ANTONIO MUÑOZ DEGRAIN

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megaurbanismo
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ANTONIO MUÑOZ DEGRAIN

Mensaje por megaurbanismo » Mié, 01 Dic 2021, 19:25

Este trabajo recopilatorio está dedicado al gran pintor valenciano del siglo XIX Antonio Muñoz Degrain. Su estilo fue muy realista, especializado en temas históricos, también destacó como un gran paisajista.

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Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840 – Málaga, 1924) fue un pintor español de estilo ecléctico, mezcla de romanticismo con modernismo.

Empezó a estudiar arquitectura, estudios que dejó para dedicarse a la pintura. Acudió a la Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, pero es más bien un pintor autodidacto.

En 1862 se da a conocer en la Exposición Nacional. Recibe premios en ediciones posteriores.

En 1870 su amigo Bernardo Ferrándiz le requiere para decorar el techo del Teatro Cervantes en Málaga, ciudad a la que se traslada. Allí enseñó en la escuela de San Telmo. Entre sus alumnos se encuentra Pablo Ruiz Picasso.

En 1898 es nombrado Director de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.

En sus comienzos realizó una pintura realista. Realiza cuadros de temas históricos. Destaca sobre todo como paisajista. Trata los temas con gran imaginación y ciertas implicaciones simbolistas. Al final de su vida, pinta con pinceladas cortas y vivas, de un cierto impresionismo tardío.

Entre sus obras, se pueden destatar:

- Paisaje del Pardo al disiparse la niebla (1867), premiado en la Exposición Nacional. Museo del Prado.
- Los amantes de Teruel (1884), primera medalla en la Exposición Nacional. Museo del Prado.
- Antes de la boda (1882), Museo del Prado.
- Chubasco en Granada (1881). Museo del Prado.
- Paisaje de la Sierra de las Agujas, tomado desde la loma del Caball-Vernat (1864). Museo del Prado.
- La oración o Monjas en oración (1871). Museo del Prado.
- Desdémona (1887). Museo del Prado.
- Magdalena contemplando a Jesús. 1909-1910. Museo de Bellas Artes. Valencia
- Crepúsculo en Magdala (1902). Museo de Bellas Artes. Valencia.
- Amor de madre (1912-1913. Museo de Bellas Artes. Valencia.
- El Tajo, lluvia (1915). Museo de Bellas Artes. Valencia.
- Safo (1908-1909). Museo de Bellas Artes. Valencia.
- Las espigadoras de Jericó (1905). Museo de Bellas Artes de Valencia.
- Noche clara en la Caleta (1914). Museo de Málaga.
- Ofelia en el bosque (1902). Museo de Málaga.
- Panorama de Aragón (1912). Museo de Málaga.
- Puerto de Bilbao (1900). Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
- Lavanderas (1903). Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
- Marina (Vista de la Bahía de Palma de Mallorca) (c. 1905-1910). Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
- El baño de las ninfas (c. 1915). Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.
- Conversión de Recaredo (1888). Palacio del Senado.
- Otelo y Desdémona (1881). Museu do Chiado, Lisboa.
- Vista del Valle de la Murta (1864). Premiado en la Exposición Nacional.
- El coloso de Rodas (1914). Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.

Espero que esta recopilación realizada de Muñoz Degrain, guste a los visitantes de esta sección del foro de xerbar y además contribuya en su divulgación.

Algunas obras


Muñoz Degrain en el Museo del Prado

Muñoz Degrain, Antonio (Valencia, 1840-Málaga, 1924). Pintor español. Por decisión paterna inició en su juventud los estudios de arquitectura, que pronto abandonó por la pintura. Alumno de la Academia valenciana de San Carlos desde los doce años, fue discípulo del pintor Rafael Montesinos, aunque su formación fue esencialmente auto­didacta. Allí sería compañero de Francisco Domingo Marqués, quien le retrataría años más tarde en su estudio. ­Artista de carácter vehemente y exaltado, rasgos que se traducirían literalmente en sus pinturas, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes desde 1862 hasta 1915, siendo sus éxitos en estos certámenes los que marcarían decisivamente la trayectoria artística del pintor. En efecto, además de recibir una mención honorífica en 1862 y una tercera medalla en 1864 por su cuadro Vista del valle de la Murta (Alcira), obtuvo sendos segundos premios en 1867, por su Paisaje de El Pardo, al disiparse la niebla, y en 1871 por La oración (ambos en el Prado). Llamado en 1870 para decorar el Teatro Cervantes de Málaga, se estableció en esa capital andaluza, a la que consideró siempre como su ciudad de adopción. Allí casaría y sería nombrado profesor supernumerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en 1879, siendo años después maestro de toda una generación de ­artistas, entre ellos el jovencísimo ­Picasso, quien le mostraría siempre su afecto y respeto. La primera medalla obtenida por Muñoz Degrain en 1881 con el cuadro titulado Otelo y Desdémona (Museu do Chiado, Lisboa), le propició una pensión del Gobierno para hacer por fin el deseado viaje a Roma, visitando entonces varias ciudades de la Toscana y Venecia. Es en Italia donde realiza su gran cuadro Los amantes de Teruel (Prado), obra maestra de toda su producción y una de las piezas capitales de la pintura española de todo el siglo XIX, que el pintor envió desde Roma a la Exposición de Bellas Artes de 1884, en la que obtuvo la primera medalla. A partir de entonces, su creciente prestigio le reporta numerosos honores y recompensas públicas. Caballero de las órdenes de Isabel la Católica, Carlos III y Alfonso XII, recibió la medalla de honor de la Exposición Nacional de 1910 y obtuvo en 1898, a la muerte de Carlos de Haes, la cátedra de Paisaje de la Academia de San Fernando de Madrid, institución de la que será nombrado miembro al año siguiente y director desde 1901, cargo al que renunció en 1912, siendo asimismo presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Presentó con igual éxito sus cuadros a exposiciones internacionales, como las Universales de Filadelfia (1876), Múnich (1883) y Chicago (1893). Artista de fecundísima producción y desprendida generosidad, en su vejez hizo muy importantes donaciones de obras suyas a los museos de Valencia y Málaga, sus dos ciudades más queridas, así como un espectacular conjunto de cuadros sobre temas del Quijote a la Biblioteca Nacional de Madrid.

Obras

- Antes de la boda, óleo sobre lienzo, 119 x 93 cm, firmado, 1882 [P3779].
- Paisaje de El Pardo, al disiparse la niebla, óleo sobre lienzo, 200 x 300 cm, firmado, 1866 [P4518].
- Granada y Sierra Nevada, óleo sobre lienzo, 50 x 67 cm, firmado [P4519].
- Chubasco en Granada, óleo sobre lienzo, 97 x 144,5 cm, firmado, 1881 [P4520].
- Los amantes de Teruel, óleo sobre lienzo, 330 x 516 cm, firmado, 1884 [P4521].
- Paisaje fantástico (un fuego), óleo sobre lienzo, 38 x 56 cm, firmado [P4522].
- La laguna de Venecia, óleo sobre lienzo, 222 x 251,5 cm, firmado, 1886 [P5496].
- Desdémona, óleo sobre lienzo, 207 x 275 cm, firmado, 1887 [P5502].
- Los escuchas, óleo sobre lienzo, 80 x 90 cm, firmado, 1881 [P5621].
- Vista de los Pirineos de Navarra, óleo sobre lienzo, 108 x 137 cm [P6003].
- Paisaje de la Sierra de las Agujas, tomado desde la loma del Caball-Vernat, óleo sobre lienzo, firmado, 1864 [P6223].
- Un episodio de la inundación de Murcia, óleo sobre lienzo, 102 x 165 cm, firmado, 1892 [P6417].
- Lampecia y Febe, óleo sobre lienzo, 70 x 111 cm, firmado, 1920 [P6520].
- Un fanfarrón en una hostería, óleo sobre lienzo, 94 x 122 cm, firmado, 1881 [P6569].
- La oración, óleo sobre lienzo, 94 x 145 cm, 1871 [P6668].
- Rincón de un patio toledano, óleo sobre tabla, 48 x 30 cm, firmado, 1904 [P6754].
- Puesta de sol, óleo sobre lienzo, 52 x 65 cm, firmado [P6759].
- El examen de doctrina, óleo sobre lienzo, 150 x 196 cm, firmado, 1876 [P6792].
- Jesús en el Tiberíades, óleo sobre lienzo, 75 x 200 cm, firmado, 1909 [P7153].
- La umbría de Sierra Nevada, óleo sobre lienzo, 196 x 135 cm [P7339].


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Los amantes de Teruel. 1884. Óleo sobre lienzo, 330 x 516 cm. Museo del Prado. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

El argumento de la muerte por amor, procedente muchas veces de la literatura legendaria, fue un tema recurrente en la pintura decimonónica española. Basado en el relato extraido por Juan Yagüe del Archivo de las Casas Consistoriales de Teruel, Muñoz Degrain plasma el amor imposible de Isabel Segura y el empobrecido noble Diego de Marsilla en el año de 1212, escogiendo el pintor el momento del trágico desenlace de la pasión de ambos amantes. Así, en el oscuro interior de la iglesia turolense de San Pedro, yace el cuerpo de Diego de Marsilla amortajado con el traje de guerrero, sobre un catafalco cubierto de rosas y laureles como homenaje a sus triunfos de caballero. Sobre su pecho reposa la cabeza de su amada que acaba de exhalar su último suspiro tras besar los labios de su eterno e imposible amor.

La modernidad en la aplicación de la materia pictórica, con la que logra el pintor una alta expresividad, más la exaltación de los colores y la poderosa luz mediterránea son los elementos más llamativos del cuadro. La composición equilibrada y la adecuación de las figuras al espacio son elementos que prueban su sometimiento al academicismo más correcto. Fue adquirida en 1884 para el Museo del Prado, pasando después al Museo de Arte Moderno.



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Paisaje del Pardo al disiparse la niebla. 1866. Óleo sobre lienzo, 200 cm x 300 cm. Museo del Prado. Madrid. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

En primer plano, uno de los guardas de la reserva del Monte de El Pardo (coto de caza de la Monarquía Española). Al fondo el Guadarrama, con aspecto más alpino y enriscado de lo que es en realidad. Mi paisaje favorito.


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La oración o Monjas en oración. Obra de Antonio Muñoz Degrain. 1871. Óleo sobre lienzo, . Museo del Prado. Otra faceta tradicional de la mujer: el convento. El matrimonio y la maternidad eran, según un tópico tradicional de la época, el destino natural de la mujer. La que no conseguía ese objetivo debía ingresar en un convento. Con esta obra obtuvo un segundo premio en 1871.


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Antes de la boda. Obra de Antonio Muñoz Degrain, 1882, óleo sobre lienzo, 119 x 93 cm. Museo del Prado.

Bellísimo estudio de doña Isabel de Segura, protagonista de la leyenda decimonónica Los amantes de Teruel dramatizada en verso por Hartzenbusch.

La novia, dispuesta a casarse con don Rodrigo de Azara, prometido elegido por su padre, refleja en su rostro la profunda tristeza y desesperación por no poder desposarse con su verdadero amor don Diego de Marsilla.

La modernidad del arte de Muñoz Degrain queda especialmente patente en esta obra, donde el detallismo con el que está realizada la figura de doña Isabel contrasta con la pincelada suelta y desvaída del fondo, donde apenas pueden identificarse los perfiles de los tapices que decoran las paredes, y el joyero y el jarrón que se encuentran sobre la mesa de la derecha. Esta técnica proviene directamente de la admiración del artista por la pintura veneciana del siglo XVI, donde priman la cualidad puramente pictórica de la obra, y la exhuberancia y colorido finales, frente a la linealidad del dibujo.

Del mismo autor se conserva el cuadro relacionado con el mismo tema Los amantes de Teruel (P04521), realizado en 1884 y presentado junto a éste en la Exposición Nacional de 1884.

Este cuadro fue adquirido por el Estado por Real Orden de 28 de noviembre de 1884 para el Museo del Prado, desde donde ingresó en el desaparecido Museo de Arte Moderno.


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Desdémona. Obra de Antonio Muñoz Degrain, 1887. Óleo sobre lienzo, 207 x 275 cm. Museo del Prado. La influencia del colorido veneciano está presente en esta segunda versión del mismo tema. Pero aquí el único protagonista es el dolor que los celos injustificados de Otelo provocan en Desdémona.


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Chubasco en Granada, óleo sobre lienzo, 97 x 144,5 cm, firmado, 1881. Museo del Prado. Obra de Antonio Muñoz Degrain

Una tormenta cae torrencialmente sobre uno de los espacios más pintorescos de la ciudad granadina, donde el río Darro discurre junto a la calle que sube al barrio del Generalife.

La elección de esta ciudad como escenario pictórico es significativa en Muñoz Degrain, atraído por el pasado histórico de la ciudad y sus posibilidades para recrear episodios legendarios árabes, en muchos casos con la Alhambra como escenario. El argumento tormentoso de esta pintura, confiere además un sentido fuertemente romántico a la vista de la ciudad.

La obra fue una de las más alabadas de este artista, quien la concibió en principio como ambientación para recrear una escena de rapto, finalmente realizada en otro lienzo. Estuvo presente en la Exposición Nacional de 1881 con el título Recuerdos de Granada. Degrain consigue alcanzar con esta vista unas muy altas cotas de lirismo y la melancolía que serán comunes a toda su obra. Fue adquirida en 1882 para el Museo del Prado, pasando después al Museo de Arte Moderno.


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Paisaje de la Sierra de las Agujas, tomado desde la loma del Caball-Vernat, óleo sobre lienzo, firmado, 1864. Museo del Prado. Obra de Antonio Muñoz Degrain. Figuró en la Exposición Nacional de 1864 donde obtuvo una medalla por su valor artístico.

Vista panorámica de la sierra de las Agujas en los alrededores de Corbera (Valencia). La obra supone un claro revulsivo en el panorama del paisaje español, animado por el realismo que estaba imponiéndose desde Europa a través de paisajistas como Carlos de Haes. La exaltación del color, en el que se introducen azules y malvas intensos, es sin embargo una característica propiamente suya. Degrain rehusó en este caso introducir figuras que animasen el paisaje o marcaran una narración anecdótica, evitando distraer al espectador de la grandiosidad imponente de la Naturaleza.


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Paisaje de Granada (Granada y Sierra Nevada), óleo sobre lienzo, 50 x 67 cm. Museo del Prado. Obra de Antonio Muñoz Degrain



Muñoz Degrain en el Museo de Bellas Artes de Valencia


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El Líbano desde el mar (detalle). Museo de Bellas Artes de Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Formado inicialmente, por decisión paterna, en los estudios de arquitectura, que abandonó por los de pintura, Antonio Muñoz Degraín (Valencia, 1849 - Málaga, 1924) fue alumno de la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia desde los doce años, donde fue compañero de Francisco Domingo Marqués.

Asiduo participante de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes desde 1862 hasta 1915, fue galardonado en 1861 con una mención de honor, y una tercera medalla en 1864, así como segundos premios en 1867 y 1871. En 1881 obtuvo la primera medalla con la obra Otelo y Desdémona, cuyo boceto se conserva en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Este galardón le permitió obtener la pensión del Gobierno para viajar a Roma, ciudad en la que realizó su gran cuadro Los amantes de Teruel, obra enviada desde Roma con la que obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884.

Fue titular de la cátedra de pintura de la Escuela de Bellas Artes de Málaga, donde tuvo como alumno a Picasso. En esta ciudad andaluza, a la que había acudido en 1870 llamado por el pintor Bernardo Ferrandis para decorar el teatro Cervantes, se estableció y en ella se casó. Más tarde obtuvo la cátedra de Paisaje de la Academia de San Fernando de Madrid y fue nombrado Director en 1901. También fue Presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Artista de fecunda producción, cultivó todos los géneros de la pintura, como así ha querido reflejarse en esta muestra, aunque siempre se le ha considerado como un atrevido y personal paisajista gracias a su innovador y peculiar uso del color. Viajero infatigable se siente atraído por los paisajes de Oriente Próximo, a donde viajó en diferentes ocasiones.

Su generosidad nos ha permitido contar con un importante conjunto de obras gracias a la donación efectuada al Museo de Bellas Artes de Valencia.

En este museo se exponen algunas de las obras más importantes de este destacado pintor valenciano.


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El Líbano desde el Mar. 1909. Óleo sobre lienzo. 63 x 105,5 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Amor de madre. Obra de Antonio Muñoz Degrain. 1912 -13, óleo sobre lienzo, 204 x 160.5 cm. Fue donado por el autor al Museo de Bellas Artes de Valencia en 1913. En esta obra el artista representa un magnífico homenaje y reconocimiento a todas las madres.

Como observamos el cuadro es impresionante. Las inundaciones y riadas han sido una característica de la zona mediterránea desde hace milenios, y con frecuencia han tenido trágicas consecuencias. Aquí vemos una de ellas: el nivel del agua está subiendo y la casa, una barraca valenciana, ya no es un lugar seguro. La mujer intenta salvar a su hijo aunque ello implique perder su vida. El niño es su única preocupación. Pero unas aguas turbias y agitadas la arrastrarán inexorablemente… ¿Sirvió para algo este sacrificio? El autor no dio ninguna respuesta así que los espectadores deberemos dar la nuestra.

Como contrapunto a ese dramatismo, la belleza de la naturaleza con árboles en flor y doradas naranjas sobresaliendo indemnes de la riada… La vida seguirá a pesar de esta tragedia individual.


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Las espigadoras de Jericó. 1905. Museo de Bellas Artes de Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Con este cuadro obtuvo una medalla de honor en el certamen de 1910. Era costumbre que después de segar los campos las mujeres recogiesen las espigas perdidas por los segadores. Se trataba de una forma de subsistir, no de ganarse la vida. Es un tema que ya habían tratado de forma realista autores como Millet o Léon Augustin L'hermitte. Pero como es habitual en los paisajes de Muñoz Degrain, aquí tenemos una visión idealizada e idílica de lo que en realidad era una vida muy dura. Sin embargo el cuadro es de una gran belleza, con el colorido y la luminosidad típicos del autor.


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Crepúsculo en Magdala. Obra de Antonio Muñoz Degrain. 1902. Mixto sobre lienzo. 135,4 x 200,5 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Muñoz Degrain viajó por el Próximo Oriente y el resultado fueron una serie de lienzos (Las grutas de los profetas de Jerusalén, Espigadoras de Jericó, Vado del Jordán, etc.) y también este cuadro. La figura de María Magdalena es sólo un pretexto para introducir este paisaje de Tierra Santa, que como la mayoría de los de este autor, son imaginarios, construidos con sus recuerdos. Además nos la representa como mujer arrepentida y dispuesta a sufrir las consecuencias de su pecado.


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Anacoreta. 1912-1915. Óleo sobre lienzo. 152,6 x 87,5 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Constantinopla a orillas del Bósforo. 1914. Óleo sobre lienzo, 101 x 170,7 cm. Museo Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Un rincón de Venecia. 1914. Óleo sobre lienzo, 101 x 170,7 cm. Museo Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Un vado en el río Jordán. 1902-1905. Óleo sobre lienzo. 92 x 122 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Ofelia en el bosque. Museo de Bellas Artes. Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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La Gruta de los Profetas. Hacia 1912. Óleo sobre lienzo, 153 x 220 cm. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Magdalena contemplando a Jesús. Obra de Antonio Muñoz Degrain. 1909-1910. Óleo sobre lienzo. 132 x 87,3 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. El convento no era la única salida de la mujer que no se casaba. También estaba la prostitución, una solución despreciada, propia de las mujeres de clase humilde. Aunque, como María Magdalena, siempre tienen abierta la puerta a una vida respetable si se arrepienten de su anterior vida lujuriosa…


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Lavandera. Alrededores de Valencia, h. 1859. 24.6 x 52.8 cm. Museo de Bellas Artes de Valencia. El duro trabajo de las mujeres humildes está representado de forma natural, sin dramatismos, como formando parte del orden natural de la sociedad.


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El Tajo, lluvia (1915). Museo de Bellas Artes de Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Estanque, hojas caídas y cisnes. 1913. Óleo sobre lienzo, 202 x 264.6 cm. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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El herrero en bodas de oro. 1909. Óleo sobre lienzo, 133.4 x 88.4 cm. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Otelo y Desdémona (Boceto) 1880. Óleo sobre lienzo, 39.2 x 56.8 cm. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Desfiladero de los Gaitanes. 1913. Óleo sobre lienzo, 216,5 x 151,5 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Río Piedra. Monasterio de Piedra. Paisaje. 1904. Óleo sobre lienzo. 89 x 135 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Safo. 1908-1909. Óleo sobre lienzo, 187 x 124 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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El santo entierro. Boceto. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Jesús en el Lago Tiberíades (boceto) 1909. Óleo sobre lienzo. 61 x 87 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Árbol centenario. 1915. Museo de Bellas Artes. Valencia


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El mar Muerto. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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El Valle de Josafat. 1913. Óleo sobre lienzo. 87 x 134 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia


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El Vesubio. 1882-1884. Óleo sobre lienzo. 87,2 x 133,5 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Fuente de la Sultana. 1912. Óleo sobre lienzo. 198,6 x 136,5 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Jerusalén (olivos y lirios). 1907. Óleo sobre lienzo. 89 x 134,2 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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La Gruta de los Profetas. 1912. Óleo sobre lienzo. 153 x 220 cms. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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La Laguna Estigia, Boceto. 1909. Óleo sobre lienzo. 96,5 x 60 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Los Estanques de Salomón. 1910-1912. Óleo sobre lienzo. 130 x 189,5 cms. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Torrente de Cedrón. Palestina. 1907. Óleo sobre lienzo. 131,5 x 86,5 cms. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Un palomar en Andalucía. 1903. Óleo sobre lienzo. 130 x 196 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Un vado en el río Jordán. 1902-1905. Óleo sobre lienzo. 92 x 122 cm. Museo de Bellas Artes. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Vista de Roma desde la Academia Española de Bellas Artes. Óleo sobre lienzo. 100 x 175 cm. Museo de Bellas Artes de Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


Muñoz Degrain en el Museo de Málaga


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El árbol sagrado. Museo de Bellas Artes. Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Puente de la sultana. Museo de Bellas Artes de Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Ofelia en el bosque. 1902. Óleo sobre lienzo, 67,10 x 99 cm. Museo de Bellas Artes. Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Una exuberante vegetación plagada de azuladas flores acompaña a Ofelia en su destino. Muñoz Degraín trasladó la tensión dramática de la escena a la propia naturaleza del paraje. Ulilizará una pincelada suelta y nerviosa para la realización de los troncos de los árboles, empleando mayor cantidad de materia en las pinceladas verdosas de la parte superior del lienzo. La luz tamizada por la espesa vegetación, imprime un aspecto mágico y fascinante a la escena, destacando con sus reflejos plateados las aguas del río, lecho mortuorio de la joven. Frente a Ofelia, junto al gran sauce de peladas ramas, dos palomas blancas revolotean juntas simbolizando, quizá, la virtud femenina. Presenta la belleza femenina más simbolica de principios de siglo, una mujer de cabellos largos y sofisticada corona de flores sobre su cabeza, ideal que también trasladó a otras féminas.

Una vez más, Muñoz Degrain recurre a un personaje de la literatura clásica para mostrar su particular visión estética sobre la locura. Ofelia, personaje de la tragedia de Hamlet y una de las más estremecedoras creaciones femeninas de la literatura, fue una víctima inconsciente del amor y de la piedad filial.


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Panorama de Aragón, 1912. Museo de Málaga. De nuevo el paisaje como protagonista principal. Un día claro y soleado en primer plano y con suave bruma en los planos del fondo. En el centro un barranco con charcas refleja el cielo. Contraste cromático entre los amarillos y verdes de los primeros planos y los tonos violáceos del resto.

Las figuras humanas, un pastor de lado y una mujer de espaldas, se diluyen en este paisaje. El vestido blanco de la mujer es en realidad una variadísima gama de malvas. En el tratamiento de la mujer hay un elemento nuevo: ya no es la visión tópica de los diversos estereotipos femeninos de la época. Ahora es la mujer burguesa que admira el paisaje y se interesa por los corderos recién nacidos, algo más próximo a nuestra sensibilidad.


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Noche clara en la Caleta. 1914. Óleo sobre lienzo, 983 x 170 cm. Museo de Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain.


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Techo del Teatro Cervantes. Boceto. Museo de Bellas Artes. Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain



Otras obras


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Los molineros sacan del agua a Don Quijote. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Ruinas en las inmediaciones de Jerusalén. 1845. Patrimonio Nacional. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Cervantes en Argel. Biblioteca Nacional. Madrid. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Un peregrino. 1915. Óleo sobre lienzo, 132 x 69 cm. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Dama adornando un altar. Biblioteca Nacional. Madrid. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Puesto ya el pie en el estribo. Biblioteca Nacional. Madrid. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Juramento de Minaya Alvar Fáñez. 1847. Patrimonio Nacional. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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El descendimiento. Colección particular. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Nocturno veneciano. Colección particular. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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La Laguna de Venecia. (Detalle). Museo Provincial. Santa Cruz de Tenerife


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Escena en Cuba. 1890-1900. Colección Privada. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Alcazaba de Málaga. Colección privada. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Paisaje urbano. Colección Ateneo Mercantil. Valencia. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Una vista de El Cairo. Colección particular. Obra de Antonio Muñoz Degrain


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Otelo y Desdémona. Obra de Antonio Muñoz Degrain, 1881. Museu do Chiado, Lisboa. Los celos han sido una importante fuente de inspiración literaria (Shakespeare, “Otelo, el Moro de Venecia”), musical (la ópera “Otello” de Verdi) y pictórica. El boceto de esta obra se conserva en el Museo de Bellas Artes de Valencia.


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Pitonisa. Estudio. 1886. Obra de Antonio Muñoz Degrain. Otra actividad que durante siglos fue típica de las mujeres: la adivinación del futuro. Con técnicas muy diversas (lectura de las rayas de la mano, cartas, posos de café, etc.) y con nombres muy diversos (adivinas, pitonisas, meigas, etc.) muchas mujeres se ganaban la vida aprovechándose de la credulidad de las gentes y su necesidad de conocer el futuro…


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El coloso de Rodas. 1914. Óleo sobre lienzo, 211 x 278 cm. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Es una de las mejores obras de la etapa madura del artista, concebida en 1905 durante su segundo viaje a Oriente Próximo y su paso por la ciudad portuaria de Rodas. La atmósfera oriental se acentúa con el fuerte colorido, sobre todo en los violetas, rosados, verdes y naranjas. El asunto, representado con fantasía desbordante, es la celebración de antiguos festejos en honor de Palas Atenea, diosa de la guerra y de la sabiduría. La legendaria estatua que da nombre al cuadro se recorta al fondo, como una gigantesca sombra.



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La conversión de Recaredo. 1888. Óleo sobre lienzo, 350 x 550 cm. Palacio del Senado, Madrid. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Esta pintura representa el momento en que el rey visigodo Recaredo abjura del arrianismo, hasta entonces la religión oficial de su reino, en presencia de su esposa, la reina Badda y del arzobispo Leandro, a la izquierda, coronado por el nimbo de la santidad. El monarca está colocado sobre una plataforma que parece de bronce dorado, en cuya base se lee una inscripción que hace referencia al lugar, la basílica de Santa Leocadia de Toledo, y la fecha de la ceremonia, el 8 de mayo del 589.

Muñoz Degrain dejó testimonio de una carta de sus preocupaciones arqueológicas y representativas, tan propias del género, a la hora de concebir la pintura. En su opinión "todo asunto histórico exige... un estudio detenido, no sólo de la historia política y social, sino también de las costumbres, la indumentaria, la manera de ser y los detalles más nimios". Por eso se lamenta de su escaso conocimiento de los visigodos, limitado a las coronas votivas de Guarrazar, y asocia con ellas la época paleocristiana y bizantina, por lo que se sirve, también, de los mosaicos de San Vital en Rávena y los de Santa Sofía en Constantinopla. Explica la colocación de algunos nobles, en primer término a la derecha, que presentan al rey "las ofrendas del oro, la mirra y el agua que purifica y redime"; advierte que "detrás del trono presencian el acto, desde una galería, damas y caballeros de la corte (Díez García ha identificado el modelo del noble barbado en la cabeza de anciano del cuadro de Veronés, Jesús entre los doctores, del Museo del Prado), y en el fondo, por encima de los tapices que limitan el recinto, se ven los mosaicos polícromos de cristal y oro que adornan las paredes del templo de Santa Leocadia". Justifica, asimismo, la licencia histórica de haber colocado a San Leandro en lugar preferente pues "aunque ocupaba el tercer lugar después del Metropolitano de Mérida ... fue el alma del Concilio y tomó parte principalísima en la conversión de Recaredo". De todas formas, aparte de esta explicación, recogida desde antiguo en los catálogos del Senado, otras fuentes históricas, algunas de las cuales también aparecen en los mencionados catálogos (en concreto el Diccionario portátil de los concilios, de Francisco Pérez Pastor, Las glorias nacionales, de Ambrosio de Morales, o la Historia de España del Padre Mariana y la de Modesto Lafuente), dan puntual cuenta del mencionado acontecimiento.

Este cuadro le fue encargado al pintor valenciano con objeto de decorar el Salón de Conferencias del Palacio del Senado, donde estuvo antaño, junto a la Entrada de Roger de Flor en Constantinopla. La elección de Muñoz Degrain para su realización se debió al extraordinario éxito que había obtenido previamente su obra Los amantes de Teruel (Madrid, Museo del Prado, Casón del Buen Retiro), primera medalla en la Exposición Nacional de 1884. Con este tema, los comitentes senatoriales quisieron subrayar la importancia simbólica que concedían a la unidad religiosa, impuesta por Recaredo, que en la historiografía del siglo XIX había sido interpretada como la primera manifestación de la unidad de España.

Desde un punto de vista formal, es una obra extraordinariamente audaz en cuanto a su ejecución, aunque responde a la delirante imaginación artística que es habitual en la etapa de madurez del pintor valenciano. La materia pastosa, como dada a brochazos, en la que destacan los estridentes efectos refulgentes del raso carmesí y del amarillo broncíneo, se extiende por todo el lienzo para producir una extraordinaria suntuosidad cromática global, que sugiere una ceremonia misteriosa y alucinante, más allá del hecho concreto que describe. Los elementos arqueológicos no sólo son impropios y anacrónicos, sino que, utilizados con tal desmesura acumulativa, terminan por generar un agobio sensorial, inusitado dentro del género, pero profundamente incardinado en las corrientes finiseculares más avanzadas. Por eso La conversión de Recaredo es una obra excepcional dentro de los parámetros habituales de la pintura de historia, más cerca de la emoción y el delirio, gestados en elementos plásticos, aunque también temáticos, que de la evocación edificante de un suceso patrio.

El Museo de Bellas Artes de San Pío V de Valencia conserva un boceto de esta pintura, asombrosamente sumario, con grandes manchas yuxtapuestas, de intensos y alucinantes colores.

El cuadro, que, como otros de la serie, apenas tuvo proyección pública contemporánea (Estuvo en la Exposición Universal de París de 1889), fue, no obstante, acogido con extraordinario entusiasmo por los comitentes senatoriales, que acordaron doblar el precio previamente estipulado. (Texto de Carlos Reyero Hermosilla, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, págs. 290 y 292).



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Monumento a Antonio Muñoz Degrain (Valencia). Antonio Muñoz Degrain, pintor nacido en Valencia en 1843 y fallecido en Málaga en 1924. Nombrado hijo predilecto de la ciudad en 1910. Busto en mármol sufragado por el Circulo de Bellas Artes en su mayor parte y colocada en su lugar de emplazamiento en 1915. Esta escultura es una obra del escultor valenciano Francisco Marco DÍaz-Pintado. El busto se alza sobre un pedestal que toma la forma de banco de piedra obra de Vicente Rodriguez. En la base del busto figura la inscripción Al pintor Muñoz Degrain MCMXV. Como nota curiosa hemos de indicar que el busto de nuestro amigo fué levantado todavía en vida del pintor. Esta escultura está expuesta en los jardines de la Glorieta. Valencia.



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Monumento a Antonio Muñoz Degrain (Málaga). El monumento a Antonio Muñoz Degrain es un busto situado en el Parque de la ciudad española de Málaga. Se sitúa sobre un pedestal obra de Diego García Carreras muy cerca del Auditorio Eduardo Ocón.

Su autor es Francisco Marco Díaz-Pintado, data de entre 1918 y 1923 y homenajea al pintor valenciano Antonio Muñoz Degrain y es una copia de otro situado en Valencia.



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Antonio Muñoz Degrain. Autorretrato


Pues esto es todo amigos, espero que este trabajo recopilatorio está dedicado a Antonio Muñoz Degrain (1840–1924) fue un pintor español de estilo ecléctico, mezcla de romanticismo con modernismo. Empezó a estudiar arquitectura, estudios que dejó para dedicarse a la pintura. Acudió a la Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, pero es más bien un pintor autodidacto.

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megaurbanismo
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Re: ANTONIO MUÑOZ DEGRAIN

Mensaje por megaurbanismo » Mié, 01 Dic 2021, 19:30

Muñoz Degrain en el Museo Carmen Thyssen de Málaga

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Antonio Muñoz Degrain, retratado por Joaquín Sorolla en 1898. Museo de Málaga.

Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840 - Málaga, 1928). Hijo de un relojero, nació en Valencia el 18 de noviembre de 1840, e inició en su juventud, por decisión paterna, estudios de Arquitectura, que pronto abandonó por la pintura. Artista de carácter vehemente y exaltado –rasgos que se traducirían literalmente en su obra–, en 1856 decidió marchar a pie a Italia, sin apenas dinero. Alumno de la academia valenciana de San Carlos desde los doce años, fue discípulo del pintor Rafael Montesinos, aunque su formación fue, como él mismo proclamaba, esencialmente autodidacta.

Como la gran mayoría de los pintores españoles de su tiempo, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes desde 1862 hasta 1915, siendo sus éxitos en estos certámenes los que marcarían decisivamente la proyección pública del pintor. En efecto, además de recibir una mención honorífica en 1862 y una tercera medalla en 1864 por su cuadro Vista del valle de la Murta (Alcira), obtuvo sendos segundos premios: en 1867, por su Paisaje del Pardo al disiparse la niebla, y en 1871, por La oración.

Llamado en 1870 para decorar el Teatro Cervantes de Málaga, se estableció en esa capital andaluza, a la que consideró siempre su ciudad de adopción. Allí se casaría y sería nombrado profesor supernumerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en 1879, siendo años después maestro de toda una generación de artistas, entre ellos el jovencísimo Picasso, quien le mostraría siempre su afecto y respeto.

La primera medalla obtenida por Muñoz Degrain en 1881 con el lienzo titulado Otelo y Desdémona le propició una pensión del Gobierno para hacer por fin el deseado viaje a Roma, visitando entonces varias ciudades de la Toscana y Venecia. Es en Italia donde realiza su gran cuadro Los amantes de Teruel, obra maestra de toda su producción y una de las piezas capitales de la pintura española de todo el siglo XIX, que envió a la Exposición Nacional de 1884, en la que obtuvo la primera medalla. A partir de entonces, su creciente prestigio le reporta numerosos honores y recompensas públicas. Caballero de las órdenes de Isabel la Católica, Carlos III y Alfonso XII, recibió la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1910 y obtuvo en 1898, a la muerte de Carlos de Haes, la cátedra de Paisaje de la Academia de San Fernando de Madrid, institución de la que será nombrado miembro al año siguiente y director desde 1901, cargo al que renunció en 1912, siendo asimismo presidente del Círculo de Bellas Artes de la capital.

Presentó con igual éxito sus cuadros a exposiciones internacionales, como las Universales de Filadelfia (1876), Múnich (1883) y Chicago (1893).

Artista de fecundísima producción y desprendida generosidad, en su vejez hizo muy importantes donaciones de obras suyas a los museos de Valencia y Málaga, sus dos ciudades más queridas, así como diecinueve cuadros sobre temas del Quijote a la Biblioteca Nacional de Madrid. Falleció en Málaga el 12 de octubre de 1924.

Muñoz Degrain es uno de los pintores más singulares de todo el fin de siglo valenciano. Inclinado desde su juventud por el género de paisaje, que nunca abandonaría, abordó sin embargo a lo largo de su carrera los más diversos temas, mostrando una especial predilección por los pasajes literarios, las dramáticas escenas de inundaciones, los asuntos orientalistas y el género histórico. Desde sus obras más juveniles, sacrificó el rigor del dibujo en favor de una fogosa visión del color, ardiente y gozoso, de tonos que llegan a ser en su madurez estridentes y violentos, con los que concibe sus visiones llenas de fantasía e imaginación, envueltas en una verdadera orgía cromática, de una audacia a la que pocos artistas de su tiempo llegaron a atreverse.


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Puerto de Bilbao, 1900. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

El cuadro refleja una panorámica de la ría bilbaína tomada desde una de sus orillas, dominada en primer término por los perfiles abruptos de unos peñascos de rocalla, junto a los que permanece varada una barcaza, viéndose a su lado un grupo de marineros calentándose alrededor de una hoguera. En el agua permanecen anclados varios veleros, adivinándose al fondo la silueta de un vapor que atraviesa la ría y otras embarcaciones pequeñas. A lo largo de la ribera se levantan las construcciones portuarias, que se pierden en la lejanía entre el humo y las chimeneas, dibujando el perfil más característico de esta ciudad industrial.

Aunque Muñoz Degrain pintó algunas otras vistas costeras del norte de España, éstas son poco frecuentes en la obra del artista valenciano, que durante toda su vida demostró una rendida predilección por el colorido sensual y exuberante del mundo mediterráneo y oriental, al que dedicó lo mejor y más personal de su fecundísima producción paisajística, además de los parajes boscosos, las panorámicas montañosas cubiertas de nieve o los episodios de inundaciones.

Profundamente transformado su aspecto real por la irrefrenable imaginación del pintor, este lienzo muestra sin embargo al Muñoz Degrain más contenido dentro de una gama de color sobria y entonada, de tonos fríos y plomizos, que reflejan espléndidamente la luz del cielo vasco, que baña por completo el paisaje, convirtiéndose en protagonista absoluta de la composición. En efecto, la sensación desapacible de la frialdad húmeda del puerto bilbaíno, encapotado de nubes, es reforzada por el artista con la presencia de la hoguera, resolviendo todo el paisaje con una técnica enérgica y deshecha, plenamente acorde con la modernidad de las vanguardias europeas de ese momento, pero ya presente en las obras pintadas por Muñoz Degrain desde la década de 1870.

Expuesto en 1990 con el título Bahía mediterránea, se conoce otra versión de esta misma composición pintada por Muñoz Degrain, aunque de medidas algo menores (65 x 100 cm) y técnica considerablemente más cuidada, con la que presenta algunas variantes, además de no estar fechado. Teniendo en cuenta la impulsiva personalidad artística de su autor, su extraordinaria capacidad creadora y su desbordante fantasía, que le permiten variar continuamente de lenguaje plástico e impiden cualquier intento de repetición mimética, resulta en principio arriesgado señalar cualesquiera de estas dos versiones como réplica de la otra, ya que el artista llega en cada una de ellas a resultados estéticos diferentes. Así, mientras que en este ejemplar fechado Muñoz Degrain utiliza una técnica amplia, de trazo largo y grueso empaste, que tan sólo esboza a grandes rasgos los elementos principales de la composición, resaltando sus volúmenes y los efectos de luz del cielo sobre las tranquilas aguas de la ría, en el lienzo sin datar se detiene en precisar más los distintos elementos del paisaje, con toques breves y menudos del pincel, que infunden una mayor vibración cromática a la composición.


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Lavanderas. 1903. Óleo sobre lienzo, 62 x 98 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

En algunos repertorios biográficos sobre los artistas del siglo XIX, cuando se trata a Muñoz Degrain, se consigan, casi como su principal mérito, que fue maestro de Picasso, cosa, por otra parte, que no es cierta. Es verdad que su familia, su padre especialmente, mantuvo una estrecha amistad con don Antonio, y para que no se desmienta el vínculo entre los Ruiz Picasso y Muñoz Degrain, Pablito le dedica una jugosa acuarela que representa a su padre envuelto en una manta y con un gorro de dormir de recuerdos valencianos: El viejo de la manta, de 1895 (Museo de Málaga), como felicitación de Navidad.

Y no sólo es eso; algunos paisajes de Picasso realizados en 1895, durante sus estancias veraniegas en Málaga, guardan similitudes con otros de Muñoz Degrain, anteriores en fechas, pero que se corresponden con una particular manera de interpretar el entorno en el valenciano, especialmente en su etapa más estrictamente realista. Pero Muñoz Degrain es mucho más y merece ser considerado como un pintor excepcional por méritos propios.

Como se puede comprobar por la obra de referencia del Museo Carmen Thyssen Málaga, Muñoz Degrain no abandona esa forma de trabajar del natural en el que lo registra mediante un toque de pincelada breve, muy suelta y empastada, que se preocupa por retener la luz a partir de la fijación de la sombra. La superficie queda resuelta a base de pequeñas manchas de color de recuerdos puntillistas, en cualquier caso, postimpresionista, que articula la superficie del lienzo en función de dar seguridad a las formas y, especialmente, confirmación de un registro directo y veraz.

Ni siquiera la anécdota narrativa de la acción de las mujeres disminuye la honestidad de la mirada. En esta obra don Antonio aparca sus inquietudes poéticas, sus ensoñaciones simbolistas y sus juegos evocadores y poéticos para trabajar desde la inmediatez y la asepsia del registro.

Si comparamos esta obra con otra, de 1859, en donde, de nuevo, son las lavanderas las protagonistas, comprobamos el avance en el compromiso con la realidad del pintor. Pese a ser aquélla de su primer período valenciano una muestra muy honesta del realismo de su época, el autor no se resiste a someterse a los juegos compositivos académicos y centra la escena en la acción de las mujeres en torno a las que gira el resto de los elementos de la escena. Sin embargo, en la del Museo Carmen Thyssen Málaga nos encontramos con un Muñoz Degrain mucho más seguro y liberado de ataduras convencionalistas, al que no le preocupa el efecto de la obra si no es por su capacidad de reflejar una realidad en la que la luz es el elemento para referenciarla.

Un trabajo de maestro, que realiza por puro placer, ya que las dimensiones, el tema y la personalidad de la obra nos hace entender ese impulso artístico por detener el tiempo y el espacio con la capacidad de la instantánea, huyendo de la fidelidad artesanal que pueda asociarse a la máquina, a la fotografía, de la que con tanto interés trataba de alejarse, como contundentemente se manifiesta en su discurso de entrada a la Academia de San Fernando.

En 1903 se encontraba inmerso en su docencia en la Escuela de Bellas Artes y dirigiendo la cátedra de Paisaje, tratando de mejorarla y de reformar el concepto de la pintura de paisaje en el país hacia un realismo en el que la luz era el punto de referencia. Y desde la plataforma de la enseñanza superior, siguiendo sus normas, trabaja desde la contención, trasladando al soporte justo la naturaleza y la acción que en ella se realice y que tiene delante de sus ojos. Así hay que entender Lavanderas, de 1903, como un ejercicio de sinceridad.

Nada hay superfluo, todo está medido, las manchas de color, las sombras, la acción de los personajes, que intencionadamente se sitúan como un factor secundario para no distraer el verdadero tema de la obra, que es ese espacio concreto del mundo rural en donde igual de importante es el muro que limita el lavadero, como el emparrado o los guijarros del camino, meros pretextos para jugar con el color, la pasta y la luz, divertirse con una pincelada que se aplica con ingenuidad pero haciéndose protagonista al tener la capacidad de decir, de registrar.

Sólo un gran pintor, comprometido con la modernidad de la España de su época, es capaz de resolver el reto con esa maestría.

Y paralelamente piensa en el Quijote y en la literatura romántica secuenciando a Don Juan, medita con Jesús en el lago de Tiberíades o con San Juan en el Jordán. Es esotérico en el Árbol sagrado y se prepara para inmortalizar el desastre de Annual y ensalzar a sus héroes. Todo eso y más es Muñoz Degrain.


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Marina (Vista de la Bahía de Palma de Mallorca), c. 1905-1910. Óleo sobre lienzo, 89 x 133,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Aunque no se conoce la existencia de otros paisajes marinos de Palma de Mallorca de Muñoz Degrain, esta pintura se integra en la amplia serie de obras suyas que tienen por tema el Mediterráneo. Y de manera más concreta, se relaciona con algunos paisajes inspirados en el viaje a Palestina, Turquía y Grecia, realizado entre mayo y agosto de 1905. Tenemos noticias de este viaje por la narración del propio pintor, y aunque no habla de una estancia en Mallorca es posible que hubiera incluido las Baleares en este crucero de trabajo. En todo caso, cabe suponer alguna relación del pintor con Mallorca por cuanto en 1922 fue propuesto como académico por la Academia de Palma de Mallorca. En este viaje, según sus propias palabras, Muñoz Degrain encontró inspiración para varias de sus mejores obras. Efectivamente, los cuadros pintados entre 1905 y 1910, con títulos relacionados con paisajes y temas de Oriente Medio, tienen una unidad estilística y cromática tan peculiar que hacen de ellos uno de los conjuntos más atractivos de la producción de Muñoz.

En este cuadro desarrolla la gama cromática con la que convencionalmente se identifica a Muñoz Degrain: morados, anaranjados, amarillos y azules. La pincelada es muy amplia, suelta y de factura desigual para adaptarse a las diferentes calidades visuales del agua, las rocas, el cielo, etc. El valor de estos gestos es tan intenso que la eventualidad de una semejanza topográfica o cromática con el lugar real deja de tener importancia para el espectador, que se siente arrastrado tras el sentimiento emocionado del pintor frente a la luz y sus efectos cromáticos, así como por su capacidad de utilizar el natural como fuente de producción de sensaciones que el pincel habría de transformar en forma y color. Puesto que la sensibilidad del pintor es esencialmente dinámica, consigue con frecuencia sugerir la acción dentro del paisaje, no sólo mediante la introducción de figuras u objetos en movimiento descuidadamente pintadas sino sobre todo al lograr hacer vibrar la imagen hasta el extremo de que lo que llega al espectador no es la visión de sólidas rocas o aguas inestables sino el choque constante de la luz sobre estos elementos y los destellos brillantes que capta el ojo inmerso en la luz rojiza del atardecer.

Entre todos los lienzos de la serie de Oriente Medio, el que más se aproxima por su composición a esta Vista de la bahía de Palma de Mallorca es El Líbano desde el mar, conservado en el Museo de Bellas Artes de Valencia. En ambos casos la composición es horizontal y el punto de vista introduce al espectador en el mar como si navegara en una barca, observando el movimiento de otras embarcaciones y las costas rocosas al fondo, cerrando el horizonte. Pero mientras en El Líbano desde el mar, junto a los veleros reales próximos a la costa, aparece en primer plano una embarcación de diseño caprichoso que pudiera querer interpretar la tipología de las antiguas embarcaciones fenicias; en Vista de la bahía de Palma de Mallorca el conjunto de las embarcaciones es moderno. Desde la izquierda avanza hacia el centro un vapor compositivamente compensado por la boya roja con un letrero en el que se lee «Palma» y entre ambos, otros veleros de recreo dando vueltas en círculo en las proximidades de la costa, mientras que en primer plano una nota humorística no frecuente en Muñoz Degrain viene dada por la pequeña barquita de remos en la que una elegante figura femenina, vestida con refinado traje de vacaciones, rema apresuradamente mientras su compañero, posiblemente mareado, se apoya en la popa.

La valoración del artista nos viene a la mente: «Estimo la sinceridad en el arte como una virtud capaz de mantener en equilibrio el espíritu del artista, solicitado en estos tiempos por extrañas y no siempre viables novedades; pero estoy muy lejos de considerar como forzosamente artísticas todas las manifestaciones sinceras. Tan espontáneo es el ganso cuando grazna como el ruiseñor cuando canta [...]».


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El baño de las ninfas, c. 1915. Óleo sobre lienzo, 76,5 x 93,5 cm. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga. Obra de Antonio Muñoz Degrain.

Desde la ribera de un río y en plena noche se divisa un grupo de mujeres completamente desnudas y con el pelo suelto introduciéndose en el agua de un remanso. Como en un ritual, rodeadas de una lujuriosa naturaleza que, lejos de esconderlas, enmarca su misteriosa acción dotándola de un sentido verdaderamente escenográfico, unas toman baños de agua sumergiéndose hasta las rodillas y otras se tienden a recibir los rayos de la luna en la orilla. La captación nocturna del bosque permite además un despliegue cromático alejado de la realidad que potencia la concepción onírica de la escena; los troncos y las raíces que hay en la orilla, punteados de vivos magentas o de turquesas eléctricos, quedan iluminados por una fantasiosa luna amarillenta que ribetea de dorado y de gris brillante las nubes y las crestas del ligero oleaje del río, así como los pequeños cuerpos femeninos que se entregan al baño o al descanso y que colman la carga lúbrica de la pintura hasta convertir al espectador, prácticamente, en un sátiro espía.

Arrebatado y excéntrico, el arte de Antonio Muñoz Degrain pasó del atrevimiento colorista y lumínico que caracterizó su producción en los años ochenta del siglo XIX a convertirse en un lenguaje propio y absolutamente aislado de la escena artística española ya a finales del ochocientos y principios del siglo XX. El pintor se expresa mediante entonaciones irracionales y excesivas tratadas con un sentido del dibujo libre pero contundente, cuyos resultados son de una extraordinaria plasticidad. Así, su irrepetible estilo resulta muy fácil de identificar en esta obra, especialmente en la descripción vegetal que a modo de marco recuadra la escena que le da título, de impresionante vivacidad. La poderosa descripción de los árboles y la gestualidad brillante y exuberante del follaje no dejan lugar a duda de su autoría en esas partes. Sin embargo, la descripción de la escena central de la composición responde a un pulso artístico bien distinto, mucho menos brioso y algo más sumiso a un modelo previo que el resto. Por eso, cabe la posibilidad de que en esta obra colaborara precisamente en esa parte de la composición la casi desconocida artista Flora López Castrillo, discípula e íntima amiga del maestro, con la que compartió sus años finales de vida y de creación y que –en las pocas muestras seguras que se conservan de su arte– fue su más fiel y devota imitadora. Siempre atenta a los modelos de su maestro, sus figuras, de apariencia fusiforme, como las de este lienzo, suelen responder a la reproducción del estilo de las del pintor valenciano, pero con un acabado de aspecto más lamido y menos espontáneo.

Por otro lado, Muñoz Degrain, voraz lector de textos clásicos y de ficción, se inspiró a menudo en sus lecturas para crear algunas de sus obras, como el fastusoso paisaje titulado Lampecia y Febe del Museo del Prado, en el que también alude al atractivo simbolista de los lagos; algo que también hizo su discípula en las pocas pinturas conocidas de su mano. No deja por lo tanto de ser tentador asociar esta imagen con alguno de los baños de ninfas descritos para la literatura clásica, o quizá en algún texto más moderno que pudiera haber suscitado el interés concreto del pintor por un asunto que, literalmente, resucitó durante el cambio de siglo debido al auge del simbolismo. Así, cabe recordar la delicada y sensual poesía de José-Maria de Heredia (1842-1905) –reputado parnasianista de la misma generación que el pintor valenciano–, titulada Le Bain des Nymphes que, cuando menos, revela un común interés estético por recrearse en estas fantasías licuantes:

C’est un vallon sauvage abrité de l’Euxin; Au-dessus de la source un noir laurier se penche, Et la Nymphe, riant, suspendue à la branche, Frôle d'un pied craintif l'eau froide du bassin.

Ses compagnes, d'un bond, à l'appel du buccin, Dans l'onde jaillissante où s'ébat leur chair blanche Plongent, et de l'écume émergent une hanche, De clairs cheveux, un torse ou la rose d'un sein.

Une gaîté divine emplit le grand bois sombre. Mais deux yeux, brusquement, ont illuminé l'ombre. Le Satyre!... Son rire épouvante leurs jeux;

Elles s'élancent. Tel, lorsqu'un corbeau sinistre Croasse, sur le fleuve éperdument neigeux S'effarouche le vol des cygnes du Caÿstre.

(Les Trophées, n.o 14, 1893)

Fuente: carmenthyssenmalaga.org

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