiosas pinturas barrocas de Claudio Coello, cuyo deterioro sigue progresando. La DGA y las Escolapias aún discrepan sobre el desplome de una de las cúpulas.
La llaman "la capilla sixtina" de Aragón por la magnífica decoración pictórica que el artista barroco Claudio Coello realizó sobre sus muros y techos en el siglo XVII. Hablamos de la iglesia zaragozana de Santo Tomás de Villanueva, conocida como "la Mantería". En este trabajo colaboró su discípulo Sebastán Muñoz. Desgraciadamente, esos impresionantes frescos están muy necesitados de una restauración que sigue pendiente. Son muchos los problemas que se han ido sucediendo y han demorado más de lo deseable un buen arreglo de las pinturas: inestabilidad de las cúpulas, mal estado de las cubiertas, inadecuados repintes en la década de los 50, humedades excesivas… La Mantería es como una joya maldita.
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Pinturas murales del antiguo convento agustino de la Mantería. Colegio de Escolapias. Zaragoza
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La comunión de Santa Teresa. Claudio Coello. Museo Lázaro Galdiano. Madrid
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Santa Catalina de Alejandría dominando al Emperador Majencio. 1664-1665. Colección Meadows. Dallas. Texas. USA
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Retrato de Juan Francisco de la Cerda (1637–1691), VIII duque de Medinaceli
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Retrato de Teresa Francisca Mudarra y Herrera. c, 1690
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Retrato de muchacha. Óleo sobre lienzo. 75 x 60 cm. Museo Goya. Castres. Francia
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Doña Mariana de Austria, reina de España. Lienzo. 97 x 79 cm. Museo del Prado. Madrid
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Santo Domingo de Guzmán. Claudio Coello, óleo sobre lienzo, 73 x 61 cm. Procedente de la colección del los Duques de Veragua y Condes de la Conquista
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Santa Rosa de Lima. 1684-1685. Lienzo. 240 x 160 cm. Museo del Prado. Madrid
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Santo Domingo de Guzmán. Óleo sobre lienzo. 240 x 160 cm. Museo del Prado. Madrid
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Santo Domingo. 1691. Óleo sobre lienzo. 201 x 127 cm. Museo de Bellas Artes de Budapest. Budapest. Hungría
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Saint James at the battle of Clavijo, atribuido a Claudio Coello
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Inmaculada Concepción. 1676. Óleo sobre lienzo. 210 x 145 cm. Museo Goya. Castres. Francia
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Jesús niño en la puerta del templo. Lienzo. 168 x 122 cm. Museo del Prado. Madrid
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Jubilé de la Portioncule. Óleo sobre lienzo. 295 x 141 cm. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid
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La Sagrada Familia. Óleo sobre lienzo. 248 x 169 cm. Museo de Bellas Artes de Budapest. Budapest. Hungría
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Repentant Mary Magdalene. Museo El Hermitage. San Petersburgo. Rusia
Pinturas de Coello en el Convento de San Plácido de Madrid
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Convento de las Benedictinas de San Plácido. Madrid
Claudio Coello ejecuta tres temas para el altar mayor y los dos altares del crucero.
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El Misterio de la Encarnación. Convento de San Placido. Madrid. Obra maestra de Claudio Coello. El gran lienzo de "La Encarnación". El libro antes citado ("El Parnaso Español") lo describe así: "La primera obra que sacó a luz aún estando todavía en casa de su maestro fue el cuadro de la Encarnación del altar mayor de la iglesia de las Monjas de San Plácido de esta Corte, en que muestra bien la valentía de su espíritu y el gran genio que le asistía: pues además de lo bien expresado del misterio, le acompañó en la parte inferior con aquellos profetas, y sibilas, que anunciaron la venida del Mesías. Y después continuó con los cuadros colaterales de Santa Gertrudis, y los demás que allí tiene, hechos con extremado gusto, y excelente dibujo".
Poco podriamos añadir para mejorar esta crítica, sino sumergirnos directamente en la obra ejecutada por el autor hacia 1668: Es una pieza colososal de 7 metros de altura en cuyo ángulo inferior izquierdo podemos encontrar la firma: Claudius Coello / F.A. 1668). Quedan dos bocetos de este "tan hermosísimo cuadro", en el decir de Gaya Nuño, cuyo parecido y escala con el original dan razón a su discípulo, Palomino, que aseguraba, que "por mejorar un contorno daba treinta vueltas al natural". Así pues, todo nos reafirma en que en esta su primera gran obra Claudio Coello pone a contribución lo mejor de sí para conseguirlo. !Y a fe que lo logra!.
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El Misterio de la Encarnación, de Claudio Coello, lienzo que preside el retablo del Altar Mayor. Convento de las Benedictinas de San Plácido. Madrid
La composición presenta tres planos temáticos, mas que de profundidad. En el plano central, un estrado arquitectónico sirve de podium o escabel donde se resalta una virgen arrodillada vistiendo ropajes rosa y azul coronada de estrellas e iluminado el semblante por el resplandor de la divinidad mientras recibe el anuncio del Angel del Señor que en la parte derecha, y entre nubes, le anuncia el Misterio de su concepción milagrosa. El plano superior nos muestra un gran rompimiento de gloria en cuyo centro el Espíritu Santo cubre a la Virgen con su luz en su descenso. La irradiación es menos intensa en el Padre Eterno, que se abre paso en los cielos para solemnizar el momento, rodeado de una cohorte de ángeles que como colibríes de color se desplazan en todas las direcciones del espacio mostrando ora sus escorzos, ora sus cabezas que asoman entre celajes. Finalmente en el plano inferior y haciendo contrapunto al plano divino, hallamos a la izquierda del podium y vueltos para la contemplación del misterio a tres barbudos varones, mientras que a la derecha, encontramos tres figuras femeninas que portan una cinta, un corazón y un lienzo con una efigie de la Virgen. Estas figuras, en opinión de Gaya Nuño, personifican a los profetas y sibilas que predijeron el Misterio de la Encarnación.
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El Misterio de la Encarnación. Retablo barroco en el Altar Mayor de Pedro de la Torre con el Lienzo de 7 metros "El Misterio de la Encarnación", representando la Anunciación, obra maestra de Claudio Coello
Las sólidas arquitecturas, los ropajes ostentosos, el rico cromatismo aprendido de la Escuela Veneciana, y una composición movida y abigarrada que tiende a dar una sensación de estar asistiendo a un auto sacramental por su espectacularidad y su sesgada iluminación, en la que ensaya una cierta perspectiva aérea tomada de Velázquez, son las características de esta obra, muchas de las cuales se convertirán en constantes de los futuros trabajos de este autor.
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El Misterio de la Encarnación. Este excepcional cuadro de 7 metros de altura pintado por Claudio Coello preside el altar de San Plácido, en la Calle de San Roque nº 9 de Madrid. La iglesia del Convento de San Plácido puede considerarse, junto con San Antonio de los Portugueses, una de las joyas ocultas del barroco madrileño. Claudio Coello pintó esta obra con 25 años y puso tanta ilusión en el encargo que consiguió un cuadro bellísimo y armonioso, con una excelente perspectiva áerea.
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Retablo de Pedro de la Torre con el lienzo de Claudio Coello de San Benito y su hermana Santa Escolástica. Convento de las Benedictinas de San Plácido. Madrid
Retablo de San Benito y Santa Escolástica. En el lado derecho (mirando hacia el altar mayor) podremos contemplar un hermoso retablo de los hermanos de la Torre que sirven de marco fastuoso a este lienzo en que Coello pinta a "San Benito y su hermana Santa Escolástica". Este retablo tiene una inscripción que nos le presenta como Altar de Alma. El cuadro posee una composición simétrica en torno a un eje vertical a cuyos lados hallamos la mancha oscura de los hábitos de los protagonistas que ocupan tres cuartos del cuadro en su parte inferior, mientras las cabezas de los santos se hallan como formando parte del área superior del cuadro donde se acomoda una Trinidad de rico colorido.
Es este doble contraste de la negrura de la indumentaria del cuerpo con la luminosidad y color en las cabezas en comunión con la Divinidad, y ese plano inferior negro con el rompimiento en sentido contrario de la parte superior, los dos elementos que parecen dar significado al cuadro, ya que ambos santos no tienen aquí ningún atributo por el que se distingan. Así pues Coello parece querer expresar el mensaje Benedictino de la gran hermosura que representa la Comunión con Dios, con lo que los personajes se convierten en pretexto para la idea.
A los pies de los santos tiaras, coronas y ricos vestidos sobre un fondo arquitectónico, de los que tanto gustara Claudio Coello, nos recuerdan la poderosa presencia de la Orden en el mundo social en que influyeron y nos subrayan con su pequeñez y su situación (a ras de tierra) el poco valor que habría que dar a estos bienes terrenales.
El cuadro superior presenta "La Misa de San Benito" en el que el santo se halla en el momento de alzar durante la Misa celebrada teóricamente a la muerte de su hermana. Esta muerte fue presenciada por San Benito de forma milagrosa, ya que cuenta la leyenda que habiendo ido a visitar a su hermana, que le había mandado llamar porque se sentía morir, se desató una formidable tormenta que le impidió salir a realizar unos asuntos que le requerían con urgencia, debiendo permanecer junto a la moribunda. En el momento de la muerte de la Santa, San Benito vió su alma ascender al cielo en forma de paloma. Esta es la paloma que sube en la parte superior del cuadro; así pues Coello poetiza este momento haciendo coincidir la elevación al cielo del alma de la santa con la elevación de la forma consagrada en la Misa que Benito celebra.
Es un cuadro tan perdido que no permite bien distinguir los personajes, ni descifrar siquiera si una cabeza lejana del lado izquierdo no sea la de la santa reposando en su cama. Quedémonos pues sino con la hermosura del cuadro sí con la de la leyenda. Lo cual no quita para que hayamos de reconocer lo lamentable de esta situación, pues, por la razón que sea, Coello gustó siempre de representar los temas eucarísticos (vale la pena recordar su Ultima Comunión de Santa Teresa en el Lázaro Galdeano, y su Adoración de las Hostias de Gorkum en el Escorial, de los que probablemente este lienzo es un buen precedente).
En los intercolumnios dos bustos y dos cuerpos enteros presentan a cuatro irreconocibles personajes, aunque son preciosos estudios. En el sagrario el tema del cordero de correcta ejecución. Finalmente en el banco de la predela hay pequeños lienzos también de inmejorable dibujo y buena realización que representan escenas de la pasión: la oración del huerto, Cristo en la columna, tras la flagelación y coronado de espinas. Esta serie se seguirá en el banco de la predela del retablo gemelo frontal a éste con: La Caída, la Crucifixión, Cristo Muerto y Cristo Resucitado.
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Relieve de la Anunciación encima de la puerta, obra de Manuel Pereira
Retablo de Santa Gertrudis. En el retablo del crucero del lado izquierdo (según miramos al altar mayor, no tengo imagen), el cuadro central está dedicado a "Santa Gertrudis". Es este un gran lienzo, de excelente calidad de dibujo y más compensado de color que el anterior. No es sin embargo tan "personal" aunque se distinga bien la firma. El tema le viene más impuesto al pintor. Gana, sin embargo, en realización, en belleza pictórica y en estética, lo que pierde en expresividad personal.
Una Santa Gertrudis arrodillada y en éxtasis porta un corazón habitado por un Niño Jesús. Tras ella, un Cristo portando una túnica de cálido colorido y rico movimiento nos recuerda la habilidad del autor para este tipo de indumentarias. En el cuadro tampoco faltan fragmentos arquitectónicos de gran aparato, ni los ángeles, quizá para dar el tono a la representación, permitiendo al ejecutante una licencia decorativa de toque muy personal.
La santa alemana está un poco olvidada. Sin embargo, esta mística del siglo XIII (1256/1302), llamada la Grande por la calidad de sus Revelaciones, con fiesta el 15 de Noviembre, gozó de un culto muy difundido por toda España: incluso, fue patrona de Tarragona.
En el ático de este retablo tenemos a un "San Pedro Celestino (que renunció al Papado y se retiró a la vida de soledad) Rechazando la Tiara" que plasma el momento en que el santo a la izquierda del lienzo, debido a su humildad, y a la vida de pobreza que desea llevar, rehusa hacerse cargo de la rica tiara que le ofrece un purpurado. Es curioso el juego de simbolismos en el que el ofertante va lleno de colorido, y con ricos vestidos, y se halla de espaldas al observador, mientras que el Santo viste su talar negro, mira casi con lástima al ofertante, despreocupado del oro que se le ofrece; por el contrario éste se halla arrodillado mientras que el santo está en pie. Un personaje en segundo plano podría ser el donante de estos lienzos que parecen haber sido pintados muy de "encargo".
También los intercolumnios del retablo poseen otros dos retratos de cuerpo entero y dos bustos. Gaya Nuño en su Guía de Madrid puntualiza que "son inmejorables estudios de Coello, de un dibujo irreprochable".

San Benito dentro de un nicho en la fachada, resguardado con rejas, obra de Manuel Pereira
Otras de obras de San Plácido son: las esculturas policromadas del portugués Manuel Pereira, un escultor con una sensibilidad desbordante que recupera la línea de la belleza de las esculturas griegas, y cuyos santos tienen una carga sicológica impresionante, muy lejos de las expresiones bobaliconas que tienen tantas estatuas religiosas de medio pelo.

Cristo de Velázquez. La iglesia del convento de de San Plácido poseyó durante casi 200 años el cuadro del Cristo de Velázquez. Fue regalada por el rey Felipe IV al convento de San Plácido, según la leyenda popular, y conservada hoy en el Museo del Prado.

Cúpula y pechinas pintadas por Francisco Ricci. La cúpula no tiene tambor, tiene forma de media naranja y sus frescos fueron pintados por Francisco Ricci, al igual que los pilares del crucero. La cúpula está dividida en ocho sectores decorados con las cruces de las Ordenes de Alcántara, San Juan, Calatrava, San Mauricio, Avis, San Esteban, Cristo y Montesa. Las pechinas están adornadas con grandes medallones con las figuras de cuatro Santas Benedictinas: Santa Juliana, Santa Francisca Romana, Santa Isabel Abadesa y Santa Hildegarda. También cuatro rectángulos que no se ven apenas en los pilares del crucero, que representan a San Ildefonso, San Anselmo, San Ruperto y San Bernardo, que son los mismos santos que representan las imágenes que se alojan en hornacinas de los pilares que esculpió el portugués Manuel Pereira. En los muros de la iglesia del convento de de San Plácido hay varios frescos del pintor madrileño Francisco Ricci.

La otra gran joya del arte barroco madrileño presente en la iglesia del convento de de San Plácido es el Cristo yacente de Gregorio Fernández, sin duda grandioso y conmovedor. Convento de las Benedictinas de San Plácido. Madrid
La iglesia del convento de San Plácido es obra del gran arquitecto Fray Lorenzo de San Nicolás, realizada en 1655 por encargo de Jerónimo de Villanueva, el tercer hombre más poderoso de su tiempo, para su antigua prometida y nueva abadesa Teresa del Valle de La Cerda.

Puerta de acceso a la madrileña iglesia de San Plácido con el relieve y escudos del portugués Manuel Pereira.
Los sucesos de San Plácido. El convento de San Plácido fue testigo de las actuaciones de la secta de los Iluminados (Iluminati) que entre otras peregrinas ideas creían que de la unión física entre un religioso y una religiosa había de nacer necesariamente un santo. Intervino la inquisición metiendo en la cárcel de Toledo al confesor, el monaguillo (El Rubio) y a 26 de las monjas. El convento fue testigo después del acoso que protagonizó el rey Felipe IV contra una bella novicia llamada Sor Margarita de la Cruz. Para lo cual, se valió de un túnel que le permitía acceder a la carbonera del convento. Tratando de librar a la joven de lo que se le venía encima, se dice que la abadesa montó un catafalco rodeado de velas y en él se metió Sor Margarita haciéndose la muerta. Cuando entró el Rey y vio la escena, se conmovió tanto que en desagravio y en señal de arrepentimiento encargó a Velázquez el cuadro del Cristo. El caso llegó a oídos de la Inquisición, quien no pudiendo actuar contra el Rey, la emprendió contra Jerónimo de Villanueva, enviando a Roma al notario Alonso de Paredes con un mensaje para que el Papa suspendiese la condición religiosa de Villanueva. Alguien desde España envió otros emisarios que interceptaron a Alonso de Paredes, le quitaron el cofre con el mensaje y le metieron en la cárcel de Nápoles, donde murió. Así las gastaban en los tiempos del rey pasmado.

Iglesia de San Plácido. Situado entre la calle San Roque 9 y Pez 5 de Madrid.
Más info: http://www.madripedia.es/wiki/Convento_San_Pl%C3%A1cido
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Autorretrato de Claudio Coello, c. 1680. Oil on canvas, 52 x 44 cm. Museo El Hermitage. San Petersburgo. Rusia

Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado al pintor barroco madrileño Claudio Coello.

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