Fernando De Amárica

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megaurbanismo
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Fernando De Amárica

Mensaje por megaurbanismo » Mar, 07 Dic 2021, 18:50

Este trabajo recopilatorio está dedicado al pintor vasco Fernando de Amárica Medina. Pintor paisajista alavés, nacido en Vitoria el 1 de junio de 1866. Muere en su ciudad natal el 6 de noviembre de 1956. Amárica fue uno de los grandes paisajistas vascos, un pintor que vivió el tránsito del siglo XIX al XX y que, pese a su proximidad al impresionismo, se acercó también a otras tendencias artísticas.
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"Amárica, pertenece a la generación de artistas que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, introduce en el País Vasco la modernidad pictórica con modelo francés. Contemporáneos suyos fueron Regoyos, Guiard, Iturrino, Losada y Zuloaga, el más internacional de ellos. Toda esta generación dedicó una gran atención al paisaje, género privilegiado del impresionismo, del que fueron todos herederos en mayor o menor medida, pero quizá ninguno con tanta insistencia como Amárica, que no lo utilizó -al contrario de otros- como campo idóneo para el lucimiento de las innovaciones en el tratamiento cromático y lumínico de las imágenes, ni como manifiesto regionalista o ideológico, sino que -así lo parece- sintió de una manera directa la hermosura y la calma espiritual de los paisajes que conoció y quiso reflejarlos casi podríamos pensar que para sí mismo".
Alumno aplicado, estudió bachillerato en el Instituto de la ciudad y leyes en la universidad de Valladolid, carrera que terminó a los veintiún años. Nunca ejerció la abogacía a pesar de los deseos de la familia. Su tío político fue el prócer alavés Ramón Ortiz de Zárate, casado con una hermana de su padre. Recibió sus primeras lecciones de pintura bajo la dirección del experimentado Emilio Soubrier, maestro también de su entrañable amigo Ignacio Díaz Olano. Entendemos que este aprendizaje se tramitó a nivel particular, pues no frecuentó las aulas de la Academia de Bellas Artes de Vitoria. Se conservan de él modestas obras de juventud, aunque su verdadera irrupción en la pintura data de la última década del siglo.
A finales de 1895 se traslada a Roma, donde ya se encontraba Díaz Olano, y recorre durante tres meses las ciudades de Nápoles, Milán, Florencia, Pisa y Venecia. Durante esta época le atrae todo lo relacionado con la técnica del retrato. Tres años más tarde, visita en Madrid el taller de Sorolla. Queda fascinado por la luminosidad y los timbres cromáticos que destilan los cuadros del valenciano.
En 1900, con el reclamo de la Exposición Universal, se desplaza hasta París, donde además de interesarle la enseñanza del desnudo en la Academia Delecluze y de entablar relación con Anglada Camarasa, estudia a los impresionistas. Le impactan los trabajos de Monet y Sisley. Aprovecha su estancia en la capital francesa para viajar hasta Holanda en compañía del pintor peruano Carlos Bacaflor. Ejecuta algunas copias, un tanto espontáneas, de Rembrandt. El cambio de siglo coincide con el período de mayor actividad del pintor vitoriano. En cuanto a viajes, comparecencias públicas y ambiciones artísticas.
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Retrato de Fernando de Amárica
En 1899 remite a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid el paisaje Zadorra y Badaya desde Trespuentes. En 1903 es admitida su obra Tarde de septiembre a orillas del Zadorra (Trespuentes, Álava) en el Salón de París, disfrutando de igual reconocimiento en la edición de 1905 con un paisaje con figuras titulado Derrière L'eglise, triste coin ensoleillé. En 1908 vuelve a concurrir en París al Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes con la tela Soledad melancólica. Participa también en la Exposición Internacional de Marsella con tres lienzos. Avatares y desengaños varios incidirán en su ánimo desestimando futuras comparencias en la capital gala a pesar de la aceptación que estaban teniendo sus envíos entre el público y la crítica. Es ahora cuando Amárica lucha por conseguir que su firma fuese reconocida en el mundo del arte, cediendo cuadros en depósito a los marchantes para su venta y promoción. Precisamente en 1912, el extravío de uno de estos lotes en Berlín, las tres obras que había expuesto años atrás en Marsella, determinará como nos recuerda su biógrafa Paloma Apellániz que nunca más vuelva "a dejar cuadro alguno en depósito, ni a intentar la venta de ningún cuadro más. Los pocos que vendió fue a íntimos amigos, y tras infinitos ruegos y súplicas". Aunque en años posteriores, Fernando de Amárica es seleccionado para participar en prestigiosos acontecimientos, como la Exposición de Arte Español 1828-1928, que se celebró en Bélgica y Holanda, con más de un centenar de autores, y al año siguiente, en 1929, en la colectiva organizada por la Agrupación de paisajistas en los Salones del Círculo de Bellas Artes de Madrid, lo cierto es que su nombre cada vez queda más constreñido al estricto ámbito local. No obstante, en las postrimerías de su vida, ya octogenario, todavía concurre a los Salones de Otoño de Madrid, en las ediciones de 1948, 1949, 1950, 1952 y 1955, siendo su presencia inexcusable en las más importantes colectivas del arte alavés de la postguerra. Entre sus contemporáneos tomaron cuerpo las críticas que le acusaban de falta de lucha, de capacidad para asumir riesgos y de deseos de mejora profesional por mor de una posición económica personal bastante desahogada.
Ciertamente es así. No necesitaba desprenderse de sus cuadros para vivir. Pero sería del todo injusto olvidar sus años de brega, desvelos y esfuerzos por significarse en el panorama internacional. Su reclusión voluntaria en una pequeña ciudad como Vitoria, alejada de los grandes circuitos artísticos de la época, así como las escasas exposiciones personales que realizó en vida -solamente tres en su nonagenaria existencia, Madrid (1923), Vitoria (1924) y Barcelona (1935)- amén de una humildad y modestia exacerbadas, otro tanto de lo mismo vale para su colega Díaz Olano, han motivado que su obra, durante décadas, apenas haya estado lo suficientemente difundida y apreciada entre amplios sectores de aficionados. Esta actitud comenzó a subsanarse a partir de su fallecimiento gracias a las actividades de la fundación que lleva su nombre, y el de su progenitor, alcanzando en la actualidad el puesto que legítimamente le corresponde no sólo dentro del devenir de la pintura vasca sino también en la española. Donó toda su obra, más de 420 cuadros catalogados, a su ciudad natal. Desde 1966 se exhibe una amplia selección de estos fondos en el Museo de Bellas Artes de Álava.
La producción artística más celebrada de Fernando de Amárica recae en el género del paisaje, aunque también nos ha legado importantes retratos y varios estudios de flores. Se le considera el iniciador y el que asienta las bases del paisaje en la pintura contemporánea alavesa. Su interés en esta modalidad se circunscribe a un ámbito geográfico reducido, aquel que le es más próximo y, por lo tanto, el que mejor conoce y sabe interpretar: Vitoria, la Llanada alavesa, los valles umbrosos de Gipuzkoa y Bizkaia, el litoral vasco, la Rioja y Navarra. Su estilo y modo de hacer se orientan hacia la técnica que comúnmente entendemos como impresionista. Sobre un dibujo suave que sirve para sustentar el armazón compositivo, concretiza Amárica unos paisajes a base de pinceladas sueltas y manchas jugosas acordes con su marcado sentimiento plenairista: un amor a la luz abierta, sea de amaneceres, mediodías o atardeceres; días de sol o de lluvia. Trasluce así que sea la atmósfera el factor verdaderamente consecuente de todas las panorámicas, bien urbanas, bien rurales. Asume un compromiso incondicional con la inmediatez: la realidad interpretada como dinámica de elementos y objetos que se definen por su relación con el entorno y las circunstancias ambientales. Son paisajes concretos y reales que se abren a la emotividad y que acaban por implicar tanto al artista como al espectador en un deliberado y sutil juego de transparencias que nunca son iguales, siempre mudables. Por lo tanto, Amárica tenía el sentido impresionista de que el espacio y la luz podían aportar a su pintura un toque mágico, por único e irrepetible. Por eso, quizá, sintió predilección por el paisaje puro, aunque en ocasiones lo animó con figuras. Muere en su ciudad natal el 6 de noviembre de 1956.
"Amárica busca la luminosidad, la sintetización de las formas, que representa en sus mejores cuadros con esa línea ondulante tomada de Gauguin y de Van Gogh (pasando por Zuloaga y Anglada Camarasa), esas atractivas y sabias armonías de verdes, morados, amarillos y rojos de los mejores paisajistas de la época. Amárica tuvo momentos brillantes, como cuando en los 20 y los 30 pintó una serie de cuadros de reflejos en el agua (“espejos”), en los que las líneas del paisaje se invierten y se fragmentan, convirtiéndose en composiciones cromáticas que se alejan de los propósitos meramente representativos."
Espero que la recopilación que he conseguido de este pintor español, sea del interés de los aficionados al arte que frecuentan esta sección.
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Retrato de Fernando de Amárica
Algunas Obras
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Ciudad con sol. Obra de Fernando Amárica. 1905. Obra de Fernando de Amárica
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Tarde de septiembre a orillas del Zadorra (traspuntes), óleo sobre lienzo, 110 x 145 cm. Museo del Prado. Obra de Fernando de Amárica
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Tríptico 'Las puertas de Vizcaya', realizado en 1917. Museo de Bella Artes de Álava. Obra de Fernando de Amárica
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'Larras de Álava' (1894-95) cuadro de más de más de 2 metros de largo pero tratado con la delicadeza de una acuarela. Museo de Bella Artes de Álava. Obra de Fernando de Amárica
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'Melancolía de lo viejo (Estella)'. Fernando de Amárica de 1946 ya vemos -según comentario Julio Asunción- como su pintura evolucionó hacia una interpretación más personal del paisaje. Museo de Bella Artes de Álava
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'Una plaza en La Rioja'. 1924. Óleo sobre lienzo. 85 x 102 cm. Museo de Bella Artes de Álava. Obra de Fernando de Amárica
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'El Zadorra atraviesa Badaya', Fernando de Amárica de 1898, muestra el comienzo academicista del pintor alavés
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'Estanque con surtidor al fondo', Fernando de Amárica de 1904. El color vibra en plenitud
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'Una plaza en Navarra'. Fernando de Amárica de 1935 reproduce la plaza de los Fueros de Estella (Navarra)
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Sin título. Paisaje de Fernando de Amárica
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Sin título. Paisaje de Fernando de Amárica
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Sin título. Paisaje de Fernando de Amárica
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Salas dedicadas al pintor Fernando Amárica en el Museo BB.AA. de Álava. Sede donde se encuentra el 'grueso de su colección'
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Escultura de Fernando de Amárica, de Julio López Hernández. Jardines y acceso Museo de Bellas Artes de Vitoria, ubicado en el del Palacio de Augusti.
Fernando de Amárica (Vitoria, 1866-1956). Pintor español. Recibió algunas clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios en su ciudad natal, pero no comenzó a dedicarse realmente a la pintura hasta los vein­tidós años, después de estudiar Derecho en Valladolid. En 1895 viajó a Roma y a la vuelta, se instaló en Madrid, donde acudió al taller de Joaquín Sorolla. En 1899 concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes con el lienzo La vega de Güell en abril, así como con la obra Tarde de septiembre a orillas del Zadorra (traspuntes), que donaría en 1923 al Museo Nacional de Arte Moderno y de ahí pasaría al Prado en 1971. Es conocido por sus paisajes y pinturas de jardines, temas a los que se aficionó a raíz de un viaje a París en 1900. Gran parte de su producción se encuentra representada en el Museo de Bellas Artes de Álava, donde han sido depositadas por la fundación que lleva su nombre.

Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado al pintor vasco Fernando de Amárica (1866-1956). Amárica fue uno de los grandes paisajistas vascos, un pintor que vivió el tránsito del siglo XIX al XX y que, pese a su proximidad al impresionismo, se acercó también a otras tendencias artísticas..

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