Cabral y Aguado Bejarano, Manuel

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megaurbanismo
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Cabral y Aguado Bejarano, Manuel

Mensaje por megaurbanismo » Lun, 13 Dic 2021, 16:45

Este trabajo recopilatorio está dedicado a Manuel Cabral y Aguado Bejarano (Sevilla, 1827 - Sevilla, 1891) Hijo de Antonio Cabral Bejarano (1798-1861), con el que se formó, y hermano del también pintor, aunque menos menos conocido Francisco Cabral y Aguado Bejarano (1824-1890). Asistió a la Escuela de -Bellas Artes de Sevilla, en la que fue posteriormente profesor. Fue también miembro honorario de la Academia de Bellas Artes de Sevilla, pintor honorario de cámara de Isabel II y miembro de la Sociedad Sevillana de Emulación y Fomento.
Participó con cuadros de género en numerosas exposiciones provinciales, entre otras las celebradas en Cádiz (1856, 1864, 1879 y 1880), Sevilla (1856, 1858 –medalla de plata por un lienzo de costumbres andaluzas–, 1867 y 1878), así como en todas las Nacionales de Bellas Artes de Madrid (entre los años de 1858 y 1890). En la de 1858, su obra La procesión del Corpus, en Sevilla (Madrid, Museo Nacional del Prado), del año anterior, obtuvo una mención honorífica de segunda clase y fue adquirida por el Estado. Tanto en esta pintura como en la Procesión del Viernes Santo en Sevilla (Sevilla, Reales Alcázares), de 1862, representó, con gran minuciosidad, personajes y detalles arquitectónicos de la ciudad, lo que da a estas obras gran valor documental. Muchos de los personajes son, a pesar de su pequeño tamaño, retratos, género que también cultivó. Entre otros, realizó los de Manuel Barrón para la Academia de Bellas Artes de Sevilla; Antonio Cabral Bejarano, Nicolás María Rivero y otros para la Biblioteca Colombina de Sevilla; Juan García de Vinuesa y José Luis Albareda (Ayuntamiento de Sevilla); Javier Lasso de la Vega (Academia de Medicina de Sevilla); así como su Autorretrato (Madrid, Museo Romántico), fechado en 1851. En el cuadro de historia, menos importante en su dedicación, destacan La Santa Cruz sobre las aguas y La caída de Murillo del andamio (ambos en el Museo de Bellas Artes de Cádiz).
Su estilo evolucionó desde la influencia de Murillo, de cuyas obras realizó copias, hacia un costumbrismo de nítido dibujo y colorido algo frío, en el que realizó sus mejores obras a lo largo de la sexta y séptima décadas del siglo. Años después su estilo se hizo algo amanerado, debido a su gusto por la técnica preciosista.

ESCUELA SEVILLANA
En el reinado de Fernando VII se advierte en Sevilla la actividad de un modesto grupo de pintores neoclásicos, entre los cuales destaca Juan de Hermida (al que se cita, pero no he encontrado obra), no precisamente por su clasicismo sino por ser el primero que, con discreta técnica practicó una pintura de carácter costumbrista. Además también se pueden incluir a los siguientes, con obras importantes:
• Antonio Cabral Bejarano (1798-1861). Figura dominante en el panorama de la pintura romántica sevillana. En su taller de pintura se formaron numerosos pintores, como sus propios hijos: Francisco Cabral y Aguado Bejarano y Manuel Cabral y Aguado Bejarano, los hermanos Gustavo Adolfo Bécquer y Valeriano Bécquer o Manuel Barrón, entre otros.
• José Domínguez Bécquer (1805-1841). Representó diferentes escenas de carácter popular, también practicó el retrato, la pintura religiosa, el dibujo y la acuarela. Fue padre del célebre poeta Gustavo Adolfo Bécquer y el pintor Valeriano Domínguez Bécquer y también primo Joaquín Domínguez Bécquer reconocido pintor costumbrista.
• Joaquín Domínguez Bécquer (1811-1871), pintor costumbrista. Fue el tío del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y del pintor Valeriano Domínguez Bécquer así como primo del también pintor costumbrista José Domínguez Bécquer, con quién colaboró en muchas obras.

• Valeriano Domínguez Bécquer (1833-1870). Pintó escenas costumbristas y retratos. Estudió con su tío el pintor Joaquín Domínguez Bécquer. Pese a su escasa obra, es uno de los pintores más característicos del costumbrismo romántico. Fue hijo del pintor José Domínguez Bécquer, sobrino del también pintor Joaquín Domínguez Bécquer y hermano del famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer. También pintó notables retratos y caricaturas e ilustraciones junto a su hermano Gustavo Adolfo que también hizo sus pinitos en la pintura.
• José Roldán y Martínez (1808-1871), es considerado uno de los pintores más representativos del romanticismo sevillano. Su obra está dedica principalmente a la realización de retratos y a la pintura de temas costumbristas. Su arte estuvo muy influenciado por la figura de Murillo, tanto en la selección de temas como en la técnica pictórica y el colorido. Representó con frecuencia en sus lienzos niños de la calle, mendigos y pilluelos, tal como ocurría en la pintura española del siglo XVII.
• Andrés Cortés y Aguilar (1815-1879), pintor fundamentalmente costumbrista. Fue alumno de la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal y perteneció a la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Fue un pintor versátil en todo, su obra abarca desde el paisaje al bodegón, desde el retrato al paisaje de género. A pesar de ser un trabajador incansable, actualmente es poco conocido a nivel popular.
• José María Romero y López (1815-1880), fue un pintor romántico que desarrolló su actividad artística en la ciudad de Sevilla, en la que se cree que nació y murió, aunque no existe constancia documental. Destacó como retratista, especialmente de niños, aunque también realizó obras de temática religiosa, campo en el que se le considera un continuador de Murillo.
• Manuel Barrón y Carrillo (1814-1884). Máximo exponente y, posiblemente, mejor representante del paisajismo romántico andaluz y sevillano. Sus destacables paisajes le dieron notoria fama. Por ellos Barrón ostenta un importante reconocimiento, siendo considerado por tanto un excelente paisajista. Famosos son aquellos que dedica a los entornos urbanos, paisajes en los que pinta figuras humanas dando a estas obras un toque escenográfico y costumbrista. Estudiaría en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, así como en la escuela de Antonio Cabral Bejarano, donde además ejercería posteriormente la docencia, siendo un insigne profesor para las asignaturas de dibujo del yeso, perspectiva y paisaje.
• Francisco Cabral y Aguado Bejarano (1824-1890). Su producción artística está compuesta principalmente por temas costumbristas andaluces, retratos, temas religiosos y copias de las obras de Murillo. Hijo del pintor Antonio Cabral Bejarano y hermano del también pintor Manuel Cabral y Aguado Bejarano.
• Manuel Cabral y Aguado Bejarano (1827-1891). Es uno de los mejores representantes del costumbrismo andaluz dentro del romanticismo español. Hijo del pintor Antonio Cabral Bejarano y hermano del también pintor Francisco Cabral y Aguado Bejarano.
• José Jiménez Aranda (Sevilla 1837-1903). Es uno de los más destacados representantes de la pintura andaluza del siglo XIX. Sus escena costumbristas y retratos son de verdadero mérito. Su formación transcurre en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y sus primeras creaciones se identifican con el costumbrismo de la época, aunque pronto destaca por sus cualidades como dibujante. En 1871 se instaló en Roma, donde conoció a Fortuny. Fue amigo de Joaquín Sorolla, al que influyó en su obra.
• Luis Jiménez y Aranda (1845-1928). Pintor costumbrista, hermano de los también pintores artísticos José y Manuel Jiménez Aranda, este último poco conocido. Se especializó en la pintura histórica, aunque también cultivó la costumbrista, ambas con un estilo verista y de gran acento dibujístico que revela la gran influencia de su hermano José.
• José Villegas Cordero (1848-1921). Se dedicó a la pintura de historia, costumbrista y de casacones. Formado primero en el taller sevillano del pintor José María Romero, y en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, completó su aprendizaje junto a Eduardo Cano de la Peña. Una vez concluidos sus estudios, el joven artista viajó a Madrid, donde conoció personalmente a Fortuny, lo que le hizo interesarse por la pintura de género.
• José García Ramos, (1852-1912). Se trata de un pintor costumbrista perteneciente a la escuela decimonónica sevillana y uno de sus máximos exponentes. Su dibujo es grácil y su pincelada colorista. La mayoría de sus obras reflejan la vida diaria de la Sevilla de finales del siglo XIX. Fue discípulo de José Jiménez Aranda. También influyo en su obra Fortuny.
• Gonzalo Bilbao Martínez (1860-1938), considerado como uno de los mejores pintores impresionistas sevillanos, también practicó durante años el costumbrismo y la la temática de historia principalmente. Se inicia desde niño en el dibujo alentado por José Jiménez Aranda. Fue maestro de Alfonso Grosso Sánchez.
Espero que la recopilación que he conseguido de este pintor sevillano, sea del interés de los aficionados al arte que frecuentan esta sección, y contribuya en su divulgación.
Algunas obras

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Bailando. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano. 1889. Óleo sobre lienzo, 56 x 44 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.

En los últimos años de su vida, este artista hubo de ver cómo la tradición de la pintura romántica, que había venido realizando desde su juventud, se había agotado prácticamente. Sin embargo, y pese a haber incidido levemente en el ejercicio de pinturas historicistas y realistas, siguió pintando obras de temas costumbristas como esta escena que comentamos, ejecutada solamente dos años antes de su fallecimiento.
El asunto de esta pintura no deja de pertenecer a la visión amable e intrascendente que este artista había entendido siempre de la vida cotidiana. Por otra parte, se advierte que en ese punto final de su vida renuncia a composiciones complejas y realiza obras de sencilla plasmación y con un solo personaje. Así, en esta obra describe un patio en el que sobre una mesa baila una joven que dirige su mirada hacia el punto de vista del espectador, donde probablemente hay una persona que la mira. En torno la mesa sólo hay dos sillas, lo que indica que la joven está bailando para su cortejador o enamorado cuyo sombrero o «catite» está en el suelo. Allí aparece también una botella y un plato roto que aluden a la precipitación con que se ha limpiado la mesa para que la joven pudiera bailar sobre ella. Es, pues, una pequeña fiesta privada entre dos enamorados la que el artista describe.
Hay en la pintura detalles de cierto interés como el fondo vegetal del patio cerrado por una frondosa vegetación, que el artista ha descrito con su habitual habilidad.
carmenthyssenmalaga.org / Enrique Valdivieso
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El puesto de buñuelos. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano, c. 1854. Óleo sobre lienzo, 63,5 x 50 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
La Feria de Sevilla, por vez primera celebrada en 1847, se convirtió, en virtud de su capacidad regeneradora de la actividad mercantil de la ciudad, en uno de los hechos sociales de mayor relevancia en la capital hispalense –junto con las celebraciones públicas de la Semana Santa–, sin que falte desde sus mismos orígenes un rico repertorio iconográfico que comprende fotografías, escritos y, desde luego, pinturas, que ilustran a la perfección su carácter festivo.
Sobre el Prado de San Sebastián, a las afueras de Sevilla, se instalaban casetas y puestos que promocionaban las transacciones de todo tipo, para las que se había ideado la Feria, y lo que es más importante, favorecían también el encuentro social. De ese modo, la Feria se convirtió en el lugar por antonomasia para la complacida exhibición de los propios sevillanos, de modo que se veían orgullosamente reflejados en las imágenes que ésta generaba.
La composición de la presente obra –que se repite en muchos cuadros y algunas fotografías, como la de Beauchy, Las buñoleras en la feria (colección particular), que representa a «la famosa buñolera del Salvador»–, se centra en torno a un apuesto jinete sobre un caballo alazán pálido ricamente enjaezado, que toma buñuelos de un plato que le ofrece una gitana. Ante su montura, una niña rubia pasea con dos buñuelos sujetos por un junco verde. Tras el caballero pueden verse varios grupos de figuras: una mujer, sentada a la puerta de su caseta, prepara más buñuelos, mientras dos hombres la acompañan; al otro lado, un jinete se aleja de los primeros términos con una moza sentada a su grupa que saluda a un majo que, de pie, le devuelve la atención. Todos ellos destacan por desenvolverse con una gestualidad narrativa puramente escenográfica, que bien podría proceder de los cuadros de costumbres teatrales y de los sainetes que se representaban ya por entonces como entretenimientos de las clases populares.
Bejarano resuelve esta pintura de forma virtuosa, atento a los detalles anecdóticos, e interesado también por las composiciones de alguna complejidad incluso para el pequeño formato, dada la disposición de las figuras en torno a la del caballista central. Sin embargo, el pintor cometió ciertas incongruencias compositivas, como la dirección del viento que despliega las banderas sobre las casetas, contraria a la que mueve la copa del árbol situado inmediatamente detrás, o las escalas no siempre consecuentes, en las que se ubican las figuras humanas. Pese a ciertas zonas de dibujo más rígido, como el perfil de la gitana que ofrece el plato al jinete, o la propia silueta del protagonista y su montura, enfatizadas por la luz fría y cenital, como de estudio, a la que está sometida toda la composición, prevalece en esta pintura lo atractivo del color, que el maestro hispalense maneja de un modo valiente, seguramente inspirado en la viva experiencia de la Feria, famosa precisamente por lo atractivo de su típico encanto local.
Esta pintura tiene su pareja en la titulada Jaleando a la puerta del cortijo (cat. 17), con la que ingresó en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, pero con la que no mantiene ningún correlato argumental, más allá de representar ambas episodios festivos de ambientación andaluza.
carmenthyssenmalaga.org / Carlos G. Navarro
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Escena en una venta. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano. 1855. Óleo sobre lienzo, 62 x 52 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
Los viajeros, ricamente vestidos como majos andaluces, son, seguramente, contrabandistas, pues van armados. Uno de ellos parece vigilar en el porche de la venta y, en primer término, en la penumbra, figuran unos fardos. El viajero que está de pie lleva zahones de paño de color castaño ribeteado y con vuelta de terciopelo azul oscuro, a juego con la chaquetilla, con botonadura de oro, cubierta por la manta de rayas. El otro, sentado sobre su propia manta, viste chaleco, faja roja en cuyos pliegues, al costado, se ve una daga. Ambos llevan polainas de cuero que, abiertas por el costado, dejan al descubierto la pierna. Se cubren con pañuelos para evitar el polvo del camino, que asoman bajo el sombrero calañés. La maja, a la que habrán pedido que toque la guitarra, lleva un vestido azul ribeteado en negro y se adorna con gargantilla y brazaletes a juego y flores en el pelo. El ventero, en pie ante una mesa en la que hay una pequeña fuente con olivas, dos vasos para cañas y una botella de manzanilla o amontillado, lleva en la mano un plato con un guiso.
La obra pertenece al mejor momento de la producción de su autor. Denota un interés en captar un espacio interior amplio gracias a la hábil utilización de los elementos arquitectónicos, que también aparece en algunas otras obras del artista en esta colección. Eso le lleva a mostrar, más allá del recinto principal de la venta, separada por una arquería dispuesta oblicuamente, el zaguán, y, más allá, el porche abierto a un luminoso paisaje. En cada uno de estos espacios el pintor coloca algún objeto (la silla en el porche; una repisa con un plato, una botella y una jarra de cobre en el zaguán; y una escoba en el espacio del primer término) que sirven para ambientar el conjunto, que da, así, una impresión de naturalidad sólo desmentida por la actitud un poco afectada de la figura de la izquierda.
De todos modos, la composición está en deuda con el dibujo de José Domínguez Bécquer, litografiado (invertido) por Adolphe-Jean-Baptiste Bayot para el tercer tomo de la España artística y monumental que dirigió Genaro Pérez Villaamil (París, 1844), como se ve por la postura del personaje que está de espaldas, y en la similitud del interior arquitectónico, aunque las figuras sean mucho más numerosas. Esta litografía tuvo cierta fortuna, pues aún a finales de siglo proporcionó la composición de algún óleo, como el que de José Fernández Alvarado figura en la malagueña Colección Bellver. El título de la estampa, Los ladrones en una venta, resulta indicativo de la condición de los personajes, aunque en la obra que se cataloga se trata, más bien, de contrabandistas, dedicación que gozaba de mucho prestigio en la Andalucía de la época.
Se conoce al menos una variante del motivo, con parecida arquitectura y encuadre, y similares personajes, especialmente los dos que están sentados. El asunto de interiores de ventas y mesones fue muy frecuente en la pintura andaluza. De ese mismo año 1855 cabe citar una pintura de Joaquín Domínguez Bécquer, con numerosas figuras, y el propio Cabral lo cultivó en otras ocasiones. También son muy numerosas las representaciones de contrabandistas. La obra es un buen ejemplo del gusto de la época por los interiores con personajes característicos, propio, sobre todo, de la clientela anglosajona. Precisamente inglés debió de ser el primer comprador de esta obra, a juzgar por la etiqueta que conserva, en este idioma, que indica que fue adquirida en Sevilla el mismo año de su realización.
carmenthyssenmalaga.org / Javier Barón
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Jaleando a la puerta del cortijo. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano. 1854. Óleo sobre lienzo, 64 x 50 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
Una muchacha vestida de rosa toca palmas, mientras se dispone a bailar la música que otra joven interpreta con su guitarra. Varios personajes las contemplan o las siguen con las palmas, como un chiquillo sentado en el suelo, a la derecha, que recuerda a los pilluelos de los cuadros de Murillo. Detrás de este grupo se ven los muros de un cortijo y, a la izquierda, tras una pareja de caballos, se divisa en la lejanía un garrochista a caballo llegando a una pequeña aldea, y algo más lejos, otra población de mayor importancia.
Puede apuntarse una identificación del entorno representado gracias a otra pintura de Bejarano recientemente aparecida en el comercio madrileño, y que seguramente reproduce la misma construcción descrita en este cuadro, con ligeras modificaciones. Titulada Llegada del conde del Águila a su finca de Aldehuela, en ella se reconoce, no solo una arquitectura muy similar con detalles paralelos, como la entrada, con el vano recto seguido del arco de medio punto que da paso a un patio, y que repite el mismo farol en su interior en los dos casos, o la parte de la izquierda de la tapia, con un tragaluz cruciforme, o sobre todo el fondo de paisaje, sino que incluso se reiteran algunos de los personajes, como la pareja que en el cuadro de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza está tras la protagonista de la composición, y que en esta nueva obra figuran, de idéntica forma, junto a la puerta de acceso al cortijo.
Este correlato formal podría llevar a identificar la escena de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza con la misma finca del conde del Águila en Aldehuela, de confirmarse que, en efecto, la identificación del cuadro de comercio atribuido a Cabral Bejarano representa dicho paraje. Los condes del Águila poseían su casa solariega en Arcos de la Frontera (Cádiz), sin que pueda identificarse con exactitud dicha Aldehuela, tratándose seguramente de alguna posesión de labor y esparcimiento de los nobles en la propia Andalucía.
Para recrear la naturaleza, Cabral Bejarano empleó una técnica fácil, abocetada y breve, que enmarca las figuras de la escena en un paisaje que recuerda la pintura de los primitivos flamencos, graduando con azules el lejano horizonte. Algo más refinadas y completas, destacan por los brillantes coloridos las figuras, en cuyo detallismo emplea su técnica más hábil y dibujística, subrayada por la notable iluminación, fría y cenital, que reciben.
La obra ingresó, procedente del comercio madrileño, junto con El puesto de buñuelos (cat. 18), de características formales y dimensiones paralelas, con el que forma pareja, aunque sus asuntos, más allá de lo festivo de su contenido, no guardan entre sí ninguna relación.
carmenthyssenmalaga.org / Carlos G. Navarro
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La Reyerta. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano. 1850. Óleo sobre lienzo, 60 x 74,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
En el interior de una venta andaluza tiene lugar una tumultuosa bronca formada por numerosos y variopintos personajes. Hacia el medio término de una amplia y modesta estancia, un hombre con el brazo izquierdo envuelto en una prenda se escuda de los ataques de su oponente mientras en la derecha blande una faca, con la que se prepara para atacar. A su alrededor suceden muchas otras escenas violentas, como la que protagoniza en primer término a la izquierda el hombre que levanta fogosamente una guitarra para hundirla en la cabeza de otro que yace en el suelo, o la de la primera víctima de gravedad que, despojado en el suelo, una mujer llora desesperada. Mientras, por una escalera próxima a la trágica pareja, huye un caballero que ha dejado en el tumulto al que parece su acompañante. En la parte superior otro personaje parece dispuesto a poner fin con un arma de fuego a ese tremendo caos.
Se trata seguramente del cuadro compañero del titulado Un borracho en un mesón (cat. 15), junto al que ingresó en la Colección Carmen Thys¬sen-Bornemisza, y con el que guarda cierta relación de formato y argumento, aunque éste está resuelto de forma más discreta, pese a ser, junto con su pareja, uno de los más tempranos ejemplos de composición de cierta envergadura en la producción del pintor hispalense.
Aunque parece evidente que no se trata, como se ha sugerido, de una pareja de pinturas estrictamente inspiradas en uno de los relatos de Estébanez Calderón en sus Escenas andaluzas, ya que no sigue el decurso de la narración, sin embargo el nexo que une a ambas escenas está por un lado en el ambiente de la venta, festivo y violento, que puede leerse en efecto en el relato de «El Roque y el bronquis», ambientado en un lugar semejante –lo que sucede en muchos sainetes cómicos costumbristas, de gran calado en España desde la divulgación de las obras de don Ramón de la Cruz–, y por otro en la continuidad argumental que parece seguirse entre el otro lienzo y este.
Además del correlato de la situación cómica entre ambos lienzos, establecida además de por la similitud del escenario, por la presencia común del personaje central, que en uno de los lienzos ofrece un brindis mientras en el otro intenta atacar a su oponente con una navaja, puede señalarse, como origen remoto de este tipo de composiciones, la obra de Goya, especialmente en pinturas como La riña en la Venta Nueva (Madrid, Museo del Prado), en la que no sólo puede verse una multitudinaria pelea sino también el detalle del personaje, quizá un ventero, que se dispone a dar término a la algarada abriendo fuego.
En la pintura se sintetizan todos los tópicos que conforman el repertorio de este género de costumbres, convocados en el escenario más arquetípico al uso, la venta, para dar cuenta del violento y vehemente carácter español –que pasa en un instante de una alegre juerga a la más peligrosa pendencia– y que los viajeros por Andalucía querían llevarse consigo en cuadros como estos.
carmenthyssenmalaga.org / Carlos G. Navarro
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Un borracho en un mesón. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano. 1850. Óleo sobre lienzo, 60 x 74,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
Adquirido junto a su cuadro compañero, que representa La reyerta (cat. 16), firmado y fechado por Cabral Bejarano en 1850, el presente lienzo muestra el interior de un mesón, en el que un paisano completamente beodo irrumpe en medio de un sarao, descalzo y con un vaso de vino en la mano, para entonar como puede un cante, ante la risotada general de todos los asistentes a la juerga. Completamente desarrapado por los efectos del alcohol, se ha descalzado de un pie, ha roto una botella y anda descamisado, asomando su faca en la cintura y mostrando el escapulario que lleva al cuello. Algunos contemplan su ridícula facha con benevolente sonrisa, mientras otros ríen a mandíbula batiente y un mozo ya no puede aguantar y se desternilla casi hasta llorar, apoyado en la pared.
Junto con su pareja, son dos de las escenas de costumbres andaluzas de cierta envergadura compositiva más tempranas conocidas de este prolífico artista, que las pintaría con veintitrés años, y de quien la colección de la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza guarda otros interesantes testimonios de su fecunda y longeva carrera.
A pesar de ser obras de juventud, en ellas queda ya bien patente la especial habilidad de Cabral Bejarano en el planteamiento escenográfico de las arquitecturas, en esta ocasión de un humilde ventorro, dispuestas con un marcado sentido teatral, con juegos espaciales y de perspectiva de gran efecto, creados por la sucesión de arcos, las empinadas escaleras, las vigas y el pasillo en voladizo por el que asoma el mesonero, que abandona su faena de barrida para contemplar el irrisorio espectáculo.
Asimismo, el cuadro demuestra un particular acierto del artista en la disposición de los personajes en los distintos planos, sin que ninguno se estorbe y dándoles a todos una reacción expresiva acorde con tan cómico argumento, lo que testimonia además un singular instinto narrativo en este pintor, que ha hecho pensar a Luis Quesada que, en realidad, ambos lienzos interpretan sendos pasajes del capítulo «El Roque y el Bronquis» de las Escenas andaluzas publicadas en 1846 por el escritor costumbrista malagueño Serafín Estébanez Calderón «El Solitario» (1799-1867), y que relata una juerga acabada a palos. Sin embargo, aunque el argumento de este sainete pudiera encajar genéricamente con el cuadro La reyerta no parece que suceda lo mismo con la presente escena, que no se corresponde con ninguno de los pasajes de este cómico relato.
A pesar de los tintes casi caricaturescos de la mayoría de los tipos, acordes por otra parte al tono burlesco del argumento, Cabral Bejarano siempre da muestra de una particular elegancia en el dibujo de las figuras, especialmente apreciable en este caso en las dos mujeres y, sobre todo, en la que está sentada a la derecha y vuelve su cabeza, tanto en su propia pose como en el tratamiento de los pliegues del vestido de volantes y su mantilla de flecos, resueltos además con un colorido limpio y brillante, que fueron en buena medida la clave de su éxito en los años posteriores a su presentación en la corte.
carmenthyssenmalaga.org / José Luis Díez
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En la Romería de Torrijos. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano. 1883. Óleo sobre lienzo, 69 x 99 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
La pintura representa la romería del Santo Cristo de Torrijos, la más importante de la comarca del Aljarafe. En ella, los romeros van en peregrinación desde la localidad de Valencina y desde otras próximas hasta la ermita donde recibe culto el Cristo, en la hacienda de Torrijos, situada junto a la carretera que va de Valencina a Salteras. La romería tuvo su origen el 29 de septiembre de 1600, fecha en la que se descubrió una imagen de Cristo atado a la columna, y se celebró en ese día, festividad de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, hasta 1923, año en que se fijó para el segundo domingo de octubre.
La obra pertenece al último período de la pintura de Manuel Cabral, en el que el artista busca un preciosismo cromático que va unido a menudo a cierta afectación en las actitudes de las figuras. Como en otras obras del artista, éstas son muy numerosas en el lienzo, distribuyéndose en torno a dos parejas que bailan a los sones de guitarra y pandereta, acompañándose con castañuelas. El sombrero en el suelo, en primer término, indica cómo se ha iniciado el baile, pues era costumbre que los hombres lo arrojaran a los pies de una moza para incitarla a bailar, como ha debido hacer el majo del centro, que no lo lleva. Los romeros, cuyos engalanados carros se ven a izquierda y derecha, han hecho un alto en el camino, que muestra al fondo un cortijo o hacienda, quizá la de Torrijos. El artista ha incluido, buscando la variedad, distintos tipos, entre ellos los jinetes, que dominan la composición, una mujer que amamanta a un niño, varios campesinos, una gitana y dos guardias civiles, entre numerosos jóvenes de ambos sexos, y ha tratado de dar una expresión amable y alegre a los personajes, de los cuales la bailarina del centro mira con picardía al espectador. Destaca la belleza de las figuras femeninas, ricamente ataviadas con vestidos de faralaes y mantones de Manila, zarcillos en las orejas y rosas en el pelo. La escena se enmarca entre un bodegón y un florero, integrados en ella. El primero, a la izquierda, junto al perro, presenta las viandas en un serillo de mimbre y en un capazo de pleita de esparto. El segundo es una enramada o ramo para la ofrenda, al que aún agrega unas flores la joven del mantón rojo. La cuidada ejecución y el primoroso colorido dan idea de las calidades de las diferentes telas. En el suelo, donde se ven efecto de esgrafiado o rascado en la parte inferior derecha para simular las hierbas secas, la factura es muy suelta, como en los árboles situados a ambos lados de la composición.
La obra, firmada en 1883, fue uno de los dos envíos del pintor a la Exposición Nacional de Bellas Artes del año siguiente, donde no llegó a suscitar el interés de los principales críticos ni la atención del jurado. A pesar de que no obtuvo sino tres menciones honoríficas en 1858, 1860 y 1867, quedando siempre al margen del reparto de medallas, Manuel Cabral Bejarano acudió con asiduidad a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid, concurriendo a cuantas se celebraron entre 1858 y 1890. Precisamente a la que tuvo lugar en este último año envió una obra con el mismo asunto, pero de mayores dimensiones que ésta.
carmenthyssenmalaga.org / Javier Barón
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En la Feria de Sevilla. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano, c. 1885. Óleo sobre lienzo, 73,5 x 91 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
La creación de la Feria de Abril en Sevilla a instancia de los munícipes José María Ybarra y Narciso Bonaplata en 1847 fue un acontecimiento mercantil y festivo que ha tenido gran repercusión iconográfica en la literatura (por ejemplo, Gustavo Adolfo Bécquer) y en la pintura decimonónica y de nuestro siglo.
Pintores como Andrés Cortés, Joaquín Domínguez Bécquer o Manuel Rodríguez de Guzmán se acercaron al tema dejando una visión panorámica del acontecimiento, de su lugar de celebración, de su variopinto gentío y de sus características definitorias. También es el caso del cuadro En la Feria de Sevilla, de Manuel Cabral Aguado Bejarano, autor esencial de la pintura costumbrista sevillana con unas claves originales que señalan una personalidad definida dentro de este panorama pictórico.
El cuadro aquí expuesto ofrece una visión del acontecimiento en el Prado de San Sebastián, ejido de la ciudad, fuera de su perímetro urbano. En el mismo aparecen los tipos que definen no sólo esta celebración concreta sino también los que había en una ciudad que se ofrece como singular para el viajero extranjero y nacional, así como para sus propios habitantes. Encontramos caballistas –demostración del nuevo poder conquistado por la burguesía agraria–, señores del caballo y del cortijo, que ocupan un lugar central y bien destacado en la composición. También personajes más populares, como las buñoleras, imprescindibles en este evento, que suelen adscribirse a gente de raza gitana, ataviadas con flores y trajes populares, están aquí acompañadas por tipos masculinos con chaqueta corta y sombrero de queso, vestimentas que contrastan con las de las clases más acomodadas, más adaptadas a la «extranjerización» afrancesada del vestir. Otros personajes populares chalanean, hacen tratos de una cabalgadura junto a un redil donde aparecen otros animales –ovejas y cerdos– que ponen de manifiesto el carácter de mercado que tuvieron esos días feriados, uno de los objetivos esenciales de su creación en una ciudad que se proponía basar su horizonte económico en su rico entorno agrícola.
Junto a ello, también destaca el carácter festivo del evento. Las casetas –el traslado de la vivienda a la «tienda»– iniciadas por un ascendiente de los poetas Antonio y Manuel Machado, con su animación particular, subrayando el contraste entre la privacidad y lo exterior. Como marco arquitectónico, la ciudad: Sevilla. Definida por sus monumentos más emblemáticos: la catedral con la Giralda, los Reales Alcázares, la Fábrica de Tabaco y la puerta de San Fernando (aún no derruida, pues la ciudad aún tenía su cíngulo de murallas y puertas). En segundo término, escenas más complementarias con una gran minuciosidad descriptiva. Aun cuando otros pintores, como anticipábamos, tratan el mismo tema como algo intrínsecamente definidor de la ciudad, la singularidad del cuadro de Manuel Cabral Aguado Bejarano estriba más en el carácter documental del acontecimiento, en el aire de retrato que tienen sus figuras principales (la pareja central es similar a los personajes del cuadro Pareja serrana del Museo Romántico de Madrid), en su captación pormenorizada de trajes, caballerías y jaeces, y menos en esa ambientación cromática de influencia inglesa y murillesca.
Este cuadro completa la aportación iconográfica de Manuel Cabral a las grandes fiestas de Sevilla. También el Corpus (Procesión del Corpus en Sevilla, 1847, Madrid, Museo del Prado-Casón del Buen Retiro) y la Semana Santa (Procesión del Viernes Santo en Sevilla. Cofradía de Monserrat, 1862, Sevilla, Reales Alcázares) fueron temas para este pintor que con propuesta documental de muchos de sus personajes y motivos define con personalidad original y destacada su singularidad en la pintura costumbrista sevillana.
carmenthyssenmalaga.org / Antonio Reina Palazón
Otras obras
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'Mujeres italianas'. Óleo sobre lienzo, 55 x 36 cm. Colección privada. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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La muerte de Carmen. 1890. Basdada en la ópera de Bizet. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Fiesta en el cortijo, 1889, óleo sobre lienzo, 71 x 107 cm, Manuel Cabral Aguado Bejarano
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Corpus. Obra de Manuel Cabral Aguado Bejarano
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Corpues Christi en Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano (1827-1891). Destaca La procesión del Corpus en Sevilla (1857, Museo del Prado), donde muestra algunos rasgos más sobresaliente de su estilo, como su amor por el detalle y cierta tendencia al uso convencional de los colores.
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Baile en una caseta de feria. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Fue un destacado pintor sevillano especializado en escenas costumbristas y folclóricas andaluzas, también formó parte de la corte de Isabel II en Madrid.
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Baile en un salón. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Donación Asociación Amigos del Museo. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Después de la procesión. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Calando el melón, óleo sobre lienzo de 37 x 54 cm. 1864. Colección Bellver. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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'Pastora recostada en el campo', c. 1875. Colección privada. Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Baile en una caseta de feria, óleo sobre lienzo de 50 x 65 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Escena de baile en el interior de una caseta de feria, la que se abre al exterior y se puede entrever la típica puerta del recinto ferial.
Toda la fiesta se organiza en torno a la figura de la mujer, que aparece sentada, ataviada con falda de volantes y manton de manila, mientras que el resto de los personajes, hombres, bailan, beben y palmean en torno a ella. En primer plano aparece un personaje tocando la guitarra.
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Baile en un salón, óleo sobre lienzo de 50 x 65 cm. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Escena de baile en el interior de una casa burguesa, como se aprecia por el cortinaje y la decoración de la estancia. La figura femenina es el centro de la composición y en torno a la que aparecen todos los asistentes a la fiesta en al que solo tienen cabida hombres, entre los que aparecen flamencos y señoritos con sus distintos atuendos. Las figuras del primer plano aparecen representados con mas detalle que los personajes del fondo.
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Jugando con el pajarito. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
Retratos
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Retrato de 'Cabeza de San Antonio de Padua'. 1845. Dibujo, técnica mixta: Lapiz graso sobre papel claro, 49,3 x 34,3 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Dibujo del perfil de una cabeza de un fraile, con perilla, identificaca con San Antonio de Padua, de la obra " San Antonio y el Niño " de Murillo. (1617- 1682) Museo de Bellas Artes de Sevilla. Copia/reproducción de "San Antonio y el Niño" de Murillo. (1617- 1682) Museo de Bellas Artes de Sevilla.
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'Teodora Lamadrid'. Museo del Romanticismo, Madrid. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Retrato de caballero sin identificar. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Retrato de músico sin identificar. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Retrato de señora, óleo sobre lienzo, 83,5 x 63,5 cm. Colección particular. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Retrato de 'FRANCISCO DE RIOJA'. Pintura que representa al retratado con barba, vestido de clérigo. 1870. Óleo sobre lienzo, 99 x 86 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano
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Retrato de 'Nicolás Mª RIVERO'. 1879. Óleo sobre lienzo, 100 x 87 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa un retrato de varón barbudo, moreno, con traje negro y pajarita; inserto en un marco oval pintado imitando piedra, con inscripción. Firmado y fechado en el anverso: "Manuel Cabral Bejarano", "1879".
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Retrato de 'JUAN DE ROELAS'. 1871. Óleo sobre lienzo, 99 x 85 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa el retrato de un hombre con bigote vestido de clerigo dentro de una moldura oval pintada con inscrición.
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Retrato de 'MATEO ALEMÁN'. 1870. Óleo sobre lienzo, 100 x 88 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa al retratado con barba, traje negro y gola. Copia/reproducción de un grabado de su "San Antonio de Padua...", Sevilla, Juan de León, 1605.
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Retrato de 'ANTONIO DE ULLOA'. 1871. Óleo sobre lienzo, 99 x 86 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa al retratado con peluca blanca y traje militar de gala del siglo XVIII; inserto en un marco oval pintado con una inscripción.
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Retrato de 'JOSÉ FERNÁNDEZ ESPINO'. 1875. Óleo sobre lienzo, 99 x 88 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa al retratado con barba, toga y medalla; inserto en un marco oval pintado con una inscripción.
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Retrato de 'JUAN VALDÉS LEAL'. 1871. Óleo sobre lienzo, 100 x 87 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa al retratado con bigote vestido de negro y con un fondo de nubes. Copia/reproducción.
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Retrato de 'FRANCISCO PACHECO'. 1870. Óleo sobre lienzo, 100 x 87 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano.
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Retrato de 'Jaime de Guzmán, Marqués de la Mina'. 1875. Óleo sobre lienzo, 100 x 87 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral
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Retrato de Juan de la Cueva. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral
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Retrato de 'ANTONIO CABRAL BEJARANO'. 1875 (Copia de un retrato de Antonio Mª. Esquivel). Óleo sobre lienzo, 100 x 85 cm. Galería de Retratos de Sevillanos Ilustres. Universidad de Sevilla. Obra de Manuel Cabral y Aguado Bejarano. Pintura que representa al retratado con traje oscuro, camisa y pajaríta blancas, cuelga una medalla de su cuello; inscrito en un marco oval pintado con una inscripción.
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Retrato de señora con mantón, óleo sobre lienzo, 42 x 33 cm. (Firmado centro izq: "Manuel Cabral Aguado / Bejarano"). Obra de Manuel Cabral Y Aguado Bejarano (Sevilla, 1827-1891)

Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado al pintor sevillano Manuel Cabral y Aguado Bejarano (1827-1891) Hijo de Antonio Cabral Bejarano (1798-1861), con el que se formó, y hermano del también pintor, aunque menos menos conocido Francisco Cabral y Aguado Bejarano (1824-1890).

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