MADRAZO (José De Madrazo Y Agudo)

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megaurbanismo
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MADRAZO (José De Madrazo Y Agudo)

Mensaje por megaurbanismo » Vie, 03 Dic 2021, 08:38

Este trabajo recopilatorio está dedicado al pintor y grabador cantabro José de Madrazo y Agudo. Fundador de una famosa saga de artistas, fue padre de Federico de Madrazo y Kuntz, Pedro de Madrazo y Kuntz y Luis de Madrazo y Kuntz, abuelo de Raimundo de Madrazo y Garreta y Ricardo de Madrazo y Garreta, y bisabuelo de Mariano Fortuny y Madrazo.

Inició la pintura de historia con temas de exaltación patriótica, también cultivó el retrato siendo pintor de Cámara del Rey Carlos IV. Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y mas tarde en Roma y París, donde conoce al ilustre pintor David, del cual queda muy influenciado de su técnica y estilo neoclásico.


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José de Madrazo y Agudo (Santander, 22 de abril de 1781 – Madrid, 8 de mayo de 1859) fue un pintor y grabador español, que evolucionó del barroco al neoclásico.

Estudió con Gregorio Ferro, quien le enseña el estilo y la técnica de la pintura de Anton Raphael Mengs, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A partir de 1803, estudió en París, con Jacques-Louis David, donde se formó como verdadero pintor neoclásico y entabló amistad con Ingres. Bajo el gobierno de José Bonaparte marchó becado a Roma.

Años en Roma

En 1806, Madrazo, convencido por su maestro David, que lo invitaba a estudiar las obras clásicas al natural, partió con su amigo Ingres, también alumno de David hacia Roma, donde completó su formación. Allí consiguió un discreto éxito con La muerte de Viriato, que pintó en los años en que estudiaba en la Academia de San Lucas.

Durante el período de la conquista francesa de España, Madrazo, encontrándose en el extranjero, fue uno de los primeros opositores al gobierno de José Bonaparte, por lo que el pintor español, junto con otros artistas españoles en Roma, fue hecho prisionero de los franceses que había en Roma y encerrado en el Castillo Sant'Angelo y luego en la Embajada Española. Allí conoció a los reyes españoles, Carlos IV y María Luisa de Borbón a los que Napoleón había impuesto el exilio.

El 2 de septiembre de 1809 se casó en Roma con Isabel Kuntz y Valentini, hija del pintor silesio Tadeusz Kuntze.

En 1813, Madrazo fue nombrado pintor de cámara de Carlos IV. Y, después, Académico de Mérito de la Academia de San Lucas. En los años romanos, Madrazo se dedicó sobre todo a hacer retratos, siendo numerosas las obras que representan a artistas y nobles de la sociedad romana que conocía, sobre todo, de Antonio Canova y Vincenzo Camuccini.

En 1815, las tropas del lugarteniente Joachim Murat, rey de Nápoles durante el Imperio Napoleónico, entraron en Roma, invadiendo los estados Pontificios, en un intento desesperado, después de la caída de Napoleón, de unificar Italia bajo su control. Esto impulsó a los reyes españoles a abandonar su exilio romano, lo que hizo perder a José Madrazo su título honorífico.

Regreso a España

Obtuvo un gran poder dentro de los círculos artísticos con la llegada al poder de Fernando VII a la caída de Napoleón I.

En 1818, José Madrazo regresó a Madrid con los cuadros de la colección del padre de Fernando. Madrazo reorganizó el Museo del Prado. Se ocupó de la catalogación de las Colecciones Reales de pintura, que el rey pretendía colocar en el nuevo Museo del Prado. Creó para el museo un catálogo en el que se reproducían litográficamente todas las pinturas principales presentes en la colección. Fue uno de los pioneros de la litografía, el primero que introdujo esta nueva técnica en España.

En 1823 fue nombrado Director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y seguidamente, del Museo del Prado. Paralelamente, formó una valiosa colección particular de pinturas, que en parte pasó a manos del Marqués de Salamanca y terminó dispersándose.

Iniciaría una larga dinastía de artistas. Pintores fueron sus hijos Federico, Luis y Juan, así como sus nietos Raimundo y Ricardo y su bisnieto Mariano.

Obras

Pintó cuadros de temas religiosos e históricos («Pintura de historia»). Inició, junto a José Aparicio, la corriente pictórica histórica patriótica, una corriente artística neoclásica, con base en temas patrióticos. Se enmarca en un estilo clasicista puro. Su estilo se caracterizaba por su extrema teatralidad y por la temática histórica de exaltación patriótica, siguiendo el modelo de David. Ramírez Domínguez lo califica de «relamido y frío, con exageraciones grandilocuentes y patrioteras»:

- Jesús en casa de Anás (1803).
- Jesús ante el Sumo Sacerdote (1805).
- La muerte de Viriato (1814, Museo del Prado), es uno de los cuadros más representativos del neoclasicismo español.
- La muerte de Lucrecia.
- El Amor Divino y el Amor Profano (1813, Museo del Prado).
- La aurora (1819).
- El crepúsculo (1819).
- Retrato de Fernando VII, a caballo (1821).
- Sagrada Familia (1839, Museo del Prado)
- Autorretrato (hacia 1840).
- Tomás Cortina, consultor general de la Casa Real y Patrimonio (1851, Museo de Jaén).

Cuando abandona la pintura histórica y se dedica al retrato, revela tendencias románticas: Carlos IV, Isabel II, Conde de Requena.

Espero que os guste la presentación que he realizado y contribuya en la divulgación de su obra.


Algunas obras


José de Madrazo en el Museo del Prado

José de Madrazo y Agudo (Santander, 1781-Madrid, 1859). Pintor español. Director del Museo del Prado de 1838 a 1857. Máximo representante del neoclasicismo «davidiano» en España, junto con los también pintores José Aparicio y Juan Antonio Ribera. Recibió su primera formación en la Real Academia de San Fernando de Madrid -en 1797-1798 y 1799-1801- bajo los postulados mengsianos de su maestro Gregorio Ferro, y completó sus estudios como pensionado del rey en París (1801-1803), en el taller de Jacques-Louis David, y después en Roma, entre 1803 y 1818. En París pintó Jesús en casa de Anás (1803, Prado), bajo el influjo de su maestro y de la estatuaria clásica, aunque la obra más famosa del neoclasicismo español, La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos (h. 1808, Prado), corresponde a su estancia romana y muestra la asimilación del estilo lineal de John Flaxman. De sus pinturas alegóricas conserva el Museo el cuadro mengsiano de El amor divino y el amor profano (1813) y la serie «Las horas del día», que pintó en 1819 para el Casino de la reina María Isabel de Braganza en Madrid: El mediodía y El crepúsculo. De su amplia producción retratística sobresalen la soberbia efigie de la Princesa Carini (1809, colección particular, Madrid), que se ha relacionado con David y ­Jean-Auguste-Dominique Ingres, y, en pose más romántica, los retratos del Marqués de Santa Marta (colección particular, Madrid) y Manuel García de la Prada (1827, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). De tono muy distinto es el monumental Retrato de Fernando VII, a caballo (1821, Prado). El Museo también posee su Autorretrato (h. 1840) y el retrato de Tomás Cortina, consultor general de la Casa ­Real y Patrimonio (1851). Entre sus últimas pinturas religiosas destacan Virgen de la Anunciación (1850, Patrimonio Nacional), pareja de un Arcángel san Gabriel, que conjuga los estilos de Rafael y Murillo, y, sobre todo, el gran lienzo de San Francisco de Asís en éxtasis a los pies de la Virgen (h. 1858-1859, Patrimonio Nacional), que ­pintó para el convento de capuchinos de El Pardo. Quinto director de la pinacoteca y primero de los directores-artistas, estuvo al frente del Museo durante casi veinte años. Su relación con el Real Museo de Pinturas y Esculturas comenzó a su regreso de Italia en 1819, en su condición de pintor de cámara, y se estrecha con la dirección del Real Establecimiento Litográfico, cuya obra principal fue la Colección litográfica de los cuadros del rey de España (Madrid, 1826-1837), y también con la labor de inventario y tasación de los cuadros del Real Museo en 1834. El 4 de agosto de 1836 fue elegido vocal de la junta que debía ocuparse de la dirección del Museo, según disponía una real orden de 20 de julio anterior. El 9 de febrero siguiente quedó constituida esa junta directiva presidida por el sumiller de Corps, el duque de Híjar, y formada por un secretario, un contador y otros dos vocales que acompañaron a Madrazo en sus tareas: Vicente López como primer pintor de cámara y el primer escultor Francisco Elías. Entre los trabajos desarrollados por Madrazo en esos años destaca la formación del catálogo de la escultura en colaboración con Francisco Elías y José Tomás. Por real decreto de 12 de agosto de 1838 la junta directiva cesó y el Real Museo pasó a depender de la Intendencia general de la Real Casa y Patrimonio, que delegaría en un director para su régimen y gobierno. Una semana después, el 20 de agosto, Madrazo recibió el nombramiento de director del establecimiento. Con esta reforma la reina gobernadora pretendía reunir en el Museo «todos los objetos de las artes que corresponden a su hija, la reina Doña Isabel». Así, en enero de 1839 se ordenó el traslado del Tesoro del Delfín del Gabinete de Historia Natural al Real Museo, movimiento que causó un cierto revuelo con la publicación de un artículo crítico en el Eco del Comercio que fue respondido por Madrazo (24 de marzo de 1839). El 27 de abril del mismo año se abrieron al público la galería de esculturas y seis nuevas salas de pintura en la parte sur de la planta baja que permitían la exposición de cerca de ochocientos cuadros. En 1840 se incorporaron obras dispersas por los palacios reales de pintores no representados en el Museo, sobre todo de la escuela holandesa, para aumentar el número de autores en el catálogo que preparaba Pedro de Madrazo, hijo del pintor (Madrid, 1843; reediciones en 1845, 1850 y 1854). La dirección de Madrazo recibió críticas por el horario de apertura al público, limitado a los domingos y días festivos para facilitar el estudio de los jóvenes artistas (El Clamor Público, 21 de agosto de 1847), y también por la actividad del taller de restauración (Richard Ford, A Handbook for Travellers in Spain, Londres, 1847), que vio aumentada su plantilla y dotación. El 13 de octubre de 1848 fue aprobado el primer reglamento del Museo en sintonía con las más importantes colecciones extranjeras. Una iniciativa de su etapa fue la formación de la «Serie cronológica de los reyes de España», por encargo de 1 de diciembre de 1847, aunque el proyecto estaba previsto desde dos años antes. Y entre las obras destacan la iluminación de la galería principal con la apertura de grandes tragaluces acristalados y la inauguración de la Sala de la Reina Isabel, en 1853, como sala de obras maestras de pintura y escultura. En el real decreto de 6 de marzo de 1857 vio Madrazo censurada su dirección y coartadas sus atribuciones por lo que presentó la dimisión con carácter irrevocable el 30 del mismo mes. Después de diversas gestiones, el 26 de mayo Isabel II admitía su renuncia, declarándole jubilado, «quedando altamente satisfecha del interés, lealtad y acierto» de su gestión. Al abandonar la dirección quedaba el Museo con tres mil dieciocho pinturas y poco más de mil piezas de escultura, según el inventario general de septiembre de 1857. Dirigió el Real Establecimiento Litográfico y el Real Museo de Pinturas y Esculturas, y tuvo un papel muy activo en la Real Academia de San Fernando. Fue el patriarca de una dinastía de artistas que culminaría en su hijo Federico de Madrazo.


Obras


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Autorretrato de José Madrazo, h. 1840, óleo sobre cartón, 73,5 x 56 cm. Museo del Prado. En 1840, José de Madrazo era ya una de las personalidades más relevantes de la vida cultural de la primera mitad del siglo XIX. Ostentaba simultáneamente, a sus cincuenta y nueve años, los cargos de presidente de la Sección de Pintura del Liceo Artístico y Literario de Madrid, director de Pintura de la Academia de San Fernando, director del Real Museo, secretario de la reina gobernadora, académico de mérito de la de Bellas Artes de Salamanca, académico de la de San Lucas de Roma, pintor de cámara, y entre sus numerosos títulos y honores portaba el de caballero de la orden de Carlos III, el de regidor perpetuo de su ciudad natal y el de comendador de Isabel la Católica. Dichos cargos fueron incrementándose progresivamente a lo largo de su vida, generadora por demás de una numerosa prole vinculada también de una forma u otra con los estamentos culturales más influyentes del país. Paralelamente, fue un pintor que gozó de una nutrida clientela sobre todo entre la nobleza de la corte isabelina y aunque tocó géneros históricos, alegóricos y religiosos, fue sin embargo el retrato el que le generó el prestigio profesional, dentro y fuera de nuestras fronteras, y los mayores ingresos económicos, incrementados también por su faceta de comerciante y por su condición de orgulloso poseedor de una de las mejores colecciones de obras de arte, según sus propias palabras. De su lógico ajetreo laboral da puntual información la correspondencia semanal que mantuvo con su hijo Federico, durante los años que éste estuvo fuera del país, en París y Roma -Por la mañana voy a la Academia, de ésta salgo a las once para irme corriendo al Museo, de aquí salgo a la una para tomar un bocado en casa y enseguida deprisa y corriendo me voy a Palacio en donde como ya he dicho permanezco hasta el anochecer en que vuelvo a entrar en la Academia, de donde salgo a las ocho de la noche para ponerme a escribir oficios y otras cosas relativas al Museo, porque hasta ahora no tengo Secretario nombrado y me toca a mí hacer el oficio de éste, el de Contador y ecónomo (carta de 12 de enero de 1839)- y también de los avatares que vivieron todas estas instituciones, especialmente la Academia de Bellas Artes y el Museo del Prado. En esta década de 1840, el Museo vivía uno de los momentos más estimulantes para Madrazo ya que se hallaba inmerso en el proceso de restauración y exposición de los cuadros traídos del Escorial y de las alhajas del Delfín procedentes del Gabinete de Historia Natural. A su intenso perfil profesional, descrito en la biografía adjunta de este catálogo, queda unida la personalidad vehemente y firme de su figura paterna, entregada totalmente a la formación y educación liberal de sus hijos dentro y fuera de nuestras fronteras. A pesar de estas múltiples ocupaciones que le impedían casi por completo la dedicación que hubiera querido para la pintura, no dudó Madrazo en autorretratarse bajo su condición de pintor con la paleta y los pinceles entre sus manos, en un soberbio retrato de ajustada luz y mirada penetrante que evoca su formación clasicista al lado de David, suavizada por un cierto halo de dulzura que caracteriza a sus retratos familiares, más cercanos a las tendencias románticas que ya imperaban en nuestro país hacia 1840. El autorretrato fue adquirido por el Museo de Arte Moderno para formar parte de la iconoteca de artistas que bajo la dirección de Benlliure fue creándose en dicho museo a partir de 1915, con la intención de reunir en sus salas las efigies de los pintores contemporáneos y las de los artistas fallecidos de prestigiosa memoria (Texto extractado de Gutiérrez, A. en: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 90).


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La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos. 1807. Óleo sobre lienzo, 307 x 462 cm. Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.

Sin lugar a dudas su mejor obra. Con este gran lienzo se inicia el interés por los temas históricos tan característicos de todo el siglo XIX. En éste de José de Madrazo se evoca la muerte de Viriato, el célebre cabecilla guerrillero que en el siglo II antes de Cristo destacó por su resistencia contra los romanos que ocupaban la Península Ibérica. Estos sobornaron a dos de sus soldados para que lo asesinaran mientras dormía. José de Madrazo presenta al caudillo muerto en su lecho de campaña, entre la tristeza de algunos de sus compañeros, la rabia de otros, y la decisión inmediata de venganza de los dos que abandonan la tienda de Viriato. Madrazo, que pintó este cuadro en Roma donde vivió varios años, dejó en él uno de los mejores ejemplos de estilo neoclásico y de sus características más destacadas: la importancia concedida al dibujo -propio de la formación académica de estos artistas-, un cierto descuido del color, y el aire casi escultórico de las figuras. Los pintores neoclásicos, deseosos de resucitar los postulados de la antigüedad grecorromana, sólo podían inspirarse -al no quedar pinturas de aquellos lejanos tiempos- en las esculturas y las cerámicas clásicas, lineales y desprovistas de color.

Esta obra fue ideada como parte de una serie de lienzos con escenas evocadoras de la resistencia de los pueblos peninsulares frente a la dominación romana, animado por impulso de patriotismo ante la invasión francesa de España. Viriato (siglo II a. C.), rey de los lusitanos, yace asesinado en su tienda mientras sus verdugos, Audax, Ditalkón y Minuro, abandonan la escena triunfantes a la derecha de la composición. Caudillo de las rebeliones peninsulares frente a la ocupación romana, Viriato luchó contra el Imperio hasta que Roma le reconoció como rey y "amigo del pueblo romano". A pesar de ello, fue asesinado por orden del cónsul romano Cepión que, violando el pacto de paz, compró la suerte de Viriato a sus propios amigos. De técnica muy pulida y acabada, destaca la composición de la obra, en la que el dramatismo del momento queda subrayado por los gestos exaltados de los personajes que, sin embargo, contienen sus emociones a la manera neoclásica, como si fueran esculturas clásicas.


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Jesús en casa de Anás. 1803. Óleo sobre lienzo, 176 x 231,5 cm. Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.

Destacada desde las primeras biografías del artista como su primera obra de empeño realizada durante su periodo de aprendizaje parisino, ya Carderera señala como el cuadro "mereció los elogios de David, juez el más severo de las producciones de sus discípulos", sirviendo el cuadro para "haberle aumentado el gobierno de S.M. la pensión con que pasó a Roma a perfeccionar sus talentos".

Se trata también de uno de los testimonios fundamentales y más tempranos de la pintura religiosa española del siglo XIX, además de uno de los lienzos de composición más interesantes de neoclasicismo español.Jose Luis Díez señala el desliz iconográfico al hacer protagonista del pasaje evangélico a Anás en lugar de al sumo sacerdote Caifás, según narra San Juan (18, 19-24).José de Madrazo cita el cuadro en su inventario manuscrito de 1835, entre las obras ejecutadas en París, indicando que fue pintado entre 1802 y 1803, lo que rectifica la fecha de 1805 con que se ha venido datando el cuadro hasta fecha bien reciente.


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El Amor divino y el Amor profano. 1813. Óleo sobre lienzo, 198,3 x 149,5 cm. Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.

Un genio mancebo, simbolizando la Virtud, sentado al pie de un roble y coronado de laurel, mira al cielo ofreciendo su corona obtenida tras la victoria sobre el Amor Mundano. Éste, vencido y despojado de sus armas, que yacen en el suelo, permanece atado a un árbol.

Madrazo realizó la pintura durante su estancia en Roma, influido por un tema con claros antecedentes en la pintura del Renacimiento y el Clasicismo boloñés del siglo XVII. En la misma línea estética, el tratamiento pictórico está en relación con el lenguaje neoclásico de Mengs, volviendo así a la manera de su primera formación juvenil, en la que son característicos el rigor escultórico, la suavidad del tratamiento de las figuras, la delicadeza del modelado y los ligeros esfumados de los volúmenes. La técnica minuciosa y descriptiva con que aborda los elementos representados, dan asimismo idea de las cualidades como pintor alcanzadas por Madrazo cuando realizó esta pintura.

En 1828 ya aparece en el inventario de las pinturas de Fernando VII que conformaban el incipiente Museo del Prado.


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Sagrada Familia. 1839, Óleo sobre lienzo, 107 x 83,5 cm. Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.

En un primer plano muy cercano y resaltado por un estudiado empleo de los recursos lumínicos, aparece la Virgen María sentada, sosteniendo entre sus rodillas al Niño Jesús, quien dulcemente apoya sus manos en el cuerpo de su madre, mientras que enlaza su mirada con la de Santa Isabel, quien a su vez arropa a la figura arrodillada de San Juanito, que delicadamente posa sus manos unidas en el cuerpo de Jesús, estableciéndose en el grupo una cohesión casi escultórica, magnificada por el excesivo tamaño de las figuras representadas. Al fondo, la figura ausente de San José contempla emocionado la escena en la penumbra, siguiendo modelos iconográficos tradicionales.

La fascinación que, en su momento, ejerció en José de Madrazo el clasicismo boloñés y la producción rafaelesca de temas marianos fue una referencia constante no sólo en sus cuadros religiosos, sino también en sus obras alegóricas, a las que impregnó de un tinte místico, emotivo y cercano. Coincidencia, o no, en este mismo año en que pinta esta "Sagrada Familia", en su condición de Director del Museo del Prado emprende el montaje en los muros del Museo de las grandes obras del renacimiento italiano que pertenecían a las colecciones Reales. Es de suponer que su contemplación espolearía su actividad creativa dando lugar a este devocional y hermoso cuadro. Por otro lado, las tintas calientes de ocres y pardos nos acercan a modelos del entorno murillesco, a los que también rindió veneración a lo largo de toda su vida artística. Estos grupos iconográficos, exentos o formando parte de otras composiciones, constituyeron una parte importante en la producción religiosa de José de Madrazo, constatándose, según su inventario manuscrito, variadas escenas místicas a las que habría que añadir, por su cercanía y emotividad, los grupos alegóricos de Los cinco sentidos (Bilbao, Colección particular), Alegoría de la muerte de su hijo Augusto (San Sebastián, Colección particular) o La felicidad eterna (P07977) que se mueven dentro de los mismos parámetros temáticos y compositivos.


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Coracero francés, h. 1813. Óleo sobre lienzo, 200 x 130 cm. Obra adquirida en 2009 por el Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.

Este retrato constituye, por su calidad y envergadura, uno de los más brillantes ejemplos de toda la producción del artista en este género. Se trata de una obra muy singular en la producción del patriarca de los Madrazo, que permite profundizar aún más en su ya reconocida valía como retratista de formación neoclásica, avisado de las modas y costumbres artísticas de su generación en toda Europa. Representa a un coracero francés, de cuerpo entero a tamaño natural, que se apoya en un árbol, ante un paisaje. Se mezclan así en el lienzo dos géneros -retrato y paisaje- lo que adelanta la recuperación de una tipología artística que no se popularizaría en el siglo XIX en España en realidad hasta casi dos décadas más tarde. Algunos oficiales de caballería se hacían retratar junto a su montura en medio de la naturaleza, empleando una tipología retratística que, sin perder la voluntad de sofisticar su imagen individual, recordaba las heroicas imágenes de grandes militares en el campo de batalla, que se pusieron de moda en pleno Neoclasicismo francés, y que se difundieron a principios del siglo XIX por todo el continente, al calor de la expansión de la cultura napoleónica. La pintura ha de fecharse durante los años en Italia de José de Madrazo. La disposición inclinada de la figura sobre el árbol, infundida de cierta búsqueda intencionada de una pose elegante, al estilo de los retratos ingleses de las décadas anteriores, así como la descripción del paisaje, en efecto, remiten directamente a una de las más famosas composiciones italianas del artista cántabro que también se conserva en el Museo del Prado, Amor divino y amor profano (P6951), pintada en 1813. La factura de la figura, de dibujo muy concreto en la ejecución de los paños y en la descripción del brillo de la coraza, pero más blanda en las carnaciones del rostro, y el modo minucioso y delicado de detallar la vegetación del paisaje, de nuevo señalan el parentesco con este cuadro de Madrazo. La ingenua descripción del caballo, por su parte, recuerda muy directamente el tipo de la montura del retrato de Fernando VII a caballo, del Museo del Prado (P3295) (Texto extractado de G. Navarro, C. en: Memoria de Actividades, Museo Nacional del Prado, 2009, pp. 36-38) .


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Retrato de Fernando VII, a caballo, 1821, óleo sobre lienzo, 353 x 249,5 cm. Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.


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Tomás Cortina, consultor general de la Casa Real y Patrimonio, 1851, óleo sobre lienzo, 110 x 89,5 cm. Museo del Prado (en dep. en el Museo de Jaén). Obra de José de Madrazo y Agudo.


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El mediodía, 1819, óleo sobre lienzo, 91 x 55 cm. Museo del Prado. Obra de José de Madrazo y Agudo.

Más info de la prolífica obra de José de Madrazo que conserva el Museo del Prado



Otras obras


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Los Piterarios. 1812. Óleo sobre lienzo. Colección Privada. Madrid. Obra de José de Madrazo y Agudo


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María Sandalia de Acebal y Arratia. 1820Colección particular. Obra de José de Madrazo y Agudo


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Postumous portrait of Cardinal Francisco Javier Gardoqui by José de Madrazo y Agudo


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Bildnis Johann Christian Reinhart mit übergeworfenem Mantel. 1812Ö. Óleo sobre lienzo, 63x49 cm. Roma, Galleria dell' Accademia di San Luca.. Obra de José de Madrazo y Agudo


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Retrato de Manuel Godoy. 1816. Obra de José de Madrazo y Agudo


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Virgen con el Niño. Obra de José de Madrazo y Agudo. Una de las pinturas más destacadas dentro de las producción de tipo religioso que realiza José de Madrazo, es esta delicada y pequeña composición de la Virgen con el Niño. Pintada en Roma en 1816, muestra una clara inspiración en modelos rafaelescos, tanto en la representación de la Virgen como en la estudiada agrupación de las figuras. La pureza de líneas y armonía de colores que domina esa pintura está en consonancia con los postulados teóricos propugnados por el grupo de los Nazarenos, que el pintor conoció en Roma, encabezado por Johann Friedrich Overbeck y Peter von Cornelius.


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La Virgen está representada de perfil, con la cabeza vuelta hacia el espectador y el Niño abrazado tiernamente contra su pecho, con cabellos dorados y ligeramente ondulados, cara ovalada, ojos grandes y almendrados, nariz de perfil recto, boca y orejas pequeñas y barbilla afilada. María viste túnica de color rojo y manto azul, con un velo sobre la cabeza y hombros con el cual parece querer arropar al Niño elevándolo delicadamente con los dedos de su mano derecha. El verismo, candidez y dulzura del Niño Jesús, distantes de las representaciones convencionales, apuntan la posibilidad de que en realidad se trate de un retrato y, en este sentido, tradicionalmente se han identificado en los rostros de la Virgen y el Niño a su esposa Isabel Kuntz Valentini y a su hijo Federico, nacido en 1815.


Los Madrazo. Pintura


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Federico de Madrazo - Luisa Rosa y Raimundo, hijos del pintor (1845)

La colección de 84 obras de la saga familiar de los pintores Madrazo quedará definitivamente asentada en la ciudad madrileña de Alcalá de Henares. La colección, adquirida por la Comunidad de Madrid tras una dación por pago de impuestos, será instalada próximamente (ya lo está) en el palacio llamado de los Casado, un antiguo hospital dedicado a San Lucas y a San Nicolás que fue fundado por el cardenal Francisco Ximénez de Cisneros en 1503.

Leer más y ver más cuadros en este enlace interesante https://arocenablow.blogspot.com/2011/0 ... ntura.html

Pues esto es todo amigos, espero que os haya gustado el trabajo recopilatorio dedicado a José de Madrazo y Agudo (Santander, 22 de abril de 1781 – Madrid, 8 de mayo de 1859) fue un pintor y grabador español, que evolucionó del barroco al neoclásico. Fundador de una famosa saga de artistas, fue padre de Federico Madrazo, Pedro Madrazo y Luis Madrazo, abuelo de Raimundo Madrazo y Ricardo Madrazo, y bisabuelo de Mariano Fortuny y Madrazo.

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